Don Lalo desgrana el sabor de los ricos esquites en Navolato

Desde hace 40 años Lalo emprendió su negocio y ahora es la fuente de ingreso familiar.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Desde hace 40 años Lalo emprendió su negocio y ahora es la fuente de ingreso familiar.

Ir al Centro a realizar cualquier diligencia y no llegar a comprar uno de los deliciosos esquites que vende Lalo es como no haber salido de casa.

Para todos en Navolato, los elotes de Lalo son una tradición.

Desde hace 40 años en plena flor de la juventud, Felizardo Pérez Cazarez bajó de la sierra de Badiraguato para buscar una nueva vida en Culiacán.

Jamás imaginó que más que una oportunidad laboral encontraría al amor de su vida.

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Los bellos ojos de una jovencita lo cautivaron y lo obligaron a cambiar su lugar de residencia. Dejó Culiacán para venir a vivir a Navolato. Acá, hizo su vida y buscó una forma de llevar las cargas familiares.

Entre sus opciones, decidió poner un negocito en donde podía vender elotes asados, esquites con chile, limón y crema.

Esos elotitos eran una delicia para los que paseaban por la Plazuela Vicente Guerrero.

“Cuándo llegué a vivir a Navolato, tuve que encontrar una opción para trabajar. Se me ocurrió vender elotes y esquites y desde hace 40 años aquí estamos”, dice Felizardo.

Don Lalo asegura que permanecer durante tanto tiempo no ha sido nada sencillo, sin embargo, le ha traído grandes satisfacciones.

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“Puse este puesto de elotes porque la necesidad lo hace a uno buscar por dónde. Ahora tenía una esposa y era mi deber llevar de comer a la casa, así que aquí estamos todavía a pesar de las dificultades que nos ha tocado vivir nos sentimos muy satisfechos de lo logrado”, señala con orgullo.

Ahí, en la Plazuela, Felizardo tiene toda una vida. Ha visto pasar generación tras generación.

Los estudiantes que con sus risas pasan cada día por el lugar son de los mejores clientes.

No falta el muchachito que le compra el vaso de elote a la amiguita y entre risas y bromas propias de la juventud se van perdiendo a la distancia disfrutando su rico elote con chile y limón.

Para Lalo, es un orgullo ser ya un ícono de Navolato y su gente. Asegura que, aunque no es originario de Navolato, ya fue adoptado y su corazón pertenece a la gente del lugar.

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“Aunque yo no nací aquí, ya me siento como de Navolato. La gente me ha adoptado y yo ya les entregué mi corazón”, asegura.

Muestra de eso es el corazón que le pone al preparar sus esquites. Aquel negocio que inició con una carretita donde solo vendía elotes asados y vasitos de esquite, ya se ha convertido en un negocio más formal.

Ahora ya no solo ofrece aquellos productos, sino que ha incluido en los productos para la venta nuevas ideas como los tostiesquites, papas locas, cevichurros, tostilocos y muchas otras opciones para sus clientes.

“Uno se tiene que adaptar, ahora los chamacos ya no solo piden esquites y elotes, también quieren nuevas cosas y hay que dárselas. Ellos son los clientes”, dice con alegría.

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Y como en todo negocio para Lalo es primordial tener contento al cliente y hacerlo volver.

Para él no es tan complicado, porque más que sus clientes, los que llegan a comprar se van siendo sus amigos.

Son muchos los hombres y mujeres que le echan el grito al paso y Lalo los saluda con su gran sonrisa.

Ahí, Lalo ha aprendido a desgranar elotes, pero también a unir vidas, pues para él es muy importante la unión familiar, por lo que ha integrado a sus cinco hijos que junto con él atienden el negocio.

“Este es un negocio familiar, aquí mis hijos me ayudan y trabajamos juntos. Es una manera de mantenernos unidos, y la verdad que eso nos brinda felicidad y estamos más unidos entre todos”, dice.

A sus 65 años a Lalo todavía le queda mucho ánimo para seguir en el negocio. Lo entusiasma la idea de permanecer vigente.

Asegura que una de sus mayores ilusiones es seguir haciendo lo que le gusta, que la gente de Navolato siga pasando por la Plazuela y le sigan echando el grito. Dice que ver a sus amigos comer los esquites y que lo consideren los más sabrosos de Navolato para él no tiene precio.

“Al sentir el cariño de la gente cuando dicen que son los más sabrosos de todo Navolato me emociona y me hace querer seguir aquí por mucho tiempo más. Esa es mi meta, seguir hasta que Dios diga otra cosa”, manifiesta.

Para él, ser el elotero, se ha convertido en algo muy importante. Ser reconocido por la gente le trae mucha satisfacción y asegura que a pesar de los desafíos que se presentan en su vida siempre está para brindar un vasito de esquite.