El empresario
Por el Lic. Guillermo Martínez Domínguez, director general de Nacional Financiera
Por el Lic. Guillermo Martínez Domínguez, Director general de Nacional Financiera.
Mazatlán, Sinaloa, marzo de 1973.
Yo no conozco promotor industrial que viva tranquilo;
no conozco a un empresario promotor que tenga buen dormir;
no conozco un empresario con su industria en crecimiento que lleve una vida plácida y feliz.
El manejo de las empresas es un arte difícil, muy duro y para hombres muy hombres, porque al empresario se le reprocha dentro de sus consejos;
Se le reprocha en el esfuerzo social para que cumpla con normas y estándares de calidad;
Se le reprocha en el forcejeo en las negociaciones obrero-patronales;
Se le reprocha para que baje precios;
Se le reprocha para que no agote su paciencia ni fuerza de resistencia y no venda a un competidor extranjero;
Se le reprocha que no vaya al paso de la tecnología;
Se le reprocha que tenga dinero y se le reprocha que no tenga el suficiente capital para ser el mejor empresario del mundo;
Se le reprocha que no pague suficientes impuestos;
Se le reprocha que regatee salarios; se le reprocha que no crezca al ritmo de la imaginación de las personas que no saben de industrias ni de empresas.
He visto empresarios retirarse en sesiones de consejo de administración después de muchos años de servir a sus empresas, casi con conciencia de culpa por no haber satisfecho las exigencias especialmente de los recién llegados.
Hacerse empresario es escoger una profesión difícil e ingrata.
¿Seremos capaces de reconocer su valor y cuánto los necesitamos?
México necesita empresarios.
Necesitamos muy buenos empresarios.
Requerimos muchos buenos empresarios.
El Estado Mexicano tiene que ayudar a formarlos, a defenderlos, a mejorarlos y a hacerlos triunfar, porque los empresarios son indispensables en la creación de centros de trabajo y de producción.
Los empresarios, a través de las fábricas, de los centros de trabajo, son los mejores vehículos para crear y distribuir la riqueza.
Las empresas son el mejor instrumento para hacer justicia social, y las empresas son la mejor garantía también para que los países progresen y se desarrollen equilibrada y democráticamente, cordialmente entre sus habitantes.
Cada proyecto es una angustia; cada empresa es un centro de conflicto. Pero cada proyecto es un reto, y cada empresa es una responsabilidad.
Ojalá haya en México más y más buenos empresarios.
Publicado originalmente en EXCÉLSIOR, marzo de 1973.