Con sus Juegos con Causa crean sonrisas que ayudan a los más necesitados.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Nariz roja, maquillaje, zapatos grandes y demás indumentaria forman parte de la personificación de un payaso.
Hacer reír es un arte. No todos lo logran. Hay quienes como Cascarita se convierten en más que un personaje. Es la persona en sí. Sobre todo, si se ha sido “el payaso” desde la tierna infancia.
Así sucede con César Manuel Angulo Soto, un talentoso artista del maquillaje que desde niño ha demostrado su pasión por el Clown.
“Yo admiro a todos los payasos. Para mí, ir a un circo o a una función de payasos, sea cualquier payaso, me llama la atención”. El reconoce el esfuerzo que requiere cada rutina.
Durante su niñez, ver un payaso, era parte de una vida cotidiana. Proveniente de una familia de payasos el interés y la curiosidad era mayor.
“Tengo familiares que son payasos. En aquellos tiempos se llamaban Payasos Originales de las Palmeras y posteriormente cambiaron el nombre a La Familia Show”, César, se integró al espectáculo cuando apenas era un pequeño niño de 8 años.
Para él, el tiempo no ha sido olvido. Aún recuerda aquella primera vez que tuvo pintura en su rostro y ese sentimiento que aún anida en su memoria.
“La primera vez, me maquilló mi primo Jorge Ureña. Cuando me vi como payasito sentí una alegría. La verdad sí dije, yo soy de ahí. Me gusta. Y empezó mi vida de pintura en la cara”, dice con un tono de emoción.
Incluso, aún tiene presente aquel primer evento en donde se estrenó como payaso.
“Tengo muy presente ese evento. Fue mi primera vez de payaso, fue en el parque de la colonia obrera. No llevaba una rutina. ¿Sabes lo que me enseñaron nada más?, Yo entraba como a hacer un pequeño mensaje… Papá, papá, ¿me dejas jugar con el perro?, No porque te muerde, me decía el papá; y otra vez salía y volvía entrar hasta que al final me dice, Sí. Ve a jugar con el perro, y yo le respondo, ¡No porque me muerde!” recuerda entre risas.
Pero en la vida de César Manuel, no todo ha sido risas y alegrías. A él, también le ha tocado llorar.
Con voz entre cortada, recuerda que, por una situación económica adversa, tuvo que dejar la escuela. No tenía dinero para comprar libros y se vio obligado a entrar a trabajar al corte de tomate. Un trabajo nada sencillo para un niño de 12 años, pero la única opción para aportar al sustento del hogar.
“Somos cinco hermanos y siendo pequeños, mis papás se separaron. Nosotros tratamos de vivir nuestra vida. Mis hermanos mayores se encargaban de nosotros”, dice con nostalgia.
Llevar esa vida, lo obligó a ser un hombre de buenos sentimientos. Refugiado en su personaje pudo salir adelante. Incluso, asegura que fue gracias a Cascarita que hoy ha logrado desarrollarse como persona y como ser humano.
“El payaso me ha ofrecido mucho. Yo todo se lo debo a Cascarita. Gracias a él, he logrado todo lo que tengo”, dice con reflexión.
Y es que, aunque se describe como un hombre tímido, asegura que cuando se pone maquillaje, todo es diferente.
“Es una gran diferencia cuando me pongo maquillaje. Siento como que eres otra persona. Desmaquillado me siento tímido, pero con maquillaje ya soy otro. Es algo raro. Me cambia mucho. Cascarita es muy divertido, trata de sacarle una sonrisa a todo el mundo”, dice.
Sin embargo, asegura que Cascarita también es sensible. “Los payasos también lloran”, este payasito llora por ver injusticias, por ver cosas malas. “Lloro por eso. He visto, muchas personas que necesitan ayuda y no poder echarles la mano me hace llorar”, dice con un dejo de tristeza en la mirada.
Pero César Manuel no se queda de brazos cruzados. Junto con sus amigos realizan actividades para ayudar a los más desfavorecidos.
“Con Payasos Softboleros tratamos de hacer juegos con causa. Tratamos de hacer lo posible de que los asistentes a los juegos se rían y así lleven un granito de arena en favor de alguna persona necesitada”, así, Cascarita vive ayudando.
Las responsabilidades de la vida, han orillado a César Manuel a pensar en dejar de lado a su personaje, pero su sentido de servicio es más fuerte.
“He tratado de dejar a mi payaso, a veces uno se cansa y sientes estrés de tantas cosas que la vida te exige, la familia, trabajos extra para completar el diario, pero el payaso no me deja salirme. Hay personas que se comunican con nosotros para pedir ayuda. Son de muy bajos recursos. No los podemos dejar solos. Y ahí va el Cascarita. Hace todo por ayudar. Creo que primero Cascarita me tiene que dejar a mí”, dice con reflexión.
Incluso, a César Manuel le ha ayudado mucho. Todo se lo debe a su personaje. El trabajo de rotulista al que se dedica actualmente, los amigos que posee, el equipo de Payasos Softboleros, incluso su familia que lo hace tan feliz.
“Siento todo por mi payaso. Se lo debo todo y juntos podemos ayudar. Por eso los invito a que puedan apoyar en los Juegos con Causa, aunque sea cinco pesos, quinientos, lo que sea”, dice.
Cascarita se caracteriza por ser un alma libre. Tiene una identidad propia, nobles sentimientos, emociones y conciencia que lo motivan para ser siempre un aliado de los más necesitados.
Con Cascarita, la vida es una alegría, pero junto con los Payasos Softboleros de Navolato es un aliento de vida. Sacar alegría es un arte, pero generar una sonrisa duradera es un acto de generosidad humana. En Navolato, Cesar Manuel es un payaso que vive para servir.