Huérfano de padre y madre, sin saber hablar español tuvo su más grande meta estudiar para tener una vida digna
Por: Juan Francisco Sotomayor
Villa Juárez, Navolato.- Eusebio González es uno de esos personajes que inspiran, por cruzar la escala de sacrificios, pasando de la más grande desventura de la orfandad total, y migrando de la miseria a la dedicación. Sólo hablaba lengua Triqui, su primer reto de niño fue que alguien le enseñara español, que lo acercaran a una escuela y encontrar trabajo para seguir estudiando. En Villa Juárez, Navolato encontró el emprendimiento que le ha dado grandes satisfacciones poniéndole cabeza al taco.
En la comunidad serrana de Santa Cruz Río Venado, municipio de Constancia del Rosario, en el estado de Oaxaca, la distancia es como un enemigo del desarrollo, pero es esencia en la preservación de la cultura nativa. Ahí nació Eusebio González Vázquez, rodeado de la cosmovisión de la etnia Triqui.
Su destino pudiera haberse esculpido para ser peón, o en el mejor de los caos ser jornalero agrícola. Siendo huérfano de padre y madre comía plátanos y frutas silvestres, pero vio en el pueblo que los maestros que estudiaban podían tener ropa, comer sopa y trabajar poco. De ahí nació su interés por estudiar. Recuerda que en la primaria a la hora del recreo algunos niños tenían algo que comer, pero el salía a las huertas a buscar fruta para el día.
Abandonó la escuela para venirse a Sinaloa
Recuerda que abandonó la primaria para venirse a trabajar a Sinaloa como jornalero agrícola, donde era agobiante porque tenía que rendir como adulto. Por esa causa se regresó a su tierra. Lejos de su casa, en el pueblo de Constancia del Rosario vivió de arrimado con un profesor, para terminar de estudiar la primaria y aprender a hablar español, ahí le dieron comida para que estudiara hasta la secundaria.
Cuenta que se entusiasmó cuando supo que había becas de Conafe para estudiar la preparatoria. Se le quiebra la voz de recordar sus tiempos de hambre y pobreza y lo que podía representar si terminara la prepa.
Cuando le dieron la beca él era el maestro en pueblos marginados donde le daban comida 8 días en cada casa. En una de esas casas conoció a la muchacha con la que se casaría tres años más tarde. Anabel González Aparicio vio a un joven con muchas ganas de sobresalir, como pocos en el lugar, por eso le robó el corazón.
De sus experiencias de su primer empleo, ya de casado, recuerda que fue a pedir trabajo en una panadería, con su certificado de preparatoria en mano lo emplearon como intendente y de mantenimiento. Entre sus desagradables experiencias recuerda que lo metieron a bucear en una fosa de drenaje cuando se tapó el caño.
Pero pronto escaló el puesto de almacenista y ahí aprendió a administrar, aunque le pagaban ocasionalmente.
Su hermano que era jornalero agrícola en Ensenada le mandó carta avisándole que se fuera a trabajar allá, se juntó con otros dos muchachos, pero al llegar a la Ciudad de México los estafó el taxista, y continuó el camino solo. Después de juntar ropa de la basura, en vez de llegar a Ensenada se quedó en Sinaloa, llegando a Villa Juárez en pleno mes de agosto cuando hay poco trabajo.
El hombre que le brindó empleo
Recuerda que ahí junto al Seguro Social vio a un hombre sentado, con un botellón de agua, y echándose aire por el calor. Se acercó a pedirle agua y ese hombre le ofreció trabajo como ayudante de taquero. “Y yo le dije, mire señor, si quiere no me pague usted en una semana, primero vamos a trabajar y usted me dice si sí o no y si en la semana no puedo, usted me puede decir que no”.
Terminada la semana el taquero le dijo: “esta persona es la que yo ando buscando, sí puedes trabajar conmigo me dijo”. Con ese trabajo le dio ánimo para enviarle una carta pidiéndole a su esposa y a sus hijos para que se vinieran a Villa Juárez, un lugar que ella no conocía.
Con un nudo en la garganta recuerda que le dijo: “encontré un trabajo a todo dar, ahora sí vamos a estar bien”. Durante la entrevista no puede contener su conmoción, porque eso le cambió la vida. El taquero le dio oportunidad de que en un corredor de su casa durmiera él, su esposa y sus 2 hijos. Ahí le explicó que, si juntaba retazos de carne en el rastro de sacrificio de ganado, pudiera venderlos a personas más necesitadas. Así empezó trabajando a las 4 de la mañana y cerraba las noches como ayudante de taquero.
Nos cuenta Eusebio González Vázquez, que así fue como compró el primer cilindro de gas y una parrilla. Los tiempos fueron malos para la taquería y su patrón le cedió el negocio a comisión. Así empezó su vida de empresario. Pronto puso su propia taquería, la que hoy se conoce como Taquería Hermanos González, con ricos tacos de cabeza en la colonia Las Cañitas.
Eusebio logró estudiar una licenciatura y darle estudios a sus hijos
Eusebio tiene un hijo ingeniero, una dentista y la otra estudia medicina. Ya de viejo estudió licenciatura en derecho. Ahora con lágrimas en los ojos de puro agradecimiento enjuaga sus recuerdos de los tiempos de hambre que vivió. Es muy querido por sus clientes por su higiene y buen sabor.
Eusebio es un gran ejemplo de resiliencia, viajó de la orfandad total a taquero bondadoso. En Villa Juárez desarrolló su emprendimiento poniéndole cabeza al taco.
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