Mariano Vega: Vendedor de bules artesanales que transforma la crisis en oportunidad
A sus 70 años, Mariano Vega transforma los bules en sustento y oportunidad, manteniendo viva una tradición artesanal


A sus 70 años, Mariano Vega Torres ha encontrado en la venta de bules o jícaras una manera de sostenerse y seguir activo tras perder su empleo como velador.
Originario de El Pozo, Imala, este hombre se instala diariamente a la orilla de la carretera a Imala, a la altura del residencial Maralago, donde ofrece su mercancía a precios accesibles.

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Mariano perdió su trabajo después de seis años de labor como velador en los alrededores del sector Los Ángeles. Sin embargo, en lugar de rendirse, buscó una nueva forma de ganarse la vida. A través de un contacto, comenzó a comprar bules traídos desde Tameapa, Badiraguato y de Tamazula, Durango.
Bules con valor artesanal
Estos frutos, también conocidos como tecomates o guajes, son usados tradicionalmente para transportar líquidos, manteniéndolos frescos aún en tiempo de calor, y tienen una gran demanda por su utilidad y valor artesanal.
El proceso de preparación de los bules no es sencillo. Mariano recibe los frutos enteros y se encarga de limpiarlos con un sistema que él mismo diseñó. Usando un alambrón, extrae las semillas y los restos internos, asegurándose de dejarlos listos para su uso.
Además, elabora tapones de madera y les agrega mecates para facilitar su uso. Gracias a este trabajo manual, puede venderlos a precios que oscilan entre los 100 y 150 pesos, haciendo accesible este producto para quienes buscan alternativas naturales para almacenar agua, vino o incluso decorar espacios.
Los ‘pininos’ de Mariano en el comercio
La venta de bules artesanales ha resultado un medio estable de ingresos para Mariano y su esposa, quien también se dedica al comercio, vendiendo tomates, cebollas y estropajos frente a un OXXO.
"Nos estamos manteniendo con esto. La crisis ha golpeado fuerte, pero aquí seguimos, día con día", comenta Mariano. A pesar de los retos, encuentra satisfacción en el trato con sus clientes y la posibilidad de generar su propio sustento.

Sus productos han viajado más allá de la región, llegando incluso a Estados Unidos y a la sindicatura de Costa Rica, donde un restaurantero compró varias piezas para decorar su establecimiento.
Mariano también vende semillas para quienes deseen cultivar sus propias plantas, fomentando la preservación de esta tradición.
Acompañado por sus fieles perras, Lobita y Chulía, Mariano sigue firme en su camino, demostrando que nunca es tarde para emprender y que con determinación y esfuerzo, es posible salir adelante.