Doña “Felis”, con la fuerza de sus manos sana los dolores de la gente

Doña "Felis" lleva 53 años cambiando el dolor por salud. Asegura tener un Don para ayudar a otras personas.

Por: Jacqueline Sánchez Osuna

Doña "Felis" lleva 53 años cambiando el dolor por salud. Asegura tener un Don para ayudar a otras personas.

¡Pase!, Grita doña “Felis” desde el fondo de su casa, mientras termina de sacudir la mesa y acomodar las sillas para recibir a sus visitantes. Es la entrada de un adolorido que busca curar sus males.

Amablemente, como todos en Altata, ofrece una silla y un vaso con agua a quienes tocan su puerta. “Doña Felis, vengo a que me sobe la columna”, dice Carlos.

“Vengo desde Yameto, porque me dijeron que usted es muy buena para las composturas”, afirma con esperanza de aliviar el dolor que no lo deja estar.

Rápidamente doña Felis saca sus aceites y se prepara para hacer su trabajo.

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Sobar las dolencias de quienes llegan a pedir ayuda hasta su casa. Desde hace 53 años la señora Felícitas Salazar Zavala descubrió que tenía un

don. Cuando una de sus tías que a la fecha tiene 90 años de edad le mostró la manera de sobar los males de los que tienen algún padecimiento.

Vivía en la comunidad de Las Trancas, en la sindicatura de Bachimeto en el municipio de Navolato con sus padres, cuando de la mano de su tía fue

aprendiendo cada uno de los movimientos que generaban alivio a quienes requerían de ayuda luego de algún “mal paso”.

A los 17 años, el amor la llevó a Altata, en donde desde hace 44 años ha dedicado parte de su vida a sobar los “males” de la gente.

“Sobo la “tripa ida” por susto, estrés, columna, “mollera caída”, empacho, de todo”, dice doña “Felis” tratando de hacer memoria de todas las veces que ha tenido la oportunidad de brindar servicio.

Según los “pacientes” de doña Felis ella es muy buena para sobar, dicen que llegan a buscarla personas de Bachimeto, Yameto, Dautillos, El Tetuán, Navolato y hasta de Culiacán con tal de sentir las manos que les brindan confort y alivio.

Para doña Felis poder sobar y provocar alivio en quienes pone sus manos es un Don de Dios. Asegura que lo hace de corazón buscando dar un poco de descanso a quienes lo requieren y llegan a tocar la puerta de su casa.

“Este es un Don. A todas las personas que han venido a sobarse les ayudo con sus dolencias. De aquí ha salido gente caminando, aun cuando entran casi arrastrándose del dolor”, dice con admiración.

De esos buenos recuerdos habla, sorprendida y con gran satisfacción, de una experiencia que le tocó vivir junto con una joven mujer que tras haber dado a luz y una mala práctica quirúrgica la dejó inválida. Al enterarse de la situación de esta joven madre, doña Felis acudió en su ayuda.

Durante algunos meses estuvo constantemente dos días a la semana durante tres horas sobando sus piernas, músculos y columna hasta conseguir que lograra ponerse en pie y dejara la silla de ruedas que la ataba. Todo a base de los masajes que doña Felis le proporcionaba y posteriormente un tratamiento de fisioterapia que le devolvió la movilidad natural.

“Ayudar a la gente me trae satisfacción, por eso lo hago. Con la muchacha me trajo una gran sorpresa. Y ver que logran una mejoría y se sienten agradecidos es una gran recompensa”, señala con una sonrisa de bondad.

Desde su domicilio ha dedicado su vida a ayudar a otros. Dice que ese Don tiene que compartirlo con los que piden ayuda. Doña Felis comparte generosidad, es lo que aprendió, esa que solo se puede encontrar entre la gente de Altata.

A través de sus manos transforma las dolencias en satisfacción y salud. Un buen motivo para visitar Altata.

Periódico de Altata –  Junio 2021

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