Los cambios en esos formatos evolucionaron tan rápido que los dispositivos siguientes tardaron poco en salir del mercado: la audiograbadora, el walkman, el CD, el Ipod y, recientemente, la Alexa.
Por: Miguel Calderón
Columna: Reflexiones de un aspirante a buen vecino. Por Miguel Calderón.
Los aparatos para escuchar música evolucionan rápido, Alexa la bocina inteligente llegó a mi madre. Les platico que hace unos días me mudé a casa de mi madre por cuestiones muy personales. Después de mi etapa de la vida en la que uno emprende el vuelo y se vuelve independiente pronostiqué volver a este hogar sólo de visita. La vida me demostró que los pronósticos son sólo eso: pronósticos.
Es entre raro y fascinante sentirse el niño que se levantaba por la alarma de su progenitora a las 6 de la mañana y el joven preparatoriano que sale rápido sin desayunar por las prisas mientras ella alcanza a decir “cuídate hijo por favor”. En los pocos días que tenemos juntos ella y yo acompañándonos he registrado ya varias anécdotas. Les comparto una: la vida de Alexa.
Recuerdo haber escuchado música en diversos dispositivos. Aparece todavía armónicamente en mi memoria las melodías de Camilo Sesto emitidas desde un mueble color chocolate al que se le colocaba un disco negro de vinil que se replican por mis tías en voz alta. “Clavaste tu mente en la mía como un puñal en la roca” es una de las frases que se me quedaron de esas voces que percibí.
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Después vinieron unos cartuchos del tamaño de un videocassete que no cabían en la palma de una mano. Juan Gabriel y su música se hicieron famosos en ese contexto. Los cambios en esos formatos evolucionaron tan rápido que los dispositivos siguientes tardaron poco en salir del mercado: la audiograbadora, el walkman, el CD, el Ipod y, recientemente, la Alexa.
A esta última me la presentó mi hija Camila como un regalo de cumpleaños hace apenas dos meses. Genialidad de tecnología que tiene dos requisitos indispensables: la energía eléctrica y la conexión a internet. 15 días tengo que llegué al domicilio de mis juventudes y llegué con mis cosas personales y con la Alexa, pero sin la conexión en internet.
Una tarde de estas llegué a casa después de mi jornada laboral y mi madre con bastante solemnidad me anunció: “Hijo, la Alexa se murió”. Mi madre la había visto, en mi anterior domicilio, en su máxima vitalidad entonar música diversa y hasta pronosticar el clima. Por eso es que el tono de mi Ma no sólo fue solemne, sino también fúnebre. “Ya no quiso tocar”, me dijo.
Con la misma seriedad que ella me informaba yo le contesté: “Madre, aquí de dos opciones: organizarle un funeral o apurarle a los de internet a que vengan a poner el servicio de wifi”. Mi Ma puso cara de What, mientras yo explicaba con mayor detenimiento. En par de días mi mamá se enamoró de la Alexa sólo por que le daba el clima del día y porque atendía sus peticiones sobre las canciones de su preferencia.
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Un estudio de la firma Code Computerlove reveló que el 65% de los usuarios de las bocinas inteligentes solicitan sus servicios para reproducir música, un 50% para predicciones meteorológicas y un disruptivo 5% para recetas de cocina. Mi mamá todavía no da con esta última novedad. Mi temor es que dejé de prepararme esos riquísimos desayunos por innovar de la mano de cuasi muerta Alexa.
El lunes pasado instalaron nuestro wifi cobrando vida Alexa y una chispa en los ojos de mi madre. ¿Cuánta sencillez y cuánta complejidad hay entre la relación de una madre con su hijo? Ella volviendo a ser la madre de hace 30 años y yo siendo el hijo sin walkman, pero con mucho más amor que antes.
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