El conmovedor testimonio de Carlos Ordoño “Tocar fondo es perderlo todo”
Ese mal camino que tomó de joven le compaña con sus consecuencias conociendo lo que es tocar fondo, a donde nadie debería llegar.
En una confesión desgarradora, Carlos Ordoño, un hombre de 53 años originario de El Fuerte, Sinaloa, comparte su amarga experiencia con las adicciones. Su madre sumida un mar de angustias dijo: “Si es posible le vendería el alma al diablo por salvarle la vida a mi hijo”.
Su historia, recopilada por el organismo Malala IAP como parte de su iniciativa "¿No pasa nada?", retrata el devastador impacto de las drogas y el alcohol en su vida, así como el arduo camino hacia la recuperación.
Carlos creció en un hogar marcado por el alcoholismo de su padre y la influencia de un hermano mayor que falleció tras años de consumo de estupefacientes.
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A pesar de haber tenido una infancia que describe como "bonita y sana hasta cierto punto", normalizó las adicciones al ver cómo los miembros de su familia las integraban en su vida cotidiana. “Quería imitarlos, de grande quería ser como ellos”, recuerda.
La tragedia se intensificó tras la muerte de su padre, un evento que marcó el inicio de una vida “ingobernable”. Carlos se mudó con su familia a Culiacán, donde ingresó al Cobaes 27, pero abandonó los estudios tras entrar en contacto con la cocaína ¿No pasa nada? ve el video completo aquí:
Su adicción aumentó cuando se trasladó a Tijuana con su hermano Enrique, quien también consumía y distribuía drogas: “Fue ahí donde empecé con más ganas, porque él me daba”.
Encontrar pareja parecía encontrar la salida
“Yo me junto con la madre de mis hijos porque salió embarazada y nos fuimos a la ciudad de Querétaro nosotros a vivir, y fue donde conocí lo que viene siendo la piedra (crack). Nació mi hijo, yo trabajaba y me empecé yo a juntar con compañeros de trabajo que no debía”.
A pesar de trabajar, Carlos empezó a tomar dinero de las empresas donde laboraba.
La ocasión en que su madre fue a visitarlos a Querétaro se impresionó por su condición.
“En cuanto me vio se impactó. Flaco, acabado, no comía, no dormía. Fue cuando tomamos la decisión de: vamos a internarlo. Intérneme, les dije”.
“Si es posible le vendería el alma al diablo por salvarle la vida a mi hijo”. Dijo su madre
Después de estar internado en un centro de rehabilitación, afirma haber demostrado con hechos una sobriedad de 11 años. “Mis hijos y mi señora lo podrán decir o lo tienen muy en mente que fueron quizá los años más felices que vivieron al lado mío”.
Sin embargo, la batalla contra las adicciones no terminó ahí. “El diablito destructor”, como él lo llama, lo incitó a probar nuevamente el alcohol, lo que desató una caída en el consumo de drogas.
“Le quise hacer al bebedor social. Le quise hacer al drogadicto social, a fumar piedra y ahí fue el detonante donde yo me vine hasta abajo”.
Su esposa, quien lo había apoyado en múltiples ocasiones, tomó la difícil decisión de abandonarlo:
“Te dije que dos te iba a aguantar, tres no”. Y se fue con sus hijos.
Aislado, Carlos enfrentó el desprecio de sus hijos, quienes incluso cuando les comentaban que allá vieron a su papá “bien loco”, llegaron a decir que su padre estaba “muerto para ellos”.
Ya abandonado en su casa confiesa, con lágrimas en los ojos, la soledad que se vive en la depresión de las drogas:
“Es algo tan doloroso que yo viví. Cuando me paseaba en el cuarto de la casa, salía de un cuarto, salía para el otro, me asomaba a la ventana, me salía al patio. ¿Qué buscaba? A mi familia, ya no la tenía”
Solo y sin el apoyo de su familia, Carlos tocó fondo.
“Tocar fondo no es andar en las calles o comiendo de la basura; Tocar fondo es perder todo, como yo lo perdí”, confiesa.
Su proceso de recuperación comenzó tras ser internado una y otra vez en un centro de rehabilitación. Cuando salió la cuarta vez, fue su hijo quien lo motivó a reflexionar:
“Me dice mi hijo: piensa, analiza todo lo que te arrebató la droga, todo lo que te ha arrebatado las drogas o tus malas decisiones. Piénsalo bien, habrá necesidad de volver para atrás. Dios perdona, la familia a veces, pero el tiempo no”.
Comenta Carlos que cuando se dio cuenta de que se le vinieron los años encima empezó a lamentarse de todo lo que dejó de hacer o lo que pudo haber hecho.
Hoy, Carlos reconoce el alto precio de sus decisiones y busca reconstruir su vida. Su testimonio es un llamado urgente a la reflexión sobre el impacto de las adicciones en las personas y sus familias.
De acuerdo con el Instituto Castelao, el entorno familiar es el principal factor en el inicio del consumo de sustancias, representando el 36.5% de los casos, seguido por las influencias de amigos del barrio (24.3%) y los compañeros de estudio (23.8%).
Además, según American Addiction Center, entre el 40% y 60% de las personas en recuperación recaen.
La historia de Carlos Ordoño nos permite reflexionar que el camino hacia la sobriedad es difícil, pero no imposible, y que cada decisión cuenta para construir una vida libre de adicciones. Renunciar al consumo de sustancias tóxicas da la sobriedad que representa el camino para la paz social.