Lupita Burgos lleva una vida de fe, lucha y mucha dulzura en su batalla por recuperar la salud
Esta enfermera ha tenido que cambiar una vida de servicio, por una bolsa de paletas para vender
A sus 52 años, Lupita Burgos Medina recorre las calles del centro de Culiacán con una bolsa repleta de dulces. No es solo el medio para ganarse la vida, sino la herramienta que le permite resistir y superar cada obstáculo que la vida le ha puesto enfrente.
Nacida en Culiacán, Lupita no siempre estuvo en esta situación. Enfermera de profesión, trabajaba en un hospital y, además, decidió estudiar Ciencias de la Educación, logrando titularse apenas hace unos meses.
"Es algo que logré con mucho esfuerzo. Y aquí me ves, vendiendo chocolates y pipitorias en la calle", comenta para Tus Buenas Noticias. Lo hace con una leve sonrisa, que no oculta la fuerza que lleva por dentro.
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Un diagnóstico que cambió su vida
La vida, sin embargo, le dio un vuelco cuando le diagnosticaron un cisticerco encapsulado en el cerebro hace 14 años.
"El neurólogo me dijo que esto iba a durar 27 años en absorberse. Conforme se va absorbiendo, voy perdiendo la visión en el lado izquierdo. Así que uso lentes desde entonces. Pero el diagnóstico vino acompañado de más problemas de salud", dice mientras ajusta las gafas con delicadeza.
Además del cisticerco, Lupita enfrenta los primeros síntomas de esquizofrenia, una condición que le ha dificultado trabajar en su campo, tanto en la enfermería como en la educación.
"Con esto es muy complicado volver a un hospital o ser maestra. A veces me siento como en una cuerda floja, pero gracias a Dios, aquí sigo, saliendo adelante día con día". Lupita no ha dejado de trabajar nunca.
Una vida de servicio al prójimo
"Recuerdo cuando encontraba a alguna persona en situación vulnerable, me las llevaba a mi casa, a veces eran mujeres que necesitaban un poco de ayuda o alguien con quien hablar", cuenta.
Para ella, dar de sí misma a otros ha sido una constante, una manera de enfrentar sus propias dificultades y devolver algo al mundo.
Su vida familiar también ha sido un terreno de retos. Hace 12 años, después de un divorcio doloroso, Lupita tuvo que tomar la difícil decisión de dejar a sus hijas con su exmarido debido a situaciones de violencia.
Hoy, sus hijas, de 23 y 27 años, son su mayor orgullo, aunque la distancia y el tiempo han puesto algunas barreras.
Una nueva oportunidad de vida
Tras rehacer su vida con su actual pareja, Genaro, quien la ha apoyado en todo momento, encontró una relación estable y respetuosa, algo que nunca creyó posible. "Él no toma, no fuma, es un poco antisocial, pero eso es secundario. Es alguien bueno, que está conmigo y eso para mí es suficiente", dice con gratitud.
Sin embargo, Lupita no se detiene en los detalles dolorosos. "Dios me ha ayudado a salir adelante", asegura. Para ella, cada día es una oportunidad nueva para seguir luchando, para ganarse el pan con dignidad, y dar el ejemplo a sus hijas de que, aunque la vida dé mil vueltas, siempre es posible salir adelante.
"A veces vendo globos, a veces pan, paletas, bolis… lo que sea, con tal de llevar un poco de dinero para la casa", comparte, en una muestra de humildad y valentía.
Lupita no se queja ni se victimiza, y al verla caminar por el centro de Culiacán, pocas personas podrían imaginar los desafíos que enfrenta.
Su vida ha sido un ejemplo de que la vida es impredecible, pero la fuerza de voluntad y la fe pueden mover montañas.
"Aquí estoy, con la ayuda de Dios, saliendo adelante", dice, con un brillo en los ojos que desafía toda adversidad.
Sin duda, la verdadera fortaleza no se mide en lo que tenemos, sino en lo que damos y en la capacidad de seguir adelante, aún cuando el camino parece lleno de sombras.