La maestra Alma Patricia tiene una vida dedicada a enseñar, amar y aprender con cada niño en las aulas de Barrancos en Culiacán
Con más de tres décadas de servicio, ha tocado innumerables vidas, donde el amor por la docencia la ha guiado en su camino.
Desde chiquita sabía que quería ser maestra", dice Alma Patricia con una sonrisa que denota la certeza de haber seguido su vocación.
A los 54 años y con 32 de servicio, Alma Patricia es mucho más que una docente. Es una figura de confianza, un apoyo y, sobre todo, una amiga para sus alumnos y sus familias. Es en el aula donde encontró su propósito y, después de todos estos años, sigue amando cada momento.
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Una vida de dedicación a los niños de Barrancos
La maestra Paty ha dedicado 19 años a la primaria Pablo de Villavicencio, en Jardines del Valle, y 14 a la escuela ONU en Barrancos.
"Siempre he dado quinto y sexto. Me fascinan esos dos grados", dice con entusiasmo para Tus Buenas Noticias.
Su amor por estos últimos años de primaria es evidente. Le gusta ver cómo sus alumnos, en esa etapa tan importante, empiezan a comprender el mundo y a prepararse para los retos de la secundaria.
A lo largo de los años, ha enseñado a más de una generación de estudiantes y, en muchos casos, a miembros de una misma familia. "Es algo muy hermoso verlos crecer, ver cómo cambian y progresan", comenta emocionada.
Una maestra muy querida y admirada
Al hablar de sus estudiantes, Alma Patricia se vuelve sentimental. "Tengo la fortuna de ser una maestra muy querida", dice con humildad, y se le ilumina el rostro al recordar cómo, al encontrarse con sus exalumnos en la calle, la saludan con un abrazo y palabras de cariño.
"Una vez encontré a una jovencita que fue mi alumna, su nombre es Andrea, y me dijo: 'Maestra, usted ha sido mi mejor maestra en toda mi vida de estudiante', y eso me llena de satisfacción y me impulsa a seguir haciéndolo mejor cada día", reconoce la maestra.
Aunque ha tenido la oportunidad de ocupar cargos administrativos y de asesoría, Alma Patricia siempre ha sentido que su lugar está al frente del grupo, compartiendo directamente con sus estudiantes.
"Lo administrativo no es lo mío. Yo disfruto a mis niños en el grupo. Siempre he querido ser la maestra que ellos necesitan", comenta con una voz cargada de sentimiento y una leve sonrisa que demuestra una verdadera satisfacción.
Su compromiso ha sido apoyado por su familia
La docencia ha sido su vida y su compromiso, algo que también ha sido apoyado por su esposo, Efraín, y sus dos hijas, ambas profesionistas, quienes la han acompañado y apoyado en su carrera.
Incluso tuvo la oportunidad de darle clases a una de sus hijas.
"Fue una buena experiencia. En el salón era la maestra, en casa la mamá. Mi esposo era el que venía a las reuniones y todos se reían cuando decía que tenía que venir a las reuniones porque la mamá de la niña estaba trabajando, mientras era yo quien dirigía las reuniones de padres", dice entre risas.
Con humildad y sencillez, Alma ha aprendido a ser empática con las realidades de cada niño y su familia.mSe preocupa porque sus alumnos tengan un ambiente de aprendizaje en el que se sientan comprendidos y respaldados.
"Yo siempre he dicho que si quieres que a tus hijos les toquen buenos maestros, tienes que empezar por ser una buena maestra", confiesa con convicción.
Esas palabras son una brújula que guía su labor, y Alma Patricia hace su mejor esfuerzo para ser la maestra que sus alumnos recordarán con cariño y gratitud.
Experiencias invaluables con sus alumnos
"Hace poco, en la primaria ONU, me tocó ver a los hijos de dos de mis exalumnos en sexto. Me dicen 'maestra, mi mamá dice que usted le dio clases en sexto'. Y les digo 'a ver, ojo, les di clases, pero no estoy vieja', y se ríen", comenta divertida.
Estas conexiones le han dado un sentido de pertenencia y de logro que pocas veces se encuentra en otros ámbitos.
Los niños la buscan, los padres de familia la admiran y sus colegas aprenden de ella. "Ver que los padres hablan bonito de ti y te recomiendan, es una satisfacción muy grande para mí", señala.
Para Alma, sus alumnos son más que estudiantes; son parte de su vida. "No vengo a complicarles la vida. Paso más tiempo con ellos que sus padres, así que venimos a aprender y pasárnosla bien", les dice, y esa simple frase abre la puerta para una experiencia de aprendizaje relajada y significativa.
El trabajo y la entrega, la distinguen
Después de tantos años de entrega y trabajo, Alma Patricia se plantea la posibilidad de jubilarse.
Pero aunque lo ve en el horizonte, su corazón permanece en el aula. "Me voy a jubilar siendo maestra frente al grupo. Lo mío es enseñar, estar ahí, con ellos", afirma.
Ella ha dado lo mejor de sí, y su legado son esas historias, esos niños que crecieron y que, al verla, todavía la llaman "maestra" con orgullo.
Tal vez, cuando llegue el momento de retirarse, la maestra se llevará consigo los recuerdos de cada niño al que ayudó a crecer, de cada lección compartida y de cada palabra de gratitud.
Pero para ahora, sigue disfrutando del privilegio de enseñar, porque, como ella misma dice: "Esto lo hago porque me fascina mi trabajo. Lo disfruto muchísimo".
Es en el aula donde Alma Patricia encontró su hogar, y en el corazón de sus alumnos, su mayor recompensa.