[VIDEO]Los huaraches y sombreros lo hicieron vivir en Villa Juárez

A los 4 años de estar yendo y viniendo con sus sombreros dejó de ser vendedor golondrino para quedarse a vivir en Villa Juárez, ya como empresario en un puesto fijo.

Por: Juan Francisco Sotomayor

Raúl López García, tiene 50 años calzando a miles de trabajadores del campo

El Chacho llegó a Villa Juárez en el año de 1969, aquello era sólo un camino polvoriento de paso que daba acceso a los ejidos de El Tapacal y Las Cupías; pero el Campo Santa Natalia hervía de gente venida de todas partes para trabajar en el corte de hortalizas. Ese día sus ojos brillaron húmedos de incertidumbre y felicidad. Nunca imaginó vivir en Villa Juárez.

Era el momento de empezar sólo, su tío le había enseñado el teje y maneje del comercio ambulante, y más aún, le había dado un dinerito para que empezara su negocio solo. Así se trajo los primeros sombreros y huaraches de Sahuayo, Michoacán.

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Se puso en la orilla del camino, apresurando la lógica vio que en cada persona había cabeza y pies. Quizá todos en algún momento necesitarían sombrero y huaraches, era lo básico para trabajar en el campo.

Raúl López García, llegó a Villa Juárez siendo un muchacho, era “el chacho” para sus familiares. Su punto de venta lo trabajaba por 6 meses en medio de un gran bullicio de fines de semana. Estima que llegaban unas 20 mil personas; pero en el mes de mayo aquello era un sequedal sin trabajadores.

A los 4 años de estar yendo y viniendo con sus sombreros dejó de ser vendedor golondrino para quedarse a vivir en Villa Juárez, ya como empresario en un puesto fijo.

Es la Sombrerería Chacho, tiene 50 años vendiendo sombreros y huaraches. Al principio le ayudaba en ese negocio a su tío en los campos de Sonora. En Obregón conoció una muchacha de Guamúchil, con ella llegó a Campo Gobierno, tuvieron hijos y los vieron crecer. Todos son comerciantes, igual que él.

Aquí tengo todo mi patrimonio, dice entusiasmado. “Es el lugar que me vio crecer en mi negocio. Una plaza muy buena, muy sana que gracias a Dios toda la gente que se ha quedado le ha ido muy bien”.

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Don Chacho, como le dicen hoy, siempre se ha involucrado en el desarrollo de la comunidad, estuvo en los comités para la construcción de escuelas, y fue de los gestores en la construcción del mercado donde tiene su local.

Las láminas metálicas corrompidas del inmueble piden a gritos un cambio de techo. También su puesto tuvo que ir cambiando de giro. Las nuevas generaciones ya no usan sombrero y cada vez hay menos trabajadores que usan huaraches, dice con pesar.

La moda de las cachuchas lo estaba sacando del mercado, por eso ahora también vende ropa, zapatos y gorras. Tiene clientes de todas las edades. Conoce a multitud de familias y todos lo conocen a él.

Le preocupan los jóvenes. Les recomienda “no creerse de las malas amistades. Yo les digo, que es bonito el trabajo, que hasta la fecha es mejor vivir sanamente. Que trabajen, que luchen, y sobre todo que estudien. Eso es lo mejor, yo de mis padres aprendí eso. Después de que ellos no tuvieron escuela, me dieron buena educación”, comenta.

El Chacho considera que los agricultores son lo máximo. “El día que no haya agricultores se va a acabar todo esto”, afirma con autoridad, recordando lo que pasó con el fin del algodón en el valle de Obregón. “Debemos cuidarlos porque el agricultor es la fuente de trabajo a los que trabajan, y uno como comerciante también es trabajo del consumidor”.

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En ese mercado ve pasar los días escuchando gritos y saludos de su gente. Es alegre ofreciendo amor a los jornaleros. Esas frentes que por décadas cubrió con sus sombreros ahora lo recuerdan en todas partes como hombre bueno.

Don Chacho no se arrepiente de Villa Juárez, el lugar que escogió para vivir y ser sepultado. “Si me volviera de vuelta, aquí me volvería a plantar”, afirma jubiloso mientras acomoda sus huaraches y sombreros.

Imagen y video: Christian López