¿Los problemas familiares fomentan las drogas? Carlos lo revela
Carlos decidió compartir su testimonio para revelar la realidad detrás de las adicciones. "No pasa nada" te dicen, lo que no te dicen es que lo que pasa es que la vida se te va
Gritos, insultos y agresiones físicas, fueron el pan de cada día en la familia de Carlos. Un pequeño que a sus siete años de vida no conocía la maldad; pero que por el dolor de ver a sus padres discutir e insultarse para ver quién aguantaba más, y un acto de abuso sexual, lo llevaron a caer en las garras de las drogas.
A sus siete años, Carlitos era un niño con ilusiones de salir de casa, y no para conocer el mundo adverso y vivir aventuras. Quería huir del infierno que la violencia familiar le regalaba.
Con escasos recursos y poca edad de por medio, esconderse debajo de la cama y taparse con una almohada no bastaban para evitar ver y escuchar a sus padres discutir y golpearse. Fue entonces que un objeto con un líquido singular cautivó su atención: la botella de alcohol de su papá.
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A sus 7 años, Carlos se percató que su padre al beber de la botella reía antes de golpear a su madre. Su mente no alcanzaba a percibir lo que el alcohol implicaba pero sí fue suficiente para despertar su curiosidad, hasta que un día decidió dar el paso y empinarse la botella tal y como su padre lo hacía.
Con tragos de amargo licor, comenzó su recorrido por el mundo de las drogas. Sentirse adormilado y sin preocupaciones, le gustó; sin embargo, al poco tiempo se dio cuenta que una botella no era suficiente para saciar el vacío de su alma.
Cada día, los pleitos entre sus padres crecían y la violencia junto con ellos. Fue entonces que Carlos cambió la botella por un cigarro de marihuana. Tal era el caos en su vida que ni la dudó para probarla, se la ofrecieron y al segundo ya estaba fumando, confesó en entrevista para Malala Academia IAP.
El efecto “adormecido” tenía a Carlos enamorado. Aunque fuesen 10 minutos o una hora, este tiempo le permitía huir de su realidad y olvidar, por un momento, el sufrimiento causado por la falta de responsabilidad de sus padres, que lo llevaron a convertirse en víctima de abuso sexual.
Como adicto es difícil aceptar la realidad que estás viviendo, expresó Carlos en la entrevista, y prefieres seguir ingiriendo sustancias para combatir el dolor. Fue entonces que la marihuana ya no fue suficiente para mitigar su pena, que decidió subir de nivel y consumir cocaína.
A pesar de que Carlos pensaba que con la droga iba a poder salir de sus problemas, sólo se adentró más en ellos. Ya no sólo tenía que estar entre la espada y la pared con sus padres, ahora también tenía que buscar ayuda para solucionar sus problemas cardíacos generados por su consumo.
Con taquicardia y la "quijada desfigurada", el reflejo en el espejo de Carlos, ya no era el de un joven de 17 años; era el de un ser perdido en las drogas. Pero ni viéndose en el espejo, quería dejarlas pues las “defendía a capa y espada” y prefería decir que las iba a dejar para que ya no lo molestaran con el tema.
Además, cada que visitaba el barrio donde se drogaba, su ansiedad no le permitía alejarse. Al contrario lo incentivaba a pensar “si ya hago todo mal pues, qué me cuesta volver a enviciarme”.
El ciclo vicioso sólo empeoraba y su vida pendía del borde de un hilo. Hasta que un día, un malestar estomacal lo llevó a urgencias y descubrió que el consumo de cristal le había dañado el estómago y por suerte estaba vivo.
Enterarse del daño generado por las drogas, no fue lo que más le dolió a Carlos; su mayor pesar fue enterarse que ya no podía consumir porque su cuerpo no soportaba las sustancias.
Hoy, Carlos se encuentra luchando por su vida y por dejar las drogas en el pasado. La despedida ha sido larga y dolorosa, pero Carlos no pierde la esperanza de volverle a sonreír a su madre, como un joven sano y con ilusiones.
Va caminando con dificultades cargando una pasado doloroso y en busca de una senda limpia. Donde volver a empezar sea agradable, donde la vida se construya lejos de la maldad.