Valorar la vida y la familia es su gozo cada mañana al despertar. Evitar delitos y cuidarse de las injusticias es su mensaje.
Por: Juan Francisco Sotomayor
Villa Juárez, Navolato.- Aprecia más la libertad quien antes la ha perdido. María Santos Vizcarra canta como ave libre de volar, su voz se escucha en Villa Juárez con profundo sentimiento y quebranto. Con espíritu resiliente encara con alegría cada amanecer ofreciendo ayuda y consuelo a quienes padecen estrés. En su nueva vida ofrece masajes terapéuticos y advierte de injusticias.
María Santos es trabajadora agrícola cuando es temporada de hortalizas, pero todo el año es masajista, con la masoterapia gana unos pesos. “Yo atiendo a personas que tienen los nervios encogidos o que se les hacen bolas. De eso me mantengo”, dice con satisfacción.
Lee también: VIDEO Julián Sierra trajo la enseñanza de Zapoteco a Villa JuárezEl oficio lo aprendió en Cabo San Lucas, luego de un curso en un spa. “Eso me ha ayudado a sobresalir con lo poquito que pueda lograr, para la tortilla, para el huevo, no falta”, señala agradecida de poder convivir con la gente y estar cerca de sus familiares.
María Santos Vizcarra platica que nació en Navolato, cuando el ingenio azucarero La Primavera estaba en jauja, pero su mamá la trajo a vivir en un campo llamado Babirito, que ya no existe, y de ahí se cambió a Villa Juárez, donde ya tiene más de 50 años viviendo. “Es muy linda la gente aquí de Villa Juárez”, dice con pleno conocimiento.
En Villa Juárez también conocen a María Santos por su manera de cantar en público. No le da pena que le pidan que cante la canción de su autoría. Porque para ella es un bálsamo con que se cura la amargura de la injusticia, tras haber estado en prisión por más de 11 años, por un delito que, dice, ella no cometió.
Lee también: VIDEO Flor Yuliana es la niña amiga de las golondrinasBajo amenazas, agresiones, insultos y vejaciones en la prisión de Culiacán conoció el dolor, el verdadero sufrimiento de estar separada de sus seres queridos. También aprendió a meditar sobre la falta de preparación de los juzgadores por no investigar correctamente los delitos.
De esa mala experiencia cuenta sus días de horror:
“Viví muchos atropellos, muchos traumas, me golpeaban, me encerraban en un cuarto que le llaman “El topacio”; me quitaban mi ropa, y así dormía y así amanecía, en botes de agua, sin ropa y amarrada de las muñecas, de mis manos. Las cucarachas andaban por todo el cuerpo, me mordían las ratas. Pasé una vida muy desagradable”, cuenta con gran pesar, recordando la crueldad que una celadora imprimía en allá, pagando para que la maltrataran.
Así fue como su clamor se convirtió en canción. Un canto de añoranza y desesperación:
Como quisiera volver a mi libertad
Mi vuelo abarcaría el ancho mar
Cruzaría bosques y montañas
Como las aves que son libres de volar
Si pudiera ser libre yo como ellas,
Yo volaría sin parar.
Se acabaría mi calvario.
Mis cansados ojos descansarían de tanto llorar.
Si pudiera ser libre como el viento
Yo me abriría pasos en esta vida que me quiere frustrar,
encerrándome en la cárcel sin haber cometido un delito que pagar.
Es tan grande mi dolor, mi angustia, mi tristeza,
mi llanto, mi sufrimiento, mi soledad.
Por Dios de que hay momentos en que siento muchas ganas…
Tremendas ganas de arrancar…
Pero me encuentro entre cuatro paredes,
que son muy difícil de atravesar.
Es tan grande mi dolor, mi angustia,
mi tristeza, mi llanto, mi sufrimiento, mi soledad.
Por Dios de que hay momentos en que siento muchas ganas…
Tremendas ganas de arrancar…
Pero me encuentro entre cuatro paredes,
que son muy difícil de atravesar.
Hay noches que me salgo de mi celda a contemplar…
el cielo, la luna y las estrellas.
Y se me va el sueño en puro pensar…
En cómo estarán, cómo andarán, cuándo saldré, cuándo vendrán…
Hay, pero cómo quisiera volver a mi libertad.
Mi vuelo abarcaría el ancho mar,
cruzaría bosques y montañas,
como las aves que son libres de volar.
Mi madre, mi padre y mis hijos están sufriendo,
de verme tras las rejas del penal.
Y se sienten impotentes en no poderme ayudar.
Hay, pero cómo quisiera volver a mi libertad…
Eso canta María Santos con su voz quebranta y desgarrada, mientras unas lágrimas ruedan por sus morenas mejillas. Con entusiasmo cada día disfruta su libertad.
“Puedo respirar el aire, con orgullo. No tengo que temerle a nadie porque me sobra y basta con lo que sufrí. No se lo deseo a nadie, y así como yo hay personas que están en la cárcel, que son inocentes. Y creo que la justicia debe de hacer algo por esa gente, ver, tratar, averiguar e investigar. Llevar una investigación a fondo, para que si hay una persona que no tiene delito, le den su libertad”, afirma con autoridad.
Cantando y sirviendo cura su resentimiento. Así disfruta su libertad, ayudando a personas que padecen estrés. Unos masajes en los hombros y unas palabras suaves, con aliento de vida, cambian el sentir de sus pacientes. Ayudar a otros es su nueva manera de vivir sin ataduras.
Libre como las aves y volando sin parar, María Santos pasa los días anunciando la alegría de vivir. En Villa Juárez disfruta a sus familiares y amistades. Su calvario ha terminado.