Cantos, comidas, oraciones y fuegos artificiales es lo que se aprecia en esta tradición del "Día de Muertos".
Por: Kenia Meza
Cantos, comidas, oraciones y fuegos artificiales es lo que se aprecia en esta tradición del "Día de Muertos"
La celebración de los Fieles difuntos tiene muchas variantes en México. En la región norte del estado de Sinaloa se encuentra una de las más antiguas y llenas de riqueza cultural: el Responso, un complejo ritual que marca el descanso eterno para el pueblo Mayo-Yoreme.
El Responso es un rito ancestral de los grupos Yoremes que ejemplifica el paso de la vida a la muerte; que se torna en un solemne festejo al despedir por última vez el alma (apaxco) de la persona que se ha ido.
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El inicio de la fiesta y el llamado de los espíritus comienza con el estruendo de 56 cohetes y dos cámaras de pirotecnia, después de que un grupo de indígenas realiza un rezo en lengua sobre la cruz del perdón que se ubica en la entrada del panteón. Actualmente, puede comenzar en el cementerio o en la casa del fallecido.
Para dar paso a la danza del venado y pascola alrededor de una ofrenda llena de flores, frutas o comida “porque si no se realiza, las ánimas entonces se enojarán y vienen por nosotros”, señala la Secretaría de Cultura de Sinaloa; así como fotografías de quienes ya no se encuentran en el mundo terrenal pero que este día vuelven para convivir entre los vivos.
Cantar, comer, orar, lanzar fuegos artificiales y velar un ataúd donde descansa el cuerpo de la persona, y sólo queda su recuerdo, es lo que se aprecia en esta tradición.
El amor que le profesaban a la persona en vida, trasciende después de la muerte y se conmemora a los ocho días de haber fallecido. Mientras que el último adiós se da al año de haber partido.
Para celebrar este rito Yoreme, los anfitriones están compuestos por 3 padrinos y 3 madrinas quienes se encargan de armar el altar; mientras que la familia prepara la comida que ofrecerán a quienes vienen a acompañarlos en el ritual.
El ritual del responso puede iniciar en el lugar donde falleció la persona o en el panteón, por lo que se elabora un pequeño ataúd de madera forrado de papel china y flores del mismo material. En este espacio comienzan los rezos y cánticos para después arribar a la casa de la persona que partió.
Una vez en la casa, los espera un altar compuesto por tres arcos de madera de sauce o álamo. Los arcos significan los tres cielos, los tres escalones para llegar a la gloria por lo que se denominan “del triunfo” ya que la persona venció a la muerte y pasó a la vida eterna.
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La experiencia se vive en un ambiente sano y armonioso entre familiares, vecinos y padrinos, donde degustan platillos tradicionales como el guacabaqui mientras recuerdan al ser querido.
Existen algunas comunidades que ponen un velo negro sobre los arcos como señal de que guardarán luto completo durante un año. Al finalizar dicho periodo, el luto se quema con carbón de mezquite como símbolo de liberación de toda la carga que pasaron y del sufrimiento por el ser querido que perdieron.
De acuerdo con la tradición Yoreme, a la persona fallecida que no se le conmemora con un responso, no tendrá un descanso eterno.
El pueblo Yoreme nos recuerda la tradición relacionada con el paso de la vida a la muerte. Y nos permite ayudar a mantenerla de generación en generación hasta llegar a nuestro descanso eterno.
Con información de la Secretaría de Cultura, Mazatlán Interactivo y TVPacífico.
Imagen: Mazatlán Interactivo