Mejor es hacer, que decir

Por: Víctor Pérez

…porque si no tengo amor… no soy nada


La naturaleza del ser humano es compleja, y también es difícil de entender. Quizá por eso, la
historia de la humanidad está plagada de restricciones, ordenamientos, códigos, leyes y principios que permiten la “sana” convivencia entre los individuos. El orden como un principio básico, en la construcción de las diversas relaciones que el ser humano construye a lo largo de su existencia, es un ideal que hoy en día todos buscamos, pero, que a la vez lo obstaculizamos.

Quizá la respuesta –simplificada- de la contradicción previamente mencionada, es el sentimiento de egoísmo exacerbado que de manera natural –diría Adam Smith, el padre de la Economía política- todos los seres humanos mostramos cuando –sentimos- que es necesario proteger nuestros propios intereses, aun cuando esto significa perjudicar al prójimo o pasar por sus propios intereses o peor aún, de sus propios derechos.

Es interesante observar, que en las diversas religiones de la humanidad – Budismo, Islamismo,
Judaísmo, Hinduismo, y por supuesto, que también el Cristianismo con todas sus múltiples
variantes o denominaciones- hablan de amor al prójimo y de una práctica de valores universales, que de manera teórica muestra un panorama alentador y con grandes esperanzas entre los individuos. Sin embargo, en la vida cotidiana no es así.

Hoy en día, podemos constatar todo esto, con tan solo dar un vistazo a las noticias, y veremos que el mundo –nosotros como sociedad- dejamos de lado tales ideas de armonía y trato justo hacia nuestros semejantes. Otro ejemplo de ello, es que año con año los índices de delincuencia –en todos los niveles- aumentan y de manera alarmante, las relaciones comerciales, laborales e incluso las familiares o amistosas se deterioran por este egoísmo exacerbado, pero esto no es culpa de un ente superior llamado “Gobierno, Dios, la Providencia, el Cosmos o el Destino” como algunos se empeñan a llamar.

Nuestra realidad es simplemente el resultado de la falta de compromiso o empatía con nuestros
semejantes. Es el pobre resultado, de enseñar a no compartir nuestros éxitos económicos,
sociales, culturales y políticos con nuestros semejantes. Vivimos tan ensimismados de nuestra
propia realidad que no vemos más allá de la puerta de nuestra propia casa o negocio. Usamos
frases como: “Es pobre por flojo o tonto” para justificar nuestra falta de empatía hacia los más
necesitados o desfavorecidos en nuestra comunidad.

Con esto, no quiero decir, que vamos a querer redimir o arreglar la vida de quienes han tomado
una serie de decisiones que les llevó a tales circunstancias de vida. Más bien, me refiero al hecho de que día a día, busquemos ejercer la justicia y la bondad en pequeños hechos o actitudes, tales como “no hablar cosas de nuestro prójimo que no nos consta”, o “si me prestó algo alguien, lo devuelvo”, “sí veo a alguien en la calle con dificultades –se le estropeó una llanta, cruzar la calle transitada, cargar algo pesado, etc- ofrezco mi ayuda. Recuerda, todo acto de bondad llama a otro acto de bondad.

Ojalá que en este nuevo inicio de año, nos atrevamos a ser DIFERENTES, recordemos siempre, que nuestros hechos hablan más que nuestras palabras, recordemos que siempre es mejor hacer que solamente decir.