La Historia de Leonardo Amador: abuso de sustancias, un viaje de caída y redención
Su dependencia de la marihuana y la heroína le arrebataron más de 40 años de vida

Leonardo Manuel Ávila, un hombre de 43 años originario de Tepic, Nayarit, ha vivido una historia marcada por el abuso de sustancias, la violencia, la cárcel y la pérdida. Hoy, su testimonio es una advertencia y una lección de vida.
Su testimonio ha sido captado por el organismo Ciudadano Malala, a través de la serie de podcast ¿No pasa nada?, donde se busca visibilizar y concienciar sobre el impacto de las adicciones en la sociedad
Todo comenzó en la secundaria, cuando el contacto con nuevas influencias lo llevó a descubrir la marihuana. Buscando nuevos caminos, emigró a Tijuana y posteriormente a Estados Unidos.
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Allá, sin un hogar, la calle se convirtió en su refugio. Se involucró con pandillas y comenzó a vender droga, lo que eventualmente lo llevó a la prisión durante tres años. Al ser deportado a México, su madre cayó desmayada al verlo, pues le habían dicho que estaba muerto.
De vuelta en su tierra natal, lejos de reformarse, se sumergió más en las drogas, esta vez con heroína. La adicción trajo consigo enfermedades y problemas de agresividad.
“Pero eso no era el peor problema el hecho de que yo probaba la heroína, o lo que costaba, sino que no sabía en lo que me estaba metiendo. De hecho, me pegó hepatitis por las jeringas, me empecé a volver agresivo con las pastillas”.
Según Malala, en 2016 la prevalencia en el país de infección de hepatitis C (VHC) entre personas que se inyectaban drogas es muy grave. Existen datos que indican que hasta el 96% de ellos se encuentran infectados, lo que convierte a México en el primer lugar con este problema en Latinoamérica.

Bajo el efecto de las drogas sus delitos fueron en aumento
“Hasta el grado que al otro día despertaba y no me acordaba que había pasado el otro día, me revisaba yo mis bolsas y traía dinero, traía cadenas de oro, traía pues cosas que no sabía de dónde la saqué”.
Su familia, al descubrir jeringas y cucharas quemadas, comenzó a distanciarse. Finalmente, terminó en la cárcel por ocho años.
Durante ese tiempo, estando en prisión vendía todo lo que su madre le llevaba hasta que ella, cansada y con el corazón roto, dejó de visitarlo y apoyarlo.
Según Malala, la droga sólo tiene tres caminos finales: la cárcel, la muerte, la enfermedad. Si eliges la droga, es cuestión de tiempo que encuentres uno de esos caminos. Más tarde o más temprano no tendrás una vida digna, no tendrás amigos sanos y positivos, nunca tendrás nada y cada día menos.
A su salida de la cárcel nuevamente el consumo lo llevó a un punto de degradación extremo. Sus pies estaban llenos de ampollas de tanto caminar, cometiendo delitos en busca de dinero para drogarse. Robó y causó daño sin medir consecuencias.
Un día así llegó a la casa de la que fuera su esposa, según narra ella entre lágrimas:
“llegó con los pies todos reventados. Y me dijo tengo hambre. Y le dije pásate, báñate, cámbiate. Yo te quiero mucho pero aquí no te puedo tener, no porque yo tengo 2 hijas y soy responsable de ellas, y tú con tu adicción, yo jamás me perdonaría que a mis hijas les pasara algo a causa de ti”
Sumido por años en su desgracia de la adicción, incluso llegó al borde del suicidio, planeando arrojarse desde un puente, pero el miedo a sobrevivir en estado vegetal lo detuvo.
Hoy con 43 años de mala vida, Leonardo Amador reflexiona sobre sus años perdidos con dos grandes arrepentimientos: no haber disfrutado a su madre y no haber sido un padre presente para su hijo desde el nacimiento.
La droga le robó su familia, su dignidad y casi su vida.
Ahora, su historia es un llamado de alerta para quienes creen que pueden controlar las adicciones. Leonardo, con su testimonio, busca que otros no recorran el mismo sendero que él transitó. Para los que como él han creído que: No pasa nada.