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La Hacienda de Loma de Rodriguera en Culiacán, un tesoro resguardado por Amelia Medrano

La Hacienda de Loma de Rodriguera, que fuera propiedad de Rafaela Rodriguera y Silvano Bengüeres, es un sitio emblemático al norte de Culiacán

7 enero, 2025
Amelia Medrano Beltrán resguarda la Hacienda de Loma de Rodriguera.
Amelia Medrano Beltrán resguarda la Hacienda de Loma de Rodriguera.

A lo largo de los años, La Hacienda de Loma de Rodriguera, ubicada en la colonia del mismo nombre, por la calle Sexta Sur, frente a la plazuela, ha sido testigo de innumerables cambios al norte de Culiacán.

Hoy, entre las calles de la colonia Loma de Rodriguera y el bullicio del Culiacán moderno, se erige como un eco del pasado, marcado por el trabajo incansable de una familia que, con los años, ha transformado su historia en parte esencial del paisaje urbano de la ciudad.

Amelia Medrano Beltrán, con 86 años, sigue viviendo en la que fue su casa desde la niñez, dentro de la misma Hacienda que su padre, don Pablo Medrano Sánchez, ayudó a mantener viva.

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La Hacienda de Loma de Rodriguera en Culiacán, un tesoro resguardado por Amelia Medrano

La historia de la familia Medrano está íntimamente ligada a la de esta hacienda, un legado que ha pasado de generación en generación.

“La hacienda abarcaba casi una manzana, toda la cuadra, había un cuartel cerca, comprábamos provisiones en el Mercadito de Tierra Blanca”, compartió Amelia para Tus Buenas Noticias.

La hacienda es un pedazo del pasado

Amelia recuerda con claridad cómo su padre, un hombre trabajador y responsable, llegó a la Hacienda con su familia cuando ella era aún una niña.

“Mi papá era el trabajador de la señora dueña de la hacienda, Rafaelita Rodriguera viuda de Bengüeres. Cuando ella se quedó sola, él y nosotros nos mudamos, y de ahí nos quedamos aquí. Aquí nos criamos mis hermanas y yo, y luego mis hijas también han vivido en este lugar”, relata con nostalgia.



Durante la plática, doña Amelia mira a su alrededor, donde los muros de la antigua propiedad aún conservan el eco del trabajo agrícola que marcó su infancia.

La hacienda, que fue un próspero centro de cultivo, contaba con vastos terrenos dedicados a la siembra de maíz, ajonjolí y calabazas, los cuales se distribuían en diversas partes de la ciudad cuando la cosecha era levantada.

"El negocio era grande, teníamos muchas milpas, muchas tierras. Aquí trabajábamos desde temprano, antes de que el sol saliera", recuerda Amelia, señalando con un gesto hacia el horizonte, donde en otros tiempos las tierras de la hacienda se extendían más allá de lo que hoy son los límites urbanos.

La Hacienda de Loma de Rodriguera en Culiacán, un tesoro resguardado por Amelia Medrano

La hacienda sucumbe al tiempo

Pero el tiempo ha cobrado factura. Lo que alguna vez fue un lugar próspero y lleno de vida, hoy se ve marcado por el paso de los años y el imparable avance de la urbanización.

En su momento, la hacienda fue testigo de la bonanza agrícola, donde no solo se sembraban productos básicos, sino que también se cuidaba el ganado.

Don Pablo, padre de Amelia, y quien trabajó en la hacienda desde joven, fue uno de los últimos en mantener viva la tradición de la tierra. Cuando el clima cambió y el agrarismo transformó la estructura social, la hacienda comenzó su inevitable declive.

Amelia y parte de su familia recuerdan que los primeros dueños que tuvo la hacienda fueron una pareja de estadounidenses. Incluso comparte tener una escritura que tiene más de 100 años.

La Hacienda de Loma de Rodriguera en Culiacán, un tesoro resguardado por Amelia Medrano

“Ellos comenzaron la construcción hace más de 100 años, pero no les gustó el clima y se regresaron a su país. Después, otros propietarios llegaron, y fue cuando mi papá empezó a trabajar aquí, cuando tenía apenas 13 años", cuenta Amelia, mientras observa las paredes envejecidas de la casa



La partida de don Pablo, el último caporal

Don Pablo Medrano fue, por muchos años, el cuidador y custodio de la hacienda, e incluso tras su retiro del trabajo agrícola, siguió viviendo en la que había sido su casa y la de su familia.

En 2007, a la edad de 96 años, don Pablo falleció, pero dejó un legado que perdura en la memoria de Amelia y de la comunidad.

La Hacienda de Loma de Rodriguera, aunque hoy es solo una sombra de lo que fue en sus tiempos de esplendor, sigue siendo un lugar de recuerdos. Amelia Medrano, en su soledad, todavía revive aquellos días con cada rincón que observa.

En la actualidad, la hacienda está rodeada de colonias y avenidas, y aunque las tierras que una vez pertenecieron a la hacienda ahora están ocupadas por asentamientos humanos, el lugar sigue siendo recordado como un símbolo de la vida rural de antaño. La hacienda es un punto de referencia en la colonia Loma de Rodriguera. 

La Hacienda de Loma de Rodriguera en Culiacán, un tesoro resguardado por Amelia Medrano

El legado de la familia Medrano

En su tiempo, la hacienda fue un centro de actividad social, y aunque hoy los sonidos de la agricultura y el ganado han desaparecido, la historia de la familia Medrano sigue siendo una parte integral de la identidad de Loma de Rodriguera.

Amelia, como su padre antes que ella, se ha convertido en una guardiana de esa memoria, preservando no solo las paredes de la vieja casa, sino también los recuerdos que conforman el legado de su familia.

A medida que las nuevas generaciones avanzan, el legado de los Medrano, de su trabajo en la tierra y su vínculo con la hacienda, perdura como un símbolo de la vida que fue, y que aún vive en el corazón de Amelia Medrano Beltrán, quien con sus 86 años, es parte vital de esta historia. 

La Hacienda de Loma de Rodriguera es, en muchos sentidos, una metáfora de la lucha por preservar las raíces en medio de la modernidad. Un símbolo del pasado rural abrazado por el crecimiento urbano.

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