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Benedicto Ríos, “El Venado”: 24 años reparando sueños y aparatos electrónicos en Culiacán

Benedicto Ríos inició a trabajar a los seis años vendiendo periódicos, más tarde estudio electrónica en el Cetis 107 del Humaya

21 enero, 2025
A pesar de las dificultades, Benedicto Ríos lucha día a día por seguir adelante en su noble profesión.
A pesar de las dificultades, Benedicto Ríos lucha día a día por seguir adelante en su noble profesión.

A punto de cumplir 59 años en mayo próximo, Benedicto Ríos López, conocido por todos como “El Venado”, se ha ganado el respeto y cariño de clientes y amigos al sur de Culiacán por su incansable dedicación al negocio de la reparación de aparatos electrónicos.

Este oficio, que empezó hace más de dos décadas, no solo le ha permitido sostener a su familia, sino también enfrentar una vida llena de desafíos y adversidades, desde su niñez hasta convertirse en el hombre que es hoy.

Benedicto Ríos, conocido como "El Venado", tiene 24 años en el oficio de la reparación de aparatos electrónicos.

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Benedicto y su constante lucha por sobrevivir

Benedicto nació en la colonia Mazatlán o Benito Juárez. Fue un niño que no contó con las comodidades que muchos considerarían básicas, pero eso no fue un obstáculo para forjar su carácter. Desde los seis años, su vida fue una constante lucha por sobrevivir.

Para ayudar a su familia, desde los seis años se dedicó a vender periódicos en las calles del centro de Culiacán. A los 12 años, ya se le podía ver trabajando como panadero y reparando calzado, buscando siempre maneras de contribuir al hogar.

Con el paso del tiempo, Benedicto se dio cuenta de que necesitaba algo más que los trabajos temporales para salir adelante. Así, decidió estudiar electrónica. A los 19 años ingresó al Centro de Estudios Tecnológicos de Servicios (Cetis 107) en el sector Humaya, donde comenzó a aprender los secretos de la electrónica.

Aunque los recursos eran limitados y tuvo que costearse sus estudios, el joven Benedicto, a quien también llamaban “Beny”, nunca perdió de vista su meta: mejorar su futuro.

El taller de Benedicto Ríos se encuentra por Hilario Medina, casi esquina con Maximiliano Gámez, en la colonia Esthela Ortiz, al sur de Culiacán.

El nacimiento del taller en la Esthela Ortiz

Tras terminar sus estudios en el Cetis 107, trabajó en diversos oficios relacionados con la reparación de aparatos electrónicos. No fue fácil, pues los inicios fueron difíciles y las oportunidades escasas. Sin embargo, el conocimiento adquirido con el paso de los años, le permitió empezar su propio negocio

A lo largo de los años, Benedicto se estableció en diferentes puntos de la ciudad, hasta que finalmente, hace ocho años, abrió un taller propio en la colonia Esthela Ortiz, al sur de Culiacán, donde hoy sigue trabajando con esmero.

El taller está ubicado por calle Hilario Medina, casi esquina con Maximiliano Gámez. De lunes a viernes trabaja de 9:00 a 13:00 horas y por la tarde de 15:30 a 18:30. Los sábados abre de 9:00 a 16:00 horas.

La familia de Benedicto es su mayor orgullo. Tiene tres hijos: dos mujeres y un varón. La mayor, de 34 años, es psicóloga; la segunda, de 24 años, es abogada; y el menor, de 22, también ya está trabajando.

La actualización, un reto constante

A lo largo de su carrera, Benedicto ha tenido que enfrentarse a varios retos, como la necesidad de actualizarse constantemente en un campo tan cambiante como la electrónica. 

Los aparatos que reparaba al principio ya no son los mismos que ahora; las tecnologías avanzan rápidamente y es necesario estar al día para ofrecer un buen servicio. Sin embargo, su dedicación y su amor por su trabajo lo han llevado a mantenerse vigente en este competitivo sector.

“El negocio de la reparación de electrónicos tiene altibajos. Hay días buenos, pero también días malos. A veces uno piensa que lo mejor es tirar la toalla, pero siempre hay algo que te hace seguir adelante”, afirma con determinación.


Hoy, a sus 58 años, Benedicto mira atrás con orgullo. Su taller, que comenzó en condiciones humildes, ha sido testigo de su esfuerzo y dedicación. Aunque muchos de sus clientes de antaño ya no están, muchos otros siguen confiando en él, lo que lo llena de satisfacción.

La reparación de aparatos domésticos ayuda a la economía de las familias y perpetúa los sanos oficios, un eslabón que no debe romperse para tener sociedades pacíficas.





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