Los Raspados de Luis, una dulce historia de Costa Rica

Yo sabía poco sobre su negocio, sabía que por mi pueblo había unos dos o tres triciclos que vendían los mismos raspados, de los mejores que he probado si me preguntan. Más no sabía con exactitud a quien les pertenecía y por supuesto que no creía que fueran del chico rebelde del salón.

Por: Mónica Peverell

Las Crónicas de Mony

Recuerdo haber conocido a Luis Fernando en mi primer grado de secundaria, por allá en el 2003; en ese entonces los estudiantes eran sentados en butacas por orden alfabético sobre nuestros apellidos. Así que allá estábamos en el fondo del aula, los que comenzábamos con la “P”, cómo eran nuestros primeros días, pocos eran los que se conocían. Por ese motivo cada profesor que ingresaba al salón, debíamos presentarnos, evidentemente primero se presentaban los de la letra A, luego B, C, D… etc., hasta llegar a nuestro apellido. Recuerdo que Luis era de los primeros en presentarse pues su apellido “Paez” iba primero que el mío.

Con el paso del tiempo el “Luis” se fue haciendo amigo de la mayoría del salón, en ese entonces era un niño de escasa estatura, nunca se callaba, siempre estaba parado y por supuesto siempre estaba bromeando sobre los profesores.

Un chico bastante extrovertido, que se ponía nervioso al exponer y no sabía qué decir, pero dentro de un grupo nadie lo podía callar, también recuerdo que a veces se peleaba a golpes dentro del salón y tenían que venir los prefectos a separarlos. Bueno, podría asegurarte que muchos de nosotros nos preguntábamos que sería del “Luis” en su futuro con tremenda conducta…

Hace unos años, porque así se dieron las cosas, tuve que regresar a vivir a mi lugar de origen en la sindicatura de Costa Rica, en Culiacán. Pues acá se me dio la oportunidad de trabajo, casa y otras cosas más, emprendí junto a mi propia familia otro nuevo camino; adaptarse al lugar de origen no es complicado, acostumbrarte a otro vecindario y otras amistades siempre es una nueva aventura.

Ya situada acá comencé a concurrir los lugares para realizar mi despensa, que si con “Tulita” o mejor la “Ley”, la frutería de la “Cuarta” o “El Mercado”; un día caluroso caminando por el centro, encontré estacionado en una calle, un triciclo que vendía raspados, un joven con sombrero y lentes oscuros era el que atendía, por el solazo rápidamente pedí un raspado de tamarindo, mi favorito siempre; a la hora de cobrarme reconocí la voz, era el “Luis”. Nos saludamos y despedimos y cada quien continuó con su camino.

Han pasado unos 4 años desde que lo saludé en aquella ocasión; en aquel entonces, yo sabía poco sobre su negocio, sabía que por mi pueblo había unos dos o tres triciclos que vendían los mismos raspados, de los mejores que he probado si me preguntan. Más no sabía con exactitud a quien les pertenecía y por supuesto que no creía que fueran del chico rebelde del salón.

Hoy en día el negocio de los raspados del Luis es un éxito, tiene seis triciclos en Costa Rica, y tres más en la ciudad de Culiacán, la marca de productos Chamoy y otras cosas más.

Interesada por su exitoso negocio me di a la tarea de buscarlo y preguntarle qué había sido del chico desastroso y peleonero del salón.

En su conversación me cuenta que sigue siendo el mismo joven desastroso, alegre, que le cuesta hablar en público pero que con familia y negocio las cosas cambian.

El interés del comercio sobre los raspados, surge luego de que un vecino de su familia “El Paco” los invitara a trabajar a él y a su hermano, cuando estos tenían alrededor de 15 y 16 años; las necesidades de su hogar y su mamá, madre soltera, los alentaron a emprender junto con el vecino este negocio. Desafortunadamente, los deberes del “Paco” para con su escuela no le permitieron continuar, así que a los dos meses el vecino decide cerrar su emprendimiento.

Luis me cuenta que su familia materna y paterna son comerciantes, así que durante estos dos meses él encontró una satisfacción inexplicable, habían sembrado una semillita que deseaba cosechar y explotar.

Durante este tiempo sin trabajar, su madre les propone emprender su propio comercio, con ahorros, ella les regalará su primer triciclo y se las ingeniará para realizar las mieles. Así fue como comenzó todo. Cuenta.

“Nosotros comenzamos con un triciclo sin techo, después de la escuela, siendo apenas adolescentes, trabajaba un día yo y un día mi hermano, y así nos mantuvimos trabajando durante un año, nos fue muy bien, nos fuimos “aclientando” y nosotros nos sentíamos muy satisfechos. Luego al cabo del segundo año decidimos comprar un triciclo más, para que Juan Carlos mi hermano trabajara el otro, ahí fue cuando me di cuenta de que este era mi negocio e iba ser de por vida”.

El negocio de los “Raspa2” desde que inició en el 2007 como lo afirma Luis, ha ido cambiando y evolucionando según el gusto del cliente, las recomendaciones, los comentarios y las críticas constructivas siempre ha sido una inspiración para que este emprendimiento crezca.

“Gracias a que los clientes nos recomiendan, comentan y sugieren nosotros nos adaptamos, de ahí también nació nuestro famoso diablito”.

Han transcurrido casi 15 años desde que la familia decidió ponerle todo el amor, la fe y el empeño en un triciclo de raspados de sabores, sin imaginarse que serían los más reconocidos de su pueblo, que esto los llevaría a la ciudad capital y a emprender hasta su propia marca. “CHAMOY COSTA RICA”.

Han atravesado por muchas buenas experiencias y otras no tanto, la misma antigüedad en el negocio los ha ido formando como comerciantes.

Hoy en la actualidad, el negocio de los raspados, no sólo cuenta con cinco unidades triciclos en el pueblo donde se originaron, y seis sucursales en la ciudad capital, sino que además tiene la intención de expandirse a otros municipios, en forma de franquicia y si es posible llegar a los Estados Unidos.

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Y es que para ser sincera la calidad del sabor de sus productos es excelente, mi ex compañero afirma que eso se debe a su mamá “María del Carmen Arredondo Padilla”. “Definitivamente lo que le da sabor a la receta es el toque personal de cada quien, el amor y el empeño que le pongas siempre te definirá”.

Él cuenta que quienes trabajan con ellos, tienen todo lo necesario, desde el bloque de hielo, mieles e inclusive todos los días su comida está incluida, sueldo base más comisiones y día de descanso. A quienes pudieran estar interesados en trabajar con él los invita a acercarse a su negocio.

Platicar con Luis fue divertido, mantiene su espíritu joven y gracioso desde siempre, pero hoy está direccionado hacia una visión de negocio, un negocio que para una sindicatura se volvió tradicional y reconocido. Porque es costumbre en estos tiempos de calor buscar un triciclo con los raspados de sabores y de diablitos con fruta.

Definitivamente el éxito en el negocio de los “raspa2” en Costa Rica y “Rasparanch” en Culiacán está sembrado; es impresionante ver cómo las personas pueden sacarle provecho a su personalidad, aun cuando quizá alguien no creyó en él. El que ponía la lumbre en el salón, ahora pone los hielos en el calor de la vida.

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