Durante 37 años Guillermina Cuadras, "La Kitio" ha dedicado su vida a la captura de ostión. Ahora forma parte de la historia de Altata.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
Durante 37 años Guillermina Cuadras, "La Kitio" ha dedicado su vida a la captura de ostión.
A “La Kitio” no hay quien no la conozca en Altata. Y es que no hay muchas mujeres que valientemente se atreven a salir a pescar ostiones, hacer todo el trabajo posterior y finalmente ir a ofrecerlo en los puestos de mariscos.
Al paso, María Guillermina Rodríguez Cuadras, o “La Kitio” como todos la conocen en el lugar, va saludando cual reina de belleza.
Y es que su carácter amable y sus palabras cargadas de gracia la hacen un personaje inigualable en Altata.
“La Kitio” es originaria de El Palmar de los Leal, en el municipio de Mocorito, pero hace 36 años llegó de vacaciones a Altata. Venía a visitar a una de sus hermanas, pero el mar la enamoró, la brisa y el aire cargado de sal la obligaron a ver con otros ojos el lugar.
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¿Y cómo no?, si además del mar se enamoró de Francisco Javier Medina. “El Panchío” era apenas un jovencito de 17 años cuando conoció a “La Kitio” y ya no la dejó irse.
Se casaron y procrearon tres hijos, que les han dado cinco nietos de los que se sienten orgullosos.
Al iniciar su vida juntos, “La Kitio” y “El Panchío” tenían que encontrar una manera de salir adelante, por lo que Guillermina decidió acompañar a sus suegros y su esposo a la captura de ostión.
“Cuando yo llegué a la familia, mis suegros se dedicaban a la captura de ostión. La primera vez que entré, fue con ellos y con “El Panchío”. A mí nunca me ha dado miedo nada y pues así fue como empecé. Tenía 18 años. Ahorita tengo 55 y sigo haciendo esto”, asegura con gran orgullo al saber que es una de las pocas mujeres en el lugar que se dedican a esta labor.
Después de 37 años de su vida dedicados a la captura, “La Kitio” sigue con gran ánimo. Dice que ahora agarran la panga y se van hasta el mangle que se ubica allá en el Tetuán Viejo, asegura que en ese lugar es en donde está el mejor ostión y de buen tamaño.
Para poder sacar la captura del día es necesario ganarle a la marea y hasta al sol. “Para ganarle a la marea nos tenemos que ir muy tempranito, a veces, a las 5:30 de la mañana ya estamos allá y todo está oscuro, pero pues ni modo porque si nos esperamos más tarde la marea sube y no nos deja sacar el ostión, porque es muy peligroso”, dice con voz de advertencia.
Llegando a trabajar tan temprano tiene la fortuna de regresar a casa a media mañana y entonces preparar todo lo necesario para ir a venderlo a sus clientes.
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Pensándolo bien, este oficio de “La Kitio” es propio de los valientes. Es que hay quienes aseguran que en lugar a donde van por sus ostiones hay cocodrilos al acecho. Ella asegura que no le da miedo, que, aunque sí hay caimanes tienen que trabajar.
“Hasta ahorita nunca nos hemos topado con ningún caimán, pero ya le dije al “Panchío” si veo un cocodrilo te echo adelante. Que te coma a ti y no a mí, yo corro lo más rápido que pueda”, dice entre risas mientras que Francisco suelta la carcajada y le reclama “abusona, prefieres que me coma a mí que a ti” y vuelven a reír.
La captura del ostión no es tarea fácil, se requiere fuerza para cortarlos, la habilidad para nadar mientras llevas en las manos unos guantes que evitan las heridas que puede provocar la concha del ostión, un cuchillo y además una cubeta en donde colocar el producto.
Por eso es que Guillermina y Francisco de vez en cuando tienen la ayuda de su nieto Luis Ángel de 15 años, quien se queda en la panga mientras los abuelos en el agua hacen la labor diaria.
“A veces nos acompaña mi nietito, nosotros llenamos la cubeta y él la saca, lo hacemos juntos, es que no crea que hay mucha gente que va a sacar ostión. Es Poca. La verdad no es difícil. Mucha gente no le gusta trabajar porque es mucho el proceso, madrugar para arrancarlo, abrirlo, enfrascarlo y luego ir a venderlo”, dice con su voz apacible.
Aunque para “La Kitio” no represente un trabajo arduo, saber elegir el ostión tiene su nivel de complejidad. Asegura que eligen solo el grande para que el chico vaya creciendo para la próxima temporada.
“Hay ostión chico, mediano y grande. Elegimos el grande para que el chico vaya creciendo. Porque si sacamos el chiquito ya no vamos a tener. Ahí nos va quedando para otra temporada ir a sacarlo”, asegura con esa seguridad que la experiencia le brinda.
Luego agarra sus charolitas listas para vender, se va a recorrer los puestos de mariscos para ofrecer sus ostiones en 70 pesos. Un precio demasiado bajo comparado con el riesgo que corren cuando la marea hace de las suyas.
Ostias tío, si Te gustan los ostiones del puerto, seguro has comido uno trabajado por ella. En Altata “La Kitio” es una mujer que desafía las mareas.
Periódico de Altata Septiembre-2021