Algunos creyentes aseguran que beber tequila del ayale ayuda a las enfermedades pulmonares.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Culiacán, Sinaloa.- En pleno centro de Culiacán, en la esquina de Domingo Rubí y Miguel Hidalgo, está Don Rubén. Un hombre de 65 años que no solo vende ajos y chiles chiltepines, sino que es un representante de la tradición ancestral. Vende frutos de Ayales.
Según Don Rubén, en los frutos de ayales o tecomates se encuentran propiedades curativas, que mezcladas con tequila encierran los secretos de los sabios ancestros.
Con sus más de tres años como vendedor, no solo ofrece productos, sino que con paciencia cuenta historias. Entre cada especia y raíz que exhibe en su espacio callejero. La esquina se convierte en un lugar donde los aromas se mezclan con esas historias, y entre esos relatos destaca la antigua práctica de preparar y consumir los ayales.
Este hombre de la colonia Sinaloa, muy cerquita del ISSSTE, ha forjado su camino entre los trazos de la vida y las complejidades que esta ha presentado. Antes de convertirse en vendedor de ayales, Rubén experimentó el desafío del cambio cuando la pandemia tocó a su puerta.
"Trabajaba en un estacionamiento, pero con la llegada de la pandemia se acabó el trabajo", comparte Rubén, recordando el momento crucial que lo llevó a buscar nuevas formas de subsistencia. La música, una pasión que lleva consigo desde siempre, se convirtió en su aliada cuando decidió cantar en las calles del Centro para sobrellevar los días difíciles.
Entre notas de karaoke y melodías improvisadas, Rubén encontró la inspiración para abrazar un nuevo capítulo en su vida. Pero la verdadera revelación vino cuando descubrió el negocio de la venta de ajos y, más significativamente, la posibilidad de compartir los ayales, ese fruto que lleva consigo no solo como un producto, sino como una herencia.
La esquina se convierte en un escenario donde Rubén despliega no solo sus productos, sino también su experiencia y conocimiento. "El ayale tiene propiedades curativas para el asma, la tos, golpes internos, y hasta podría servir para el Covid, yo creo”, dice entre risas y comparte con una mezcla de humor y convicción, revelando la creencia arraigada en las virtudes curativas del ayale y el tequila fermentados, creando la que él llama “la bebida de los dioses”.
Rubén, soltero y con 26 años de experiencia laboral en el otro lado de la frontera, se ha adaptado a las circunstancias con ingenio y resiliencia. El canto callejero se transformó en una oportunidad para aprender nuevos instrumentos, como la guitarra y el piano. Entre especias y acordes, este hombre sencillo ha construido una vida rica en matices, redefiniendo su identidad más allá de la etiqueta de vendedor ambulante.
Su jornada comienza puntualmente a las 8:00 de la mañana y se extiende hasta las 6:00 de la tarde, pero su presencia va más allá de las horas de venta. Rubén se convierte en algo así como un embajador de la salud, brindando a quienes se acercan a su esquina no solo productos, sino también historias de lucha y esperanza.
En cada bulito para echar agua, en cada ajo que pesa en su mesa improvisada, y en cada anécdota que comparte, Rubén Guzmán va dejando un legado que va más allá de las especias y las bebidas curativas.
Su esquina se convierte en un pequeño altar de tradición, donde cada compra es una oportunidad para ser parte de una historia cotidiana en el trajín urbano y se ha transformado en parte del diario vivir en el Centro de la ciudad.
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