El legado de la familia Rodriguera Gracia en Culiacán, fundadores de la Hacienda Loma de Rodriguera
La familia Rodriguera Gracia, pionera en la agricultura y ganadería fuera de la ciudad, sentó las bases para el desarrollo y crecimiento de Culiacán


Culiacán es una ciudad de memorias profundas, de historias que se tejen entre sus calles y sus campos, de nombres que resuenan con el eco de generaciones. Entre esos nombres, la familia Rodriguera Gracia se erige como un pilar fundamental del pasado y presente de la comunidad Loma de Rodriguera.
Ubicada al norte de la capital sinaloense, Loma de Rodriguera tiene sus raíces en la historia de la familia Rodriguera Gracia, cuyos integrantes jugaron un papel clave en el desarrollo de la región.

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La dinastía Rodriguera
Todo comenzó con don Luis Alejandro Rodriguera Izábal, nacido en 1868 en Culiacán, y su esposa, doña Rafaela Gracia Gerardo, quien vio la luz en 1875 en Bacubirito, Sinaloa.
Unidos por el destino y el trabajo, este matrimonio construyó su hogar en lo que sería la majestuosa “Hacienda de Rodriguera”, un extenso terreno de 300 hectáreas que, con el tiempo, se convirtió en el sustento de la familia a través de la agricultura y la ganadería.
Sin embargo, en 1906, la muerte de don Luis Rodriguera a causa de la tuberculosis -enfermedad muy común en esa época- cambió el rumbo de la familia. Doña Rafaela quedó viuda con tres hijas pequeñas: Josefa, Esther y Rafaela.
A pesar de las adversidades, asumió la administración de la hacienda, consolidando su papel como una de las primeras mujeres líderes en el sector agrícola de la región.

El esfuerzo y el carácter de doña Rafaela Gracia permitió que sus hijas crecieran con un fuerte sentido de responsabilidad. Con el tiempo, cada una contrajo matrimonio: Josefa con Jesús Güémes Clouthier, Esther (Tité) con Guillermo Borboa Quintero y Rafaela (Ita) con Silvano Benguérez.
La Hacienda Rodriguera es fraccionada en tres partes
Tras el fallecimiento de la matriarca en 1925, la hacienda fue dividida en tres partes iguales, otorgando a cada familia la administración de 100 hectáreas. Este proceso marcó el inicio de la transformación de la antigua hacienda en lo que hoy se conoce como Loma de Rodriguera.
Las familias, a través del trabajo constante en la agricultura y la ganadería, lograron consolidar la economía local, sentando las bases de la comunidad actual, donde se preservan vestigios de lo que fue la próspera Hacienda de Rodriguera.
De acuerdo con el testimonio de Jorge Güémez, tataranieto de doña Rafaela, la historia de la familia Rodriguera Gracia es un testimonio de esfuerzo, visión y perseverancia, y así lo enfatizó en entrevista para Tus Buenas Noticias.
“Mi bisabuelo Jesús Güémes Clouthier continuó con la explotación agrícola y ganadera de su porción de la hacienda, hasta que, con el tiempo, la propiedad fue dividida nuevamente entre mi abuelo Juan Güémez Rodriguera y mi tío Jesús Güémez Rodriguera”, explica.

La Hacienda y los ecos del pasado
Hoy, Loma de Rodriguera es una comunidad que sigue creciendo, pero sus calles conservan los ecos de aquella hacienda (hoy resguardada por Amelia Medrano), de los tiempos en que el esfuerzo de una madre y sus hijas forjaron el destino de muchas generaciones.
Las tierras que una vez fueron trabajadas por caporales de la familia Rodriguera han evolucionado, dando lugar a viviendas, comercios y espacios comunitarios, sin perder la esencia de su historia.
El legado de esta familia demuestra cómo el esfuerzo y la organización pueden transformar una región.

Su impacto no solo se refleja en la historia de sus descendientes, también la identidad de una comunidad que sigue prosperando gracias a la herencia de trabajo y compromiso que dejaron sus fundadores. Hoy la Loma de Rodriguera es un referente simbólico del sector Tierra Blanca.
*Artículo elaborado con la colaboración de Jorge Güemez, nieto de Juan Alberto Güemez Rodriguera.