Desde su creación en 1901, el Premio Nobel ha sido sinónimo de genio científico y artístico. 
Sin embargo, muchas personas no saben que recibió su nombre en honor al químico sueco que inventó la dinamita en 1867, Alfred Nobel. 
El poderoso explosivo fue uno de los inventos más importantes de la Revolución Industrial, transformando la forma en que se construían proyectos de infraestructura a gran escala, como carreteras, canales, minas, presas y puentes.
 La dinamita no solo era más potente que las formas anteriores de explosivos, sino también más estable y fácil de controlar, lo que la convertía en una sustancia ideal para atravesar montañas, tierra y otros obstáculos de manera eficiente. 

La invención de la dinamita y de varias sustancias relacionadas convirtió a Nobel en un hombre muy rico: cuando murió en 1896, había amasado lo que en ese momento era una de las mayores fortunas privadas del mundo. 
En su testamento, estipuló que la mayor parte de su riqueza personal debía invertirse en un fondo de valores estables y repartirse cada año en forma de premios que reconocieran a las personas que habían "otorgado el mayor beneficio a la humanidad". 

Los premios se otorgaban en cinco categorías: física, química, medicina, literatura y (quizás irónicamente para un hombre cuya fortuna provenía de explosivos y armas) paz. Los primeros Premios Nobel se otorgaron en 1901, cinco años después de la muerte del inventor homónimo. 
En 1968, el banco central de Suecia introdujo una sexta categoría del Premio Nobel, la economía, que ahora se otorga anualmente junto con las cinco categorías originales dictadas por el testamento de Nobel.

Alfred Nobel tuvo que huir de Francia tras ser acusado de alta traición.
En 1881, Alfred Nobel compró una gran casa con un laboratorio adyacente en Sevran, un pueblo francés al noreste de París, donde continuó su investigación sobre balística y explosivos. 
Lo más importante es que el trabajo de Nobel en Sevran condujo a la invención de la balistita, un tipo de pólvora que prácticamente no producía humo al arder. 
El gobierno italiano reconoció el poder de la balistita y compró a Nobel una gran cantidad de pólvora para uso militar, pero cuando el gobierno francés se enteró de que Nobel, residente en Francia, había vendido esta nueva y poderosa tecnología armamentística a un ejército extranjero, acusó a Nobel de alta traición. 
También insinuó que Nobel había desarrollado la balistita mediante espionaje, espiando al ejército francés y robando la fórmula de un tipo de pólvora llamada Poudre B, otra pólvora sin humo que se desarrolló en la misma época pero que dependía de un proceso químico completamente diferente. 
Ante estas falsas acusaciones, Nobel se vio obligado a huir de Francia en 1891 y trasladarse a Italia, donde vivió los últimos cinco años de su vida.