La narcocultura y mi camino a la adicción: la historia de Julián Medina
Al ver a su amigo muerto por sobredosis y verse él reflejado en esa condición fue el punto que cambió su vida
![La historia de Julián Medina el impacto de la narcocultura y las adicciones.](https://blob.tusbuenasnoticias.com/images/2025/02/07/la-historia-de-julian-medina-el-impacto-de-la-narcocultura-y-las-adicciones.-focus-0-0-1200-600.webp)
Julián Medina ha vivido en carne propia los estragos de la adicción. Con 49 años de edad y 25 años radicando en Tijuana, su historia es un testimonio del impacto de la narcocultura en la juventud mexicana.
En una entrevista con Marisol Chiquete, de la campaña "¿No pasa nada?", compartió su testimonio de vida, marcado por el consumo de drogas desde la infancia.
Infancia en un entorno de trabajo y consumo
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Originario de Culiacán, Sinaloa, Julián nació en un rancho donde desde pequeño le dieron a elegir entre estudiar o trabajar.
"Trabajar en el campo era divertido, me gustaba el ambiente", recuerda.
Sin embargo, el entorno laboral lo expuso desde muy joven al alcohol y la marihuana.
"A los 10 u 11 años empecé a consumir, porque trabajábamos con adultos que ya fumaban y bebían. No éramos niños, éramos trabajadores".
A los 13 años, dejó el campo y se mudó a la ciudad de Culiacán para trabajar como ayudante de albañil y vivir con su abuela. Su patrón, un hombre alcohólico, lo llevó a conocer el mundo de las cantinas y el consumo de cocaína. "Salíamos bien ahogados casi todos los días", relata.
La narcocultura como modelo de vida
En su adolescencia, Julián se sintió atraído por la vida que veía en las calles: "Me gustaba andar armado, en motos, con las plebes y con la gente. Esa vida de mafioso decía yo, pero en realidad no era nada, yo no era delincuente".
La narcocultura, que glorifica la violencia y el dinero fácil, influyó en su percepción del éxito. Según el portal Notitiacriminis.mx, esta cultura fomenta actitudes y comportamientos destructivos en los jóvenes, incluyendo el consumo de sustancias ilícitas.
A los 19 años, se trasladó a Mexicali en busca de nuevas oportunidades, pero su situación solo empeoró. Allí probó el cristal por primera vez y comenzó un largo descenso hacia la adicción.
"Cuando mi papá murió en 1998, sentí que ya no tenía quién me cuidara", admite. Vivió en la calle, comió de la basura y sufrió constantes detenciones por parte de la policía.
"Una vez me metí a un contenedor de basura en una tienda Ley y yo oía que briseaba, y me quitaba la brisa. Y era el gas pimienta que me estaba echando el guardia para sacarme del bote de la basura”.
Reflexión y el camino a la recuperación
Después de 20 años de consumo y cinco en la zona norte de Tijuana, Julián alcanzó su punto de quiebre cuando un amigo suyo murió por sobredosis en su propia casa.
Llamé a un pastor evangélico con el que solía pedirle ropa y comida. Cuando llegó, me dijo: vamos para ver quién es el muerto.
“Cuando llegamos, el pastor se agacha y ve al muerto y me dice, ven míralo bien. Me acerco y me pone la mano en la nuca y me dice míralo bien, no es el que dices. Ese eres tú. Porque así te vas a quedar. Tú me hablaste, pero otra gente no me va a hablar y aquí te van a comer los perros o los gusanos”.
“Me salí de ahí corriendo y asustado. Y estaba cayendo nieve y yo descalzo y sin camisa, y me refugié debajo de un puente".
Confiesa que ahí pasó la noche en medio del frío. Llorando por el impacto de aquella escena de su amigo en su lugar.
"Por dentro, no se puede decir, no se puede explicar por dentro cómo en ese momento sientes esa angustia y ese dolor interno porque no me dolía nada, pero me dolía el alma”.
Otro día caminó por horas sin saber a dónde iba y casualmente pasó por un centro terapéutico.
"Toqué la puerta y me abrieron. Ahí empezó mi recuperación".
Hoy, Julián Medina es un ejemplo de resiliencia y lucha contra las adicciones.
Su testimonio es un llamado de atención sobre el papel de la familia y la sociedad en la prevención del consumo de drogas. Como señala Forum Salud Mental Madrid, aunque la familia no es responsable de que un adulto consuma, muchas veces termina facilitándolo sin querer.
"Si alguien me hubiera dicho en su momento cuando era niño o joven: ‘Sabes qué, por ahí no es’, tal vez lo hubiera escuchado", reflexiona Julián.
De acuerdo con Cbsnews.com, en México casi dos millones de niños consumen drogas, una cifra alarmante que equivale a llenar 17 veces el Estadio Azteca.
La historia de Julián Medina es un testimonio de los peligros de la narcocultura. Ahora su testimonio nos ayuda a reflexionar que siempre hay una oportunidad para cambiar el destino.