A la crisis de seguridad y de derechos humanos se suma la viralización del miedo gracias a la infodemia que ha semiparalizado nuestra rutina desde ya casi un mes, con impactos todavía no cuantificados en el bienestar emocional, el aprendizaje de estudiantes, la justicia y en la economía local, por citar algunos
Por: Francisco Cuamea
El video dura tan solo 5 segundos. En apenas 2 de ellos se aprecia muy al fondo una camioneta blanca parada en doble fila con ambas puertas abiertas. Un auto está a su lado, entre la banqueta y ella.
En medio hay dos hombres frente a frente. Es todo. Dos segundos de 5 con muy escasa información, pero el contenido del texto en WhatsApp advierte que en la glorieta del bulevar Conquistadores, del sector La Conquista, hay gente armada. “Atravesaron una camioneta”.
Fueron suficientes las 15 palabras de este aviso para que el video se viralizara. Después de analizarlo con las aplicaciones comerciales a las que un aficionado puede acceder, no se aprecian armas. Quizá sí había, pero no se ven en esos 5 segundos. Fue el mensaje de texto lo que nos hizo creer como verdadero que el clip era sobre personas armadas.
Y así como este, han circulado un sinnúmero de contenidos no verificados, imprecisos, antiguos, incompletos, o incluso de otras ciudades, que se viralizan en WhatsApp, Facebook, Instagram, X o Tik Tok y que se mezclan con otros que sí son reales.
El resultado ha sido que, a la crisis real de seguridad, derechos humanos y comunicación pública, se suma la viralización del miedo gracias a la infodemia que ha semiparalizado nuestra rutina desde ya casi un mes, con impactos todavía no cuantificados en el bienestar emocional, el aprendizaje de estudiantes, la justicia y en la economía local, por citar algunos.
Una infodemia que, por cierto, prospera gracias a, por lo menos, dos factores. Uno es profundo vacío de información oficial, que sea útil y guíe a los ciudadanos con oportunidad, no sólo dé un saldo al final del día.
El otro es ese trauma social no atendido desde el Culiacanazo de octubre de 2019. Cinco años después seguimos siendo una sociedad afectada por el impacto de aquel día. Nuestro encierro es señal de que no lo hemos superado. NI hecho algo para ello.
El algoritmo y la infodemia, la otra pandemia
Antes de continuar, decir lo evidente: el episodio actual de violencia es inaceptable, injusto, irresponsable, preocupante y va escalando hacia otros delitos: “A río revuelto ganancia de pescadores”.
El miedo es comprensible y humano. Es un mecanismo de nuestro cerebro para sobrevivir ante el peligro que nos ha permitido permanecer como especie, entre otras cosas.
Biológicamente hablando, podemos huir, arremeter o paralizarnos. Esta última, al parecer, es la reacción que ha primado.
Lo que intentamos aquí es buscar comprender la viralización del miedo, o la infodemia, conocida como la epidemia de desinformación que se propaga en redes sociales.
“Una infodemia es un exceso de información, incluida información falsa o engañosa”, explica la Organización Mundial de la Salud, “en entornos digitales y físicos durante un brote de enfermedad (o crisis de seguridad pública, en nuestro caso)”.
La infodemia tiene un aliado: el algoritmo. Este es el “robot” de las redes sociales y de los buscadores cuyo trabajo es conocernos a profundidad.
Con base en nuestros hábitos de consumo, detectan nuestros principales intereses y prácticamente nos ponen enfrente aquello relacionado con lo que ya consultamos anteriormente.
En brotes de violencia como el actual, el algoritmo detecta el tema como relevante dado el interés de las audiencias, y nos lo presenta. En otras palabras, se da el sesgo algorítmico que funciona como las pajareras de los caballos: sólo vemos esa fracción de la realidad, pero pensamos que es toda la realidad.
Así, en el vacío de información gubernamental transparente, oportuna y útil hemos estado sobreexpuestos a noticias falsas y verdaderas de la violencia, al grado de que el 1 lo sentimos como 10, al 10 como 100, y así una parte de la población aún prefiere quedarse en casa.
Pongamos perspectiva al tema.
Elota y Culiacán: la “densidad del miedo”
Las comunidades rurales viven la violencia de manera más “cercana”, por lo que su temor puede estar menos contagiado por la infodemia y más provocado por amenazas concretas.
Es el caso de Elota. De acuerdo con la oportuna nota de Marcos Vizcarra para el sitio Espejo, ahí sí sus habitantes reciben instrucciones directas de los delincuentes para que no salgan de sus casas en la noche.
“A las 5 de la tarde ya empiezan a cerrar los negocios, se bajan las cortinas, las calles quedan vacías”, escribe el periodista después de entrevistar a pobladores de la cabecera municipal.
“Es una orden dada por criminales a través de radios y directamente a pobladores de Elota… La orden es que nadie debe estar fuera de sus casas después de las 8 de la noche, nadie debe tener las luces prendidas y todos deben guardar silencio”.
Otros testimonios recogidos para Ensayo y error lo confirman. Incluso, a la entrada de Celestino hay un punto clandestino de vigilancia que “escolta” al “extranjero” que entra o sale.
Elota tiene 15 mil 145 habitantes distribuidos en al menos 24 pueblos. La ciudad de Culiacán tiene prácticamente un millón de habitantes y más de 500 colonias y fraccionamientos. Alturas del Sur, una de ellas, tiene más habitantes que todo Elota. Ahí viven aproximadamente 21 mil personas.
Con esto queremos decir que hay una especie de densidad del miedo. En poblaciones pequeñas, con mayores grados de vulnerabilidad, puede ocurrir que sus habitantes tengan más probabilidades de “ver de cerca”, de experimentar directamente la presencia de personas armadas y otras derivaciones de este tipo de violencia.
Y en poblaciones mayores, como la ciudad de Culiacán, podría ser más probable que “nos enteremos” de esa violencia por canales no directos, sino a través de sitios de noticias y redes sociales. Con excepción, claro está, de ciertas colonias del Culiacán profundo.
Esa es la perspectiva espacial.
El 2008 vs 2024: la perspectiva temporal
En 2008 Culiacán también quedó atrapada en la batalla entre dos facciones del Cártel de Sinaloa. Quizá la primera fractura en la historia de esta organización criminal.
A partir del 30 de abril de ese año, fuimos testigos de cruentos enfrentamientos entre criminales, y entre estos y policías en el primer cuadro de la ciudad: en la colonia Guadalupe; sobre la calle Rosales, entre Obregón y Carrasco; en la colonia Las Vegas… Nos atrevemos a decir que la intensidad de la violencia de entonces fue mayor a la actual.
En ese abril, el primer mes de al menos 3 años de una guerra que se extendió por todo el país, la entonces Procuraduría del Estado registró 206 homicidios en todo Sinaloa.
Este septiembre que recién concluyó fueron 142, 31 por ciento menos que en aquella ocasión.
La única noche que recordamos que todo se paralizó y nos guardamos en casa fue la madrugada del 10 de mayo. Dos días antes fue asesinado un hijo de Joaquín Guzmán y, por el miedo a una posible venganza, nadie salió de su casa.
Fuera de esa noche, la ciudad no se paralizó, aunque podemos equivocarnos. Claro, sufrimos los impactos sociales, de afectación de derechos humanos y económicos, hubo muchas víctimas, pero no hubo una viralización del miedo. ¿Por qué? Porque hace 16 años el ecosistema de redes sociales no estaba tan avanzado como hoy.
Gestión de la infodemia
Nada de lo escrito hasta aquí quita la gravedad e importancia de lo que estamos viviendo hoy.
Las ciudadanas y ciudadanos de Culiacán, Eldorado, Elota, Cosalá, Rosario, San Ignacio, Concordia y Mazatlán, pero sobre todo las víctimas, merecen Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición.
La violencia y la paz son fenómenos complejos y como tal deben atenderse. Esto es, separar al todo en sus partes, e identificar los orígenes de problemas y soluciones entre las interrelaciones de estas.
La infodemia es una parte de esta complejidad y, dada la gravedad de sus impactos que generan el miedo y parálisis social, también debe reconocerse y analizarse, sobre todo, para aprender de la experiencia y desarrollar los mecanismos para su gestión.
A partir de la infodemia durante la pandemia del Covid, la Organización Mundial de la Salud ha desarrollado estrategias de gestión para atender o mitigar la viralización del miedo.
Estas van desde el uso de la inteligencia digital hasta los principios de la infodemiología como disciplina científica.
Esta epidemia no se va a ir y, por lo que se presiente, la violencia tampoco. No al menos en años.
Es más que urgente que el Gobierno de Sinaloa y, específicamente la Secretaría de Salud, desarrollen la estrategia de gestión de la infodemia.
Al menos eso.