Con gran talento, desde hace 30 años, el maestro ha impartido su conocimiento en el municipio.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
La vida difícil que le ha tocado llevar, lo ha convertido en un hombre lleno de sensibilidad. Desde la tierna edad de 5 años, José Rafael Matilla Rosas ha debido enfrentar situaciones en su vida que lo han forjado, y permitido buscar en el dolor y la tristeza esa fortaleza que se necesita para enfrentar los distintos desafíos de la vida.
Con un talento nato, ha sabido utilizar el don que recibió para enseñar por medio del arte. Lo ha convertido en un instrumento para aprender y ver la vida con un enfoque distinto.
La pintura, ha sido para Rafael el bálsamo que alivia las cargas. Ha aprendido a desarrollar una gran sensibilidad que le permite ver la vida desde otro enfoque. Un enfoque positivo, con el que puede apreciar y disfrutar todo lo que hace. Para él, el arte, es un regalo.
“He tenido una vida complicada. Derivado de las decisiones de mi juventud, me tocó cometer muchos errores de los que aprendí. Pero al encontrar la pintura, casi por casualidad, el mundo para mí fue diferente”, señala el maestro.
Hace ya, tantos años, pero aún, su memoria le permite recordar momentos de su infancia, que lo definieron para llegar a ser el adulto en el que se convirtió. La falta del cuidado de una madre durante sus primeros años de infancia, le cobraron factura en sus mozos años de juventud.
Llevar una vida de excesos, lo orilló a perder su fortuna; y por poco, hasta la dignidad. Sin embargo, nunca estuvo solo. Siempre hubo alguien que le tendió la mano para enfrentar esas complicadas situaciones de las que él mismo era autor.
“Yo tuve una vida de excesos durante mi juventud. Corría coches, motos, me dedicaba a la tauromaquia. Las mujeres y la bebida eran mi perdición”, reconoce con una voz cargada de experiencia.
Hoy, Rafael reconoce que en la vida, cuando hay advertencias de peligro, es importante cambiar de sentido a tiempo. Igual que en los coches, saber cuando frenar y cuándo dar la vuelta para volver a empezar. . Los años, le han dado experiencia.
Al llegar a Navolato, la vida le cambió. Conoció a una mujer con la que hizo su vida. Una hija, era su razón de existir. Hasta su último día de vida, esa hija lo llenó de alegrías, de esperanza y fue motivo para enfocar su vida a una buena causa. La enseñanza del arte.
Perder a su hija, fue motivo suficiente para caer en las garras del alcoholismo, pero ese mismo dolor, fue la fortaleza necesaria para encausar su vida.
“Pintar para mí, ha sido como un escape de distintas situaciones que me han marcado como persona. Perder a mi hija, ha sido el dolor más grande al que tengo que enfrentar cada día de mi vida”, reconoce con una voz quebrada y lágrimas en los ojos.
Sin tener una idea exacta de cómo sucedió, Rafael recuerda que compró algunas acuarelas y un óleo en el que inició la elaboración de algunos trazos con la única ayuda de sus dedos. Sin pinceles, u otros instrumentos para realizar sus obras de arte, Rafael retomó el curso de su vida.
“Empecé haciendo cuadros con los dedos. Sin pincel. En lugar de irme a tomar, me ponía a hacer esto. Nadie me dijo que lo hiciera, sino que de mí nació y con los materiales que tenía hacia trabajos que luego me daban satisfacciones”, reconoce.
Aún recuerda como una noche, trabajó de la mano con el artista navolatense Heriberto López.
“Una tarde, el pintor Heriberto López vino a mi casa, y colgamos un cuadro en la pared. Con la ayuda de una tarjeta de crédito, empezamos a pintar y ese mismo día, por la noche le hablé para decirle que ya había terminado mi cuadro. Se quedó sorprendido y le gustó mucho lo logrado”, reconoce con satisfacción.
Con el paso del tiempo, “El Profe Matilla”, fue invitado a colaborar como maestro de pintura en el municipio. Tomó su talento, y lo trasladó a las aulas. Desde hace 30 años, ha dedicado su vida a la enseñanza de clases de pintura a niños desde la edad de 3 años. Pequeños artistas que han participado en diversos concursos y logrado el éxito. Éxito que Rafael comparte con gran satisfacción.
“He enseñado muchas generaciones de niños. En Navolato, me he dedicado a la enseñanza y mis estudiantes han participado en diversos concursos y regresan victoriosos. Verlos triunfar, me llena de satisfacciones”, señala.
Así como también reconoce que durante su vida personal ha tenido muchos fracasos que lo han llenado de experiencia. Reconoce con honra, que su trabajo con los niños le deja mucha alegría, son su ilusión de seguir adelante y sobre todo, ellos son su motivación de vida.
A sus 78 años, diariamente camina hacia las aulas de los jardines de niños, en donde es recibido entre gritos y pequeñas risitas que le llenan el corazón y lo alientan a dar un paso a la vez.
“El Profe Matilla”, es un ejemplo de vida. De lucha, de constancia y de que siempre se puede volver a empezar.
Rafael no puede tapar el sol con un dedo, pero con ese mismo dedo sí puede pintar la luminosidad de paisajes admirables derivados del astro rey. Su dedo pinta maravillas de la naturaleza.
Hoy por las calles de Navolato, camina un artista. En el atardecer de su vida unos tubos de pintura cargados de colorido le dan luz a su camino. Los tiempos que otros a su edad dedican a descansar, él los usa para cargarse de la alegría y el optimismo de los niños. Un día saldrán grandes artistas recordando con afecto al maestro tierno que les dibujó un futuro de armonía.
Con sus habilidades en el arte, Rafael Matilla pinta en los niños de Navolato un rostro de alegría.
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