Así es el comedor para niños vulnerables en Villa Juárez que tienen Gregorio y Mónica desde 2017
Atienden niños hijos de jornaleros de escasos recursos. Su compromiso es ayudarlos a tener una mejor alimentación y formación espiritual.
Gregorio y Mónica hacen lo que pocas personas harían por voluntad propia. Su amor inquebrantable por los niños y su preocupación por su futuro los llevó a poner un comedor infantil en Villa Juárez Navolato, sin ningún requisito.
Los actos de violencia que vivió la sindicatura de Villa Juárezen el año 2017 conmocionaron a este matrimonio al ver que muchos jóvenes y niños andaban activos con armas durante los enfrentamientos y los días que siguieron.
Pensaron que eso no debería ser normal bajo ninguna circunstancia, y reflexionaron sobre las posibles causas que orillaron a esos niños y jóvenes a convertirse en delincuentes.
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Gregorio Hernández García y Mónica Santiago Rosas son un matrimonio conformado por migrantes del estado de Oaxaca. Él de la sierra y ella de la ciudad, se conocieron de jóvenes en los campos hortícolas de Villa Juárez trabajando de jornaleros, y decidieron casarse y vivir ahí.
Comenta Gregorio que cuando vieron que los niños y jóvenes de Villa Juárez se estaban yendo a las drogas y a la delincuencia, se preguntaron él y su esposa: ¿y nosotros como evangélicos qué estamos haciendo para evitarlo?
A la decisión de ayudar le siguió otra pregunta, ¿cómo ayudaremos? Decidieron hacerlo por dos frentes: una por el alimento físico y otra por el alimento espiritual. Decidieron instalar un comedor colectivo para niños y un sistema devocional infantil para orientar sus vidas.
Sentado en una de las mesas de su modesto comedor infantil, Gregorio Hernández, platica para Tus Buenas Noticias, mientras Mónica Santiago termina de servir los últimos platos que los pequeñines engullen con entusiasmo. Es que sus padres están trabajando en el campo y regresarán hasta la tarde fatigados de duras jornadas.
Precisa Gregorio que hace 7 años Iniciaron el comedor en el patio de su propia casa la colonia Vasconcelos, cerca del jardín de niños y el rastro.
“Y les decíamos a los niños, para el siguiente sábado inviten a más niños, traigan más niños, todos los que puedan. Llegamos a tener a más de 100 niños. Y entonces les dábamos enseñanza bíblica y les dábamos comida”.
Buena esposa y buena cocinera
“Mi esposa se ha esforzado siempre en hacer comida bien sabrosa. Lo que más les llama la atención a los niños es ver qué les van a dar de comer” afirma Gregorio.
Así, la ayuda que daban a los niños de su sector se fue expandiendo y luego empezaron a llegar niños de las colonias Las Granjas y de Villa Bonita. Refiere el responsable del comedor que cuando los niños acuden a desayunar les explican a los padres su modelo de ayuda.
“Esos niños ya están grandes desde el 2017, algunos se hicieron buenos ciudadanos. En ese tiempo había muchachitos de 12 o 14 años, ya muchos están casados y muchos se quedaron en la iglesia, convirtieron su manera de vivir haciendo cosas buenas. Y muchos se fueron para el lado del delito”, comenta.
En los últimos años el comedor infantil está operando en la colonia Santa Elvira bajo una techumbre sin paredes, en la periferia, por la prolongación de la calle Benito Juárez, a una cuadra de la Casa ejidal Campo Romero.
Este comedor tiene por virtud contar ahora con el apoyo del organismo Save the Children, con su ayuda ahora se cubre desayuno y comida de los niños.
Mónica Santiago Rosas ya ha terminado de despachar a los últimos niños y se une a la conversación. Les ha servido espagueti con pollo a la plancha, con ensalada, fruta y agua de piña.
“En la mañana les hacemos chilaquiles, entomatadas, huevos con salchicha, con jamón, con tocino, o machaca”.
Con mucho entusiasmo cuenta que en esta tarea de preparar y servir los alimentos le ayuda su esposo, su hija y su yerno, y trata de tener siempre un menú variado.
“Al mediodía les preparamos sopa con pollo, con espagueti, o taquitos de carne molida con soya, ceviche de soya, atún con verdura, pollo en caldo, caldo de cocido".
"No les falta su fruta en la mañana o a mediodía y a veces les damos yogurt con fruta o con granola, y siempre su agua fresca de fruta”.
Ahora la institución les da apoyo en especie para la compra de insumos, y como familia les toca poner el trabajo y gastos menores como: gas, agua, hielo y tortillas.
Mónica se siente orgullosa de su ministerio.
“No tengo un sueldo, pero yo con ver la cara de los niños cuando vienen a comer ese es mi mejor paga, porque yo le doy gracias a Dios que él puso esto en nuestros corazones y trabajamos para ello”.
Con su servicio a la comunidad el comedor recibe niños de un año a 16 años, el único requisito es que tengan necesidad y hambre.
“Hay muchas familias que ni saben que sus hijos vienen a comer, porque salen temprano a trabajar y regresan hasta el oscurecer y se sorprenden de que se los alimentemos” dice.
“Y otros dicen es dioquis eso que están haciendo. ¿Qué es lo que ganan? A mí me dicen, mire ahorita usted está enferma ¿y quién le da para que la curen si no tiene ni sueldo?"
“Pero a mí me gusta esto. Porque hay otras personas que ayudan para atender a drogadictos, pero nosotros estamos ayudando a prevenir para que nunca lleguen allá, ni a delincuentes”, afirma con emoción.
En villa Juárez, en su modesto comedor infantil desayunan y comen de 20 a 100 niños diarios. Con el ministerio de Gregorio y Mónica alimentan el cuerpo y alimentan su espíritu. Una labor social que escribe notas de bondad en la vida de niños y niñas.