La guerra cambió su vida para bien. Son sucesos inolvidables que dejaron una huella en el alma.
Por: Sergio Córdova
Ser fanático de historias de policías y ladrones, pueden motivar a cualquier niño a convertirse en un guardián de la justicia. Sin embargo, enlistarse al ejército y ser sobreviviente de guerra no es un testimonio que muchas personas pueden darse el lujo de compartir. Alberto Fernández es un veterano sonorense que cambió las armas por el rastrillo para labrar la tierra.
A corta edad, Alberto no encontraba afinidad con los estudios y como sus padres querían ayudarlo a convertirse en un hombre de bien, lo motivaron a buscar una actividad que fuera de su agrado y forjar valores que lo ayudarían a construir un mejor futuro.
Al terminar los estudios básicos a regañadientes, Alberto era apenas un chiquillo de 17 años cuando decidió enlistarse al ejército de los Estados Unidos para hacer su servicio militar y cambiar los libros por sogas para salvar a sus compañeros. Hacía el año de 1947, y los estragos de la Segunda Guerra Mundial afectaron al mundo entero.
Para Alberto, era una oportunidad de forjar su valor por lo que estuvo un año entrenando para poder tomar una decisión: ir a Europa a ayudar a reconstruir ciudades o sumarse a las filas que acudirían a Japón.
Con las ilusiones y anhelos, de un joven de 17 años, había elegido Europa para conocer nuevos lugares; sin embargo, la vida le tenía preparado otro camino que lo llevaría hasta Japón.
En Japón pasó tres años de su vida y su carrera floreció. Logró convertirse en Sargento. Su aptitud y experiencia ayudaban a liderar los equipos; cualidades que le servirían para enfrentar un suceso insólito: la Guerra de Corea de 1950.
Proteger su vida, la de sus compañeros y la del mundo entero, fue su motivación, y el despliegue de todas las tropas disponibles en Japón comenzó y tomaron rumbo hacia Corea del Sur. Alberto era el guía.
Con gran valentía, Alberto luchó por más de un año; Un accidente que lo puso en riesgo, lo obligó a regresar durante 1951. Este año fue un parteaguas para él. No sólo por regresar a México, sino que la herida en su cabeza le cambió la vida. La experiencia durante la guerra, lo motivó para ver la vida de una forma diferente.
Por respeto a esas experiencias vividas, a sus compañeros de guerra, a su escuadrón y a sí mismo, el sonorense decidió guardar para sí esos recuerdos que anida en lo más profundo de su corazón.
Sin embargo, asegura que la guerra cambió su vida para bien. Son sucesos inolvidables que dejaron una huella en el alma. Para Alberto, son tan vívidas que a veces no recuerda si fueron ayer o hace tantos años.
Esas vivencias que aún el día de hoy se manifiestan en sueños de noches largas que traen los escenarios del pasado.
Para Alberto, la vida ha pasado. nuevas experiencias hacen de él un hombre agradecido. Al llegar a tierra Azteca, tuvo la oportunidad de comprar un terreno en el Valle del Yaqui para darle un nuevo aire a su vida y cosechar las tierras poco a poco.
El golpe en la cabeza no fue impedimento para que este hombre desarrollara técnicas que le permitirían mejorar y expandir su negocio de agricultura.
Mientras cosechaba buena semilla, Alberto se enamoró de Lucrecia y dieron fruto a 7 hijos. Con esfuerzo y amor, forjaron una bonita familia. Pero Alberto, quería fortalecer su actividad como agricultor y conseguir su sueño de comprar un rancho y convertirse en ganadero.
Ya son más de 50 años de vida, dedicados a la agricultura y la ganadería en Ciudad Obregón, Sonora. Una actividad que logró convertirse en un legado para la familia Fernández.
Fue así como encontró en el rancho una nueva pasión en la que podía utilizar las virtudes que forjó en el campo de guerra: la disciplina, la persistencia y la valentía.
Con las experiencias vividas y el camino forjado, Alberto siempre siguió escalando y su lema “ve siempre hacía delante” se convirtió en su estilo de vida.
A Alberto no sólo le apasiona el campo. Dominar el cielo era uno de sus sueños que vio cumplido al aprender a pilotear y hacerse de su propia avioneta con la que surca los cielos para ver su rancho.
Con la guerra en el pasado, Alberto jamás imaginó que regresaría a lo que una vez fue un campo de guerra. Durante la pandemia, el Gobierno de Corea buscó a los veteranos mexicanos pero de 100 mil sólo encontraron a siete, de los que sólo 3 seguían con vida. Alberto, fue uno de ellos.
De tal modo que fue invitado a Seúl, Corea del Sur para ser conmemorado y tener su propia sección en el museo de Seúl para homenajear su valentía en búsqueda de la libertad. Por este acto, Alberto es reconocido por altos mandos del gobierno coreano como el Secretario de Defensa de Corea, generales y empresarios de este país.
Con 93 años, Alberto goza con su familia. Sus siete hijos le dieron el regalo de convertirse en abuelo y presume a sus 18 nietos y siete bisnietos. Hoy, forma parte de la Asociación de Veteranos Mexicanos de la Guerra de Corea y comparte sus experiencias con jóvenes para invitarlos a ir siempre hacia delante y en su opinión comentó “Hicimos bien en lugar esa guerra, ya que hoy en día se puede ver cómo el país creció y lo que hoy son”.
Hoy Alberto no solo cosecha frutos de su tierra. A lo largo de la vida ha sabido sembrar disciplina, respeto y amor para los suyos. La guerra de Corea marcó su vida. Su foto y nombre son reconocidos en Corea, pero en su país tiene lo más importante. El amor de su familia y el reconocimiento como un veterano de guerra.
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