El trabajo con método es la herramienta para que Culiacán sea una ciudad sostenible, justa, incluyente y pacífica.
Por: Francisco Cuamea
Hay consenso de que queremos vivir en otro Culiacán. Queremos que sea una ciudad que desarrolle economía de manera pujante, pero que a la vez haya una distribución justa del ingreso sin pobreza y sin hambre
Queremos que sea una sociedad pacífica, con la violencia y sus diversos tipos en su mínima expresión, que no contamine y que se convierta en un fuerte polo de innovación, desarrollo y cultura.
Una ciudad en la que haya Justicia, Verdad, Reparación y No Repetición.
Queremos que el 21 sea el Siglo del Renacimiento de Culiacán. Este sería una gran propósito inspirador para los distintos perfiles de culichis.
¿Pero cómo construir proyectos interrelacionados que nos lleven a cumplir tal propósito? ¿Cómo ser resilientes en este maratón que significaría una empresa de este tamaño? Una respuesta está en el método. El trabajo orientado por un conjunto de pasos o procedimientos sistemáticos utilizados para alcanzar un objetivo o resolver un problema de manera eficiente y organizada.
Por otro lado tenemos el desacuerdo. Antes y en estos días hay muchas opiniones sobre nuestra experiencia social, es decir, cómo vivimos y cómo interactuamos en este espacio llamado Culiacán. Parece que las balas despiertan la reflexión.
Junto con el mosaico de impresiones luego sucede la pugna por intentar imponer una opinión como la verdad de todos los tiempos y el resultado frecuentemente es el desacuerdo.
Nuestra sociedad, hoy, en el mundo, vive el fenómeno de la Torre de Babel y el método puede ayudarnos a superar ese estadio.
Lectura política de la Torre de Babel
La Torre de Babel es una historia bíblica muy útil para conocernos en estos tiempos.
Este relato es una explicación cristiana de los orígenes de la humanidad. Dice que, después del Diluvio, los descendientes de Noé vivían en la región de Sinar y compartían un único idioma. Motivados por el deseo de alcanzar el cielo y hacerse un nombre que los unificara, decidieron construir una torre monumental que llegara hasta el cielo. La construcción de la torre representaba no solo su ambición de poder, sino también su deseo de desafiar el orden divino.
Dios, al observar la arrogancia y el desafío implícito en la construcción de la torre, decidió intervenir. Para frenar el proyecto, confundió su lenguaje, de modo que los constructores ya no pudieran entenderse entre sí. La confusión de las lenguas dispersó a los pueblos por toda la Tierra, poniendo fin a la construcción de la torre y fragmentando a la humanidad en diversas culturas y lenguas. Este evento es visto como el origen de la diversidad lingüística y cultural del mundo.
Si bien este relato suele ser interpretado como una advertencia contra la soberbia humana y el intento de alcanzar el poder absoluto, es también una metáfora poderosa para reflexionar sobre la incomunicación entre los seres humanos.
Tratándose del Renacimiento de Culiacán como el Gran Propósito, sería muy complicado lograrlo por nuestra desconexión social que carece de vínculos de comunicación. No se trata de que “hablemos” distintos idiomas, sino de que no tenemos la voluntad de comprender al otro.
Ninguna deidad necesita hacer algo para detenernos porque simplemente no tenemos la disposición de entendernos y construir sobre la pluralidad.
De hecho, ese es un insumo que utilizan a favor las y los políticos astutos.
El trabajo con método ayuda, precisamente, a crear conocimiento colectivo creando canales de diálogo y negociación que, cuando se tiene un gran propósito orientador e inspirador, como el Renacimiento de Culiacán, puede construirse la ciudad para la realización de todas las personas.