Era jornalero del campito La Fortuna y ahora es afortunado empresario
Felipe Mier trabajando en los cortes de tomate en Villa Juárez se propuso ser ingeniero, ahora tiene una cementera y construye grandes obras
Felipe Mier trabajando en los cortes de tomate en Villa Juárez se propuso ser ingeniero, ahora tiene una cementera y construye grandes obras
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Las conquistas de la vida no son casuales, se hacen con planeación y dedicación. Felipe Mier Ramos nació en el campito La Fortuna de Villa Juárez. De niñez y juventud trabajó en los campos tomateros. Agobiado por las pesadas jornadas siempre pensó en ser ingeniero. Con el salario de jornalero pagó su carrera y ahora es un afortunado empresario en ramo de la construcción.
Herminio Mier Campos es su padre. Siendo originario de Puebla llegó a Villa Juárez, en la oleada de migrantes, buscando trabajo en los campos legumbreros, como los hacen miles de personas cada año. Acá entre las cuadrillas conoció a Esther Ramos Sierra, también jornalera y migrante de Veracruz, con quien se casó.
En el campito La Fortuna, que antes era el campo Barrantes, encontraron su lugar de trabajo. En la galera de jornaleros, en un cuartito de lámina de cartón, hicieron vida, y ahí procrearon 5 hijos: 3 varones y 2 mujeres. Trajo también a su mamá y a sus familiares para que no les faltara trabajo.
Uno de esos niños, que sólo vieron campos tomateros y canales de riego junto al pantano de Chiricahueto, es Felipe Mier Ramos. Desde pequeño trabajó en el campo, porque así era antes. Y mientras otros jugaban, él y sus hermanos trabajaban en el planteo, desbrote, hilado de hortalizas, y no se diga de los cortes de tomate, chile, pepino, melón, lo que hubiera de temporada.
Comenta que su padre no tuvo la oportunidad de estudiar, y en cambio se hizo cargo de sus hermanos, por ser hijo de madre soltera. Entonces se propuso como meta que sus hijos no abandonaran la escuela, pese a toda necesidad económica.
Recuerda Felipe que “en aquel entonces yo como niño, como joven, decía: pues mi papá es el peor papá del mundo, porque no me deja salir, porque me manda a trabajar y porque me manda a estudiar… Porque tenía amigos que a ellos no los obligaban a estudiar, ni a trabajar, y tenían muchas comodidades.
Recuerda que aparte del trabajo de fines de semana y vacaciones, también salían a “rastrojear” en las parcelas para juntar granos de maíz, de frijol, garbanzo o lo que hubiera, para guardar comida para el resto del año. Así fue como comieron frijoles con gorgojos, que en la segunda hervida los insectos salían flotando, y podían ser retirados de la olla, comenta.
Hoy le agradece a su padre que siempre les exigió resultados en el estudio, “porque él siempre nos dijo que el estudio era la base para poder lograr lo que uno se propusiera”. Así cursaron la prepa dando clases en el Conafe, que les abrió la mente para ir a la universidad. De los 5 niños jornaleros el mayor es licenciado en sistemas, la primera mujer es maestra, la siguiente es contadora, y su hermano menor es ingeniero civil igual, que Felipe.
Para Felipe Mier estudiar la prepa fue decisivo, porque: “te pones a pensar qué es lo que va a ser de ti, qué es lo que va a ser de tu vida, si todo el tiempo quieres seguir donde mismo, como me decía mi papá, o realmente te quieres superar”.
Felipe siempre quiso ser ingeniero civil, porque pensaba en una carrera donde pudiera ganar dinero. Recuerda que cuando hizo el examen de admisión en la universidad reprobó, pero luego fue a un curso de un mes y ahí encontró su vocación. Convivir con las matemáticas, cálculo diferencial, integrales, ecuaciones diferenciales, trigonometría, y álgebra, se volvió su pasión diaria, mientras trabajaba de jornalero para pagar la universidad.
Ya graduado de ingeniero civil empezó a trabajar de ayudante en la obra de la construcción. Y tan pronto como pudo armó una constructora y concursó para hacer obra pública en los ayuntamientos.
Debido a que necesitaban mucho cemento para la obra, instalaron una concretera, que administra su hermano. También se dieron cuenta que el otro insumo de alta demanda eran los agregados, por lo que concesionaron una criba de arena, grava y piedra en Culiacán. En estas empresas se emplean su padre y sus hermanos. Hace poco abrió también un restaurante.
Comenta que mucha gente le dice, “yo quisiera tener la suerte y las oportunidades que tú tienes”. Pero Felipe Mier dice que eso no es cuestión de suerte, sino que “El carácter se forja con el sacrificio, y te ayuda muchas veces a madurar y entender el valor de las cosas”.
Afirma con satisfacción que “Para nosotros fue muy importante el ejemplo de papá, mi papá no toma, no fuma. Igual nosotros no tenemos ningún vicio, no tomamos y mucho menos drogas, a pesar donde crecimos nosotros, en Las Amapas, que era una colonia bien conflictiva”.
Ahora que la vida le sonríe, dice con orgullo “Para mi Villa Juárez lo es todo, lo llevo de corazón”. Felipe Mier nació en el Campito La Fortuna, pero con base en la dedicación ahora es un afortunado empresario. Un ejemplo de superación.
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