La Vacuna de la Esperanza y de los Abrazos

Columna: Reflexiones de un aspirante a buen vecino. Por Miguel Calderón

Ya llegó la vacuna contra el coronavirus y se abre la esperanza. Las noticias del primer paciente COVID en nuestro país empezaron a llegar de Culiacán desde un hotel en donde una persona del sexo masculino se hospedada. Esa atención mediática se difundió a finales de febrero del año pasado.

Esta semana, a poco más de un mes y medio de cumplirse el primer aniversario de la ubicación de ese paciente cero en México, se anunció que ha llegado el primer lote de vacunas anti Covid al aeropuerto de nuestra Ciudad.

Si consideramos lo que dice la página de internet hystoryofvaccines.org en el sentido de que el “desarrollo de una vacuna es un proceso largo y complejo que a menudo tarda de 10 a 15 años, e involucra la participación combinada de organizaciones públicas y privadas”, la velocidad con que llegó a nuestro entorno este antídoto contra el coronavirus es realmente sorprendente.

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Como uno de muchos ejemplos se pueden mencionar la vacuna del Papiloma Humano que tardó veinte años en investigación y no salió al mercado hasta en 2006. A propósito de todos estos sucesos, que a algunos alegra y a otros inquieta, recordé mis clases de mercadotecnia de la época universitaria.

Frente a estas novedades las reacciones son tan diversas que bien podrían caber en dos de estos extremos: los early adopters versus los late adopters, que podríamos traducir como los primeros que se forman en la fila contra los últimos que se convencen de que la vacuna vale la pena.

Este tipo de conceptos, que últimamente son más usados por los estudiosos del comportamiento del consumidor, basan su teoría en los temores, dudas y en la confianza del ser humano. Hay quienes están listos a adquirir el primer smartphones que salgan al mercado arriesgándose de las fallas que pueda presentar el modelo más reciente y hay quienes prefieren haya evidencia de su uso masivo para confiar y luego hacer la compra.

Quizás esto no aplique completamente al tema de las medicinas y los remedios a las enfermedades, pero de alguna manera la analogía nos ilustra.

Para quienes hoy han perdido a un ser querido o están en medio del sufrimiento por el coronavirus este dilema disminuye y es posible que tengan mayor disposición a la aplicación del recién llegado remedio.

Un gesto de buena vecindad también es un factor que juega en esta predisposición a colocarse en la fila de la vacunación. En la medida en que se vayan sumando vecinos vacunados tendremos menor riesgo de contagios y ese hecho nos permitirá poco a poco volver a convivir como lo hacíamos antes.

Venga la esperanza para que después vengan los abrazos. Bienvenida la vacuna.