Desde los 6 años, María Aurora se dedica a la venta de tamales y esquites en el Centro.
Por: Jacqueline Sánchez Osuna
En Culiacán, ¿Quién no ha probado un esquite de los de la Güera del mercado? Con seguridad, todos los culiacanenses se han deleitado por lo menos una vez en la vida con uno de los vasos llenos de elote, crema y queso que se preparan en el puesto de esquites y elotes de la Güera en el mercado Garmendia.
María Aurora Montoya García, es una mujer empoderada. Desde la corta edad de los 6 años inició en el mundo del comercio ambulante.
Recuerda que, a esa tierna edad, a temprana hora se iba a la marisquería de su papá y le ayudaba en lo que podía. Al medio día, llegaba muy puntual a la escuela en donde recibía educación y al salir, iba corriendo hasta su casa para llegar antes de que su mamá apagara la olla de tamales que pronto iría a vender.
“Saliendo de la escuela a las 6 de la tarde empezaba con la venta de tamales. Me venía al Centro y me ponía a vender afuera de la Zapatería Estrella, Casa Rico o la Zapatería Romo. Era vendedora ambulante y me quedaba hasta las 11 de la noche para alcanzar el último camión de la ruta “Rayito” o “Coloso”, recuerda con anhelo.
Hace 55 años, esa rubiecita ya era conocida por todos como La Güera. Esa niña aguerrida que cargaba con una cajita mexicana, donde colocaba una olla y una cubeta llena de elotes y tamales.
“Era una niña muy aguerrida. Una vez, hasta fui a dar a la Municipal. Como no había permisos para la venta ambulante, llegaban los policías “El Gordo” Suárez y “El Mocho” Nayo y todos a correr. Pero esa vez, mis primitos no alcanzaron a correr, así que me regresé y me subí a la camioneta de la policía para poder cuidarlos”, recuerda entre risas.
Así, siendo una pequeña, Aurora siempre demostró gran valentía y sobre todo, el deseo de ayudar a otros.
Un día de tantos, cuando tenía 10 años, tuvo el acierto de ponerle su propia sazón a los tamales que durante mucho tiempo preparaban su mamá y sus tías.
Que Aurora “metiera su cuchara” fue una buena idea. Los tamales que solo eran preparados con manteca, elote y sal, ahora tenían un sabor diferente. Eran dulces.
Según la Güera, los preparó según la exquisitez de su paladar y todo fue un rotundo éxito.
En el Centro, Aurora fue la primera vendedora de esquites, incluso, se atribuye haber cambiado el nombre a este popular snack.
“Yo fui la que le puse el nombre de esquites al elote en vaso. Antes se pedía así como elote en vaso. Y dije no, quiero ponerle un nombre especial. Busqué un nombre que represente a México que sea algo típico regional y busqué palabras en el dialecto Nauatl y descubrí que esquite era el nombre indicado”, dice con honra.
Aunque asegura que sus vasos de esquite no llevan una gran elaboración, le pone mucho cariño además de crema y queso. Lo que la hace ser diferente del resto.
“Todo lo que vendemos es casero. Todo hecho en casa, tamales, elotes desgranado, salsas y demás”, señala.
Esa pizca de amor que le agrega es lo que asegura que lo hace especial. Asegura que disfruta mucho lo que hace, pero sobre todo, que se brinda la oportunidad de darle la mano a quienes más lo necesitan.
Aurora sabe lo que es tener una vida complicada. Por ello, da empleo a personas con distintos tipos de discapacidad con la intención de hacerlos sentir productivos.
Y asegura que es ella, la que sale más beneficiada siempre al ver la sonrisa y gratitud de sus empleados.
Para la Güera, su salud ha representado un desafío. Tener una enfermedad autoinmunitaria que crea por error anticuerpos que atacan sus tejidos no ha sido sencillo.
Sin dejar de lado otras enfermedades que para cualquier persona fueran razón discapacitante, ha sido para ella una razón para estar en pie, con todo y el riesgo que eso representa.
“Me dice la gente. No tiene nada. Porque no ven nada, pero lo tengo todo. Pero siempre me he dicho que no me va vencer la enfermedad. Me siento feliz porque la enfermedad es la que tiene que aprender a vivir conmigo”, dice con una voz de consuelo.
En realidad, Aurora asegura que la gente que está a su alrededor es la que la mantiene positiva.
“Hay personas que tienen condiciones físicas de discapacidad y aún así, salen adelante. Yo puedo hacerlo también”, dice con razón.
A sus más de 60 años, se mantiene positiva ante los desafíos de la vida. Sabe que por medio de la resiliencia es que puede tener una mejor forma de vivir. Sus tres hijos, su pareja y sus nietos, son la alegría de cada día.
Ahora, disfruta de su tiempo sirviendo a los demás. Sobre todo, elaborando tamales y esquites que diariamente ofrece a sus clientes. Los esquites y tamales de La Güera sacian el antojo del día y llenan de sabor regional el paso por el centro Culiacán.
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