Poder y acceso a la información pública

La democracia no termina en las elecciones, se complementa con el ejercicio de poder que propicie la participación ciudadana gracias al libre flujo de información pública

Por: Francisco Cuamea

La información pública de calidad es una de las piedras fundamentales de la vida en sociedades democráticas. 

Integradas por personas que se relacionan en múltiples redes, las sociedades son sistemas vivos en las que la transmisión de datos e información resulta vital para su viabilidad. Entre más libre sea ese flujo en calidad y en cantidad, mayor democracia. 

Tal es el propósito del libre flujo de la información pública: ampliar el espacio democrático para la participación de las personas en su sociedad.   

“El ejercicio del derecho de acceso a la información pública fortalece la participación ciudadana, las políticas públicas, la gestión pública y por ende la gobernabilidad democrática”, establece la Organización de los Estados Americanos

“Al mismo tiempo, permite reforzar la legitimidad del sistema democrático incorporando al ciudadano en los procesos de deliberación, gestión y evaluación de las políticas públicas, sumando un componente de sustentabilidad a las políticas públicas”.

Democracia: Ascenso y ejercicio del poder

En México solemos identificar a la democracia con las elecciones a cargos populares. Razonamos qué tan democrático es el país en la medida de la calidad de las jornadas electorales. 

Este tipo de democracia, la electoral, está relacionada con el arribo al poder. Nació de la necesidad de que las autoridades asuman el control de un país de forma pacífica y no violenta, con la aceptación de una mayoría.

Pero una vez que se asume el poder, este también debe ser ejercido de manera no violenta, o en otras palabras, sin perjudicar la libertad y derechos de los gobernados. 

Por lo tanto, la democracia también se materializa en la forma en la que se administra el control de un país. Aquí es donde el libre acceso a la información pública resulta fundamental para un país y su ciudadanos.

Entonces, para que un país sea democrático, tiene que serlo en estas dos fases del poder: conseguirlo y ejercerlo. 

La historia reciente, pero olvidada

Las mexicanas y mexicanos aprendimos que el arribo y ejercicio del poder debe ser democrático tras 80 años de vivir bajo el régimen de un Partido de Estado: el PRI.

Hoy poco se menciona y eso que la transición democrática apenas tiene 24 años. 

Durante la hegemonía priista el arribo al poder se daba bajo elecciones simuladas y manipuladas, y el ejercicio de este era severamente patrimonialista: los bienes públicos, como la información, eran propiedad de la oligarquía gobernante.

Primero se logró el respeto al voto. Luego vino la construcción de instituciones que acotaron el ejercicio del poder para evitar que se repitieran los abusos del Partido de Estado. Porque el poder democrático necesita límites.

Entre esas instituciones están las legislaciones sobre transparencia y acceso a la información pública que se han dado en este primer cuarto del Siglo 21, que permitieron que la información en poder de los gobiernos dejara de ser de su exclusividad para, ahora sí, que los ciudadanos conocieran las entrañas de las decisiones, no sin pelear antes por ella.

Hoy que se plantea la desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales, el INAI, que es el árbitro entre los ciudadanos y el gobierno, se propone que sea el gobierno mismo quien arbitre cuando un ciudadano pelee por información pública.

Esto es, que el ejercicio del poder regresa al estilo patrimonialista en menoscabo de la democracia. 

En algún momento olvidamos el pasado reciente y ya lo estamos repitiendo.

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