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El miedo a estar sola me retuvo en una relación abusiva: ‘Ana’

Ahora es víctima protegida en el Centro de Justicia para Mujeres de Sinaloa

3 septiembre, 2019
El miedo a estar sola me retuvo en una relación abusiva: ‘Ana’
El miedo a estar sola me retuvo en una relación abusiva: ‘Ana’

Ahora es víctima protegida en el Centro de Justicia para Mujeres de Sinaloa

Después de tres años de relación abusiva, de vivir en pareja y forjar un hogar todo cambió. Ana empezó a identificar señales de alerta en su pareja. Insultos, amenazas, groserías a ella y a sus hijas.

Por más de 6 años esa fue su vida, soportó todo tipo de violencia psicológica y maltratos verbales. Cada día Ana consideraba el mal momento como pasajero, en la esperanza de que al día siguiente todo sería mejor y el enojo pasaría. Sin embargo, eso nunca fue así.

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Al paso del tiempo Ana terminó abruptamente una relación de riesgo. Huyó de la ciudad que consideró su hogar por más de 20 años, atrás dejo lo que alguna vez imaginó sería la oportunidad de ofrecerle a sus hijas una mejor vida.

“Yo me fui (de Culiacán) por un empleo y estuve 23 años allá, y la verdad no pensaba regresar a vivir de nuevo para acá. Duré viviendo allá 23 años, hasta que tuve este problema de violencia, y eso fue lo que hizo que me regresará”, señaló.

Ana salió de Sinaloa con la esperanza de tener una mejor vida en aquella ciudad del norte. Empleos mejor pagados y la posibilidad de una vida más fácil. Es lo que ella imaginaba, lo que no planeó fue que tiempo después tendría que dejar todo atrás y salir huyendo de un momento sin nada en sus manos.

relación abusiva

Al principio todo era “normal”

Pero no todo fue siempre así, cuenta que conoció a quien fuera su pareja por 10 años en la fábrica donde ella trabajaba. Empezaron a frecuentarse y a salir, al poco tiempo la relación se volvió formal y todo fue siempre bueno.

“Él era todo lo contrario, muy atento, una persona muy atenta…Él siempre buscaba la manera para que yo tuviera todo, él buscaba la manera… Era muy atento, muy amable conmigo, no era grosero, hasta después, como todo ya empiezan a cambiar las cosas”.

Ana aseguró que todo empezó a ponerse mal cuando nació su hijo. Después de más de 3 años de relación y con un hijo en brazos, la actitud de su pareja pasó de ser la mejor, a ser la peor. Las primeras señales eran de violencia verbal, a lo que Ana no le tomó importancia, pues imaginaba que sería por breve tiempo.

“Estuve con él como 3 años y no teníamos hijos en común, fue hasta después de que tuve al niño (hijo de ambos) fue cuando empezó a mostrarse diferente”.

Entre las situaciones que cambiaron fue la actitud y trato con las hijas de Ana. Menciona que empezó primero negándoles alimento a ellas. Si sobraba comida prefería tirarla a la basura antes que ellas comieran.

Empezó a ser grosero con ellas, les prohibía recibir visitas de la escuela y si había amistades las maltrataba y humillaba frente a ellas. Ana comenta que estas situaciones eran frustrantes, pero las aguantaba debido a que no tenía a quién acudir ni cómo mantener sola a sus hijas y a su hijo.

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“La mayoría de la violencia que él tuvo conmigo fue verbal, una vez quiso pegarme, pero no lo hizo porque yo le dije que no me iba a dejar, le dije que no iba a permitir que me tocara y le dije que si no estaba bien conmigo que mejor se fuera”.

‘Me faltaba valor para dejarlo’

El miedo a estar sola y no tener un apoyo económico que le permitiera a ella, sus hijas y su hijo vivir dignamente fue lo que la mantuvo por muchos años a lado de su agresor. Un día, después de que su hija, de entonces 15 años, le diera un ultimátum, le cambió el panorama. Le dijo que dejara a su pareja o ella se iría de casa.

Pero aun así, Ana siguió con su pareja por más tiempo. Su hija cumplió la advertencia y se fue a vivir a casa de su tía. Eso le llevó a pensar en el problema de violencia una y otra vez, hasta que decidió dejar a su pareja y enfrentarse al mayor miedo que tenía… estar sola.

“Le tenía miedo yo a decir ‘estoy sola, no tengo una pareja que me respalde’ era a lo que yo le temía más, decía yo no tengo dinero, ya últimamente estaba rentando casa. Y entonces decía yo que se me iba a hacer muy difícil, lo que yo ganaba era muy poco como para decir voy a trabajar y sostener a mis hijas que están estudiando”.

Sin embargo, se llenó de valor para tomar la decisión y dejar atrás esa relación de pareja gobernada por la violencia.

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Vienen amenazas… y luego riesgo inminente

Pero no todo Ana esperaba, después de la separación la violencia fue más allá. Vinieron amenazas de quitarle a su hijo y la patria potestad. Y luego vinieron amenazas de muerte.

Fue entonces que él empezó a seguirla a ella y a sus hijas, a grabarlas y a tomarles fotografías de lo que sea que se encontraran haciendo en su vida. El material, aseguraba que lo recolectaba para ponerles una queja ante el DIF Municipal de aquella ciudad y poder quitarle a su hijo.

“Siempre continuamente nos estaba vigilando tanto a mis hijas como a mí, nos seguía, nos tomaba fotos y videos a donde íbamos, saliendo de la casa, según él para tener evidencia de que yo tenía una mala vida y poderme quitar al niño y yo le decía que las presentara porque en ninguna estaba haciendo algo malo”.

Un día como cualquier otro Ana recibió una llamada de él, en la llamada sonaba distinto, su amenaza de muerte esta vez parecía real. ‘Ana’ sintió que algo iba a suceder, en ese instante habló por teléfono con su prima y con una amiga (Abogada), ambas le recomendaron acudir inmediatamente al Ministerio Público a interponer una demanda.

Y eso fue lo que hizo Ana’. Tomó a su hijo pequeño y a una de sus dos hijas, fueron al Ministerio Público, se interpuso una demanda y unas horas más tarde el mismo personal del MP la llevó a la central camionera de la ciudad para que lograra tomar un autobús con destino a Culiacán.

“El día de la demanda fue muy estresante porque yo tenía mucho miedo, como él se la pasaba vigilándome y siguiéndonos yo pensaba que iba a llegar y me iba a hacer algo”.

En Culiacán todo empezó a ser diferente

Ana llegó a Culiacán con la misma ropa con la que había salido de lo que fue su hogar unos días antes. Sin dinero, sin papeles, sin nada. Solo la acompañaban dos de sus tres hijos y la esperanza de iniciar una nueva vida lejos del hombre que la acompañó por más de 10 años y se volvió su agresor.

Ese mismo día su amiga, abogada de profesión, le aseguró que la ayudaría para que ese oscuro capítulo de su vida terminara. Acudieron a las oficinas de la Defensoría de Oficio para buscar un abogado que pudiera asesorarles, saliendo de las oficinas una mujer se acercó a darles un volante.

“Esperando el camión ahí afuera (de la Defensoría de Oficio) Prisilla llegó a entregarnos un volante y la licenciada le preguntó que, si de qué era y nos empezó a dar informes. En ese rato le platicamos todo para que me ayudaran y fue gracias a ella que di con el Centro de Justicia para Mujeres”.

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A los días Ana fue al Centro de Justicia para las Mujeres, ahí recibió toda la ayuda necesaria para enfrentar su situación, desde atención psicológica hasta asesoría jurídica, ya que ella no sabía cómo iba a continuar la demanda contra su ex pareja, si ésta había sido interpuesta en una ciudad distinta.

Sin embargo, no todo fue bueno, los primeros meses Ana vivió con miedo. Miedo constante que él supiera dónde estaban y llegará un día a matarla, no salían de casa, se quedaban encerrados todo el día. Cuando su hijo empezó a ir a una escuela cercana Ana iba con él y se quedaba ahí todo el día, tenía miedo de que él llegara y se lo arrebatara.

“Yo tenía pavor de salir nada más a la calle, aunque él no supiera que yo estaba aquí, yo no quería salir ni a la tienda porque yo sentía que él iba a estar ahí vigilándome”.

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En el Centro de Justicia para Mujeres, Ana recibió toda la atención necesaria para enfrentar sus miedos y empezar una nueva vida, también ayudaron con la atención psicológica para sus hijos y con un proceso de que les diera la oportunidad de entender la situación que estaban viviendo.

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La oportunidad de un nuevo inicio

Ana asegura que jamás pensó que volvería a Culiacán, hace más de 20 años ella se fue de aquí con un sueño. Y trajo una pesadilla de regreso. Hoy empieza un nuevo capítulo, gracias al apoyo que el Centro de Justicia para las Mujeres le ha brindado. Tuvo acceso a un crédito para poner su propio negocio de comida en casa, tiene junto a ella una pareja que conoce su pasado y la apoya, la respeta a ella y a sus hijos.

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Hoy Ana tiene la oportunidad de dejar atrás las malas experiencias vividas, pero no de olvidarlas. Porque esos recuerdos irán con ella a todas partes. Asegura sentirse feliz de haber tenido el valor de salir de esa situación.

Hoy su mensaje es de ánimo para mujeres víctimas de violencia familiar.

“Decidan, que tengan el valor, así como muchas han tenido y yo incluyéndome también, hemos tenido el valor de decir: bueno pues va a cambiar mi vida drásticamente pero vale la pena cambiarla, porque deja uno de sufrir y de hacer sufrir a los demás”, afirma.

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Ana dice que en una relación violenta “sufren los hijos, los papás, todos vienen sufriendo con nosotros porque se dan cuenta de la vida que uno lleva y ellos también sufren, aunque no nos digan nada”.

Está convencida de que la denuncia legal fue correcta, al igual que la atención psicológica y la protección que recibe. Recomienda a las mujeres denunciar. “Porque si uno toma esa decisión es para bien y queda una tranquila y decimos, desde cuando lo hubiera hecho, pero nos falta el valor”.

Ana no es su nombre verdadero, pero la historia es real. Si vives en violencia familiar, no repitas su historia. Denuncia con oportunidad es tiempo de vivir sin miedos y sin riesgos.

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