PRIMERA PARTE La arquitectura de los años 40´s y 50´s del siglo XX.
Por: Jaime Félix Pico
La ciudad de estilo arquitectónico señorial que construyó el régimen porfirista en la capital de Sinaloa a fines del siglo XIX y principios del XX, resultado de su política modernizadora de Paz y Progreso; la innovación urbana y creatividad arquitectónica que caracterizó a la obra del Ingeniero Luis F. Molina, Arquitecto de la Ciudad -protagonista de la primera modernidad- empiezan a declinar y desfigurase, casi imperceptible en medio de un proceso de despegue económico y social sustentado en el desarrollo agrícola e industrial.
En el año de 1948 se inauguró la Presa de Sanalona abriendo sus compuertas para llevar agua a la extensa planicie costera, el Valle de Culiacán, el Distrito de Riego No. 10, a la postre el centro productor de alimentos más importante del país, reconocido por las autoridades gubernamentales como el Granero de México, suerte de “marca Sinaloa” que trascendió junto con los agricultores culiacanenses, los mejores productores de granos y hortalizas.
La investigación historiográfica en esta etapa donde asoma la modernidad debido al crecimiento acelerado de Culiacán nos revela una realidad en la que casi todos los cronistas, historiadores y profesionales de la arquitectura están de acuerdo.
El Arquitecto Alejandro Ochoa Vega en su libro titulado “Modernidad Arquitectónica en Sinaloa”, pone énfasis en esto: “Modernidad construida por las fuerzas locales y nacionales, públicas y privadas, con profesionales de la ingeniería y la arquitectura, casi todos nacidos y formados en el centro del país, y en menor medida, pero no menos significativo, por extranjeros o de origen sinaloense con estudios en Estados Unidos o en la ciudad de México”.
Es curioso que los protagonistas de la modernidad urbana y arquitectónica de Culiacán hayan sido profesionistas que vinieron, la mayoría, del centro del país según se observa en la cita anterior.
La primera modernidad la protagonizó el Ingeniero Molina que vino de la ciudad de México recién graduado en ingeniería y arquitectura; la segunda, por un grupo de ingenieros y arquitectos formados en la UNAM y el IPN en México que se establecieron aquí para construir obra pública y privada, atendiendo la demanda de estos servicios que afloraba en el despertar de la ciudad.
Pero ¿qué es la modernidad?
Según el diccionario, modernidad se refiere a lo actual, lo que pertenece a una época reciente. Se ha escrito y discutido mucho con respecto a este término, sin embargo, se puede entender con mayor claridad a partir de una reflexión del filósofo francés, Alain Touraine: “La sociedad que hace tabla rasa del pasado no puede llamarse moderna… moderna es aquella sociedad que transforma lo antiguo en moderno sin destruirlo”.
Si la sociedad culiacanense que vivió la década de los años 40´s del siglo pasado hubiera tenido este conocimiento, esta conceptualización de la modernidad arquitectónica, quizá la decisión de intervenir el Teatro Apolo (1948) hubiera terminado no en su demolición sino en un proyecto transformador, para con otros usos, pero el edificio aun estaría formando parte de la imagen urbana, existiría con categoría de monumento histórico.
Abundando en el análisis de Touraine, éste vincula a la modernidad arquitectónica con el concepto de “ruptura con la tradición” pues -dice- no se puede abordar la modernidad desde una sola perspectiva o disciplina como la arquitectura dado que modernidad es un proceso civilizatorio, cultural, que surge en momentos críticos por los que pasa una sociedad y del caos que se genera nace una nueva concepción en todos los órdenes.
El movimiento modernizador en arquitectura en México fue generado en los años 30¨s del siglo pasado, después de la revolución y la post revolución, en el momento en que los profesionales de la arquitectura se hicieron la pregunta ¿cuál sería el rumbo de la arquitectura mexicana?
Entre 1920 y 1960 los arquitectos de México discutieron temas de fondo, entre otros, el carácter de la arquitectura mexicana frente a la modernidad, generándose nuevos códigos de expresión con perfiles multiculturales.
Antes de avanzar a mostrar cómo se dio este movimiento en Culiacán, vale aclarar que el fenómeno de la modernidad arquitectónica en México no es uno solo, ni se manifiesta igual en todas las regiones de México.
El movimiento se expresa de manera distinta en cada región o estado de la República pues está influenciado por las particularidades geográficas, climáticas, culturales e históricas, además de las políticas gubernamentales implantadas en lo social, que serán el sustento sobre el cual los tipos o códigos de modernidad serán expresados.
En Culiacán al igual que en otras ciudades de México la modernidad tomó auge a partir de los años 50´s y se consolidó en los sesentas coincidiendo con eventos políticos, sociales y culturales determinantes en el desarrollo de la ciudad.
En este orden de ideas la intervención de un edificio de cualquier género – sigo el ejemplo del Teatro Apolo, de género infraestructura cultural- no sería igualmente resuelto en Monterrey o en Guadalajara o en la ciudad de México, por las condiciones ya mencionadas.
Como colofón de este análisis: si el Teatro Apolo de Culiacán se demolió, la pregunta sería ¿Qué tratamiento hubiera merecido en otras ciudades?, y aún más, ¿qué idea de ruptura con la tradición tenía la sociedad culiacanense en el momento de la intervención de la finca?
PRIMERAS OBRAS MODERNIZADORAS DEL URBANISMO Y LA ARQUITECTURA
En Culiacán durante el tiempo que duró la construcción del nuevo templo de Guadalupe (entre 1958 y 1967) permaneció en el horizonte urbano una construcción que llamaba la atención de la población.
Mirando hacia lo más alto de las lomas que rematan la vista hacia el sur de la ciudad, a lo lejos la construcción parecía un enorme toldo de concreto cubriendo la antigua capilla de La Lomita.
Así quedó registrada en la memoria colectiva de los culiacanenses un ícono de la modernidad arquitectónica; desde lo alto de la ciudad se enviaba un mensaje simbólico de que algo importante estaba ocurriendo a la imagen urbana de la ciudad.
La realidad era que una compañía constructora de razón social Casas y Obras que dirigía el Arquitecto Jorge Molina Montes (oriundo de Yucatán y discípulo del Arquitecto Félix Candela) empezó a construir el nuevo santuario empleando moderna tecnología constructiva, de avanzada, arquitectura de “cascarones” con la que se diseñaban edificios de formas geométricas, construidos con hormigón armado, lográndose espacios amplios para comodidad de la audiencia que exige visibilidad total hasta el altar sin pilares que obstruyan la visibilidad.
Lo que hoy es el techo del santuario de formas geométricas primero se construyó cubriendo la capilla antigua sin destruirla y se optó por conservar la edificación hasta en tanto se llegara a la etapa de terminación de la iglesia lo cual ofreció un objeto observable a lo lejos que el pueblo reconocía como una gigantesca tortuga.
Finalmente, la capilla debió ser demolida para concluir con el proyecto.
El nuevo templo marcó en el imaginario popular la llegada de la modernidad arquitectónica a Culiacán, con una singularidad: la técnica constructiva de cascarones que se utilizó fue creación del Arquitecto Félix Candela, español refugiado en México, de fama internacional, quien había construido obras solamente en la ciudad de México y después en Europa; sus alumnos, ya profesionales, aplicando la técnica aprendida del maestro Candela construyeron la Iglesia de La Purísima Concepción en la ciudad de Monterrey y el nuevo santuario de Guadalupe en Culiacán, entre otras.
Estos modernos edificios visibilizaron en la provincia mexicana el fenómeno de modernidad arquitectónica; así la ciudad de Culiacán trascendió a nivel nacional con esta obra ubicándola en la ruta de la innovación arquitectónica.
Otras obras de vital importancia urbanística y social fueron construidas antes de que se manifestara el movimiento modernizador. A saber: el desarrollo urbano de dos colonias residenciales, la Chapultepec y la Guadalupe, ésta impulsada por el desarrollador Ricardo Aguilar Figueroa, ambos desarrollos urbanos iniciaron a principios de los años 50´s.
El Paseo Humaya, hoy Malecón Niños Héroes, obra del Ingeniero Napoleón Ramos, quien fue Director de Obras Públicas con el gobernador Manuel Páez (1933 –1936); Ramos tuvo la idea de crear un paseo en la margen izquierda del Río Tamazula para contener las inundaciones del río en época de lluvias, y urbanizar los terrenos aledaños, “lotificarlos” para construir residencias con el atractivo visual del paisaje natural del río.
La sede del nuevo Casino de Culiacán, (inaugurado en 1943) construido por el Ingeniero Constantino Haza Peralta, originario de Tehuacán, Puebla; singular edificio de los primeros de estilo art deco en la ciudad; y donde se utilizó por primera vez el concreto armado.
Fue durante muchos años el principal centro social donde se reunía la clase pudiente, la élite social integrada por las familias más prominentes de Culiacán.
Al Ingeniero Haza también se le debe el proyecto para la construcción (1948) del estadio de béisbol Gral. Ángel Flores. Y gran número de casas habitación.
LOS ARQUITECTOS MODERNIZADORES
El pionero de este movimiento fue el Arquitecto Francisco Artigas, quien llegó a Culiacán en el año de 1942, era bien conocido como constructor de residencias en la ciudad de México en sectores urbanos modernos como el Pedregal de san Ángel.
Su estancia en Culiacán fue breve, regresó a México tres años después, pero advirtió la demanda de servicios de arquitectura generada por el crecimiento económico de la región, visualizando establecer un despacho de arquitectura asociándose con sus compañeros arquitectos que recién habían terminado sus estudios en México, convenciéndolos de venir a residir en Culiacán.
Artigas dejó su estilo arquitectónico en las residencias que construyó a familias muy conocidas, económicamente solventes dedicados a la naciente agricultura tecnificada: Tamayo, Ritz, Clouthier y Echavarría.
El Arquitecto Germán Benítez, poblano de origen, egresado del Instituto Politécnico Nacional, fue el primer socio de Artigas. Construyeron modernos edificios para distintos usos: cines (Avenida 1944-1947); oficinas (edificio Echavarría, atrás de la Catedral, 1944); establecimientos comerciales (Almacenes Zaragoza, 1945); habitacionales (Departamentos Ritz, 1946).
Arquitecto Fernando Best, llegó a Culiacán contratado por el Ayuntamiento de Culiacán realizando obras de urbanización como la ampliación de la avenida Rubí (1947) y obras en el Puente Cañedo.
Al dejar el Ayuntamiento se asoció al despacho de Artigas y Benítez expandiendo su cobertura constructiva en obras muy diversas: agencias de automóviles (agencia Ford, frente a la Plazuela Rosales y Chrysler, calle Escobedo poniente); industrias (Embotelladora Orange Crush, calle Colón y Donato Guerra); organismos de agricultores (edificio CAADES, calle Zaragoza y Juan Carrasco); Iglesias (El Carmen, calle Fco. Villa y avenida Andrade).
El Arquitecto Vega Ochoa califica a los arquitectos: Artigas, Benítez y Best, como la “triada de pioneros” quienes pusieron en marcha e impulsaron la modernización de la arquitectura y el urbanismo en la ciudad, imponiéndole un nuevo sello a la imagen urbana de Culiacán.
En la década de los años 40´s y primera década de los años 50´s la obra pública se sumó al movimiento modernizador, manifestándose principalmente en la construcción de escuelas. En la delegación estatal del CAPFCE (Organismo público Descentralizado del ámbito federal) trabajó otra triada de arquitectos, que vinieron del centro del país: Juan Segura, Roberto Saavedra Reyes y Jaime Sevilla Pollastro, los tres egresados del Instituto Politécnico Nacional.
Construyeron escuelas en Culiacán destacando el edificio de la Escuela Normal de Sinaloa, la Escuela Primaria Gral. Ángel Flores, la Escuela Sócrates y escuelas en Navolato y Eldorado.
Estas dos triadas de arquitectos pioneros de la modernización definieron las características de la arquitectura de las dos décadas (40´s y 50´s) y se consideran como los constructores de una nueva imagen para la ciudad, que empezó a configurarse bajo los códigos de la arquitectura funcionalista, un nuevo lenguaje arquitectónico que en los años siguientes terminaría por consolidarse, como lo veremos en el próximo artículo.