San Bartolo fue un antiguo pueblo minero ubicado entre Chupaderos y Copala, los yacimientos encontrados por toda esa zona rápidamente se convirtieron en minas importantes, una de estas fue nombrada "El Arco de Oro" por su enorme productividad.

Dicha mina fue tan rica en minerales, que la población creció de tal magnitud obligando a los pobladores a expandirse al otro lado del arroyo y establecer un nuevo asentamiento cruzando este mismo, nombrando "El Arco" a esta parte, sin embargo, con el paso del tiempo se decía que San Bartolo y El Arco eran el mismo pueblo.

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El incremento de la población fue tan considerable que la necesidad de un panteón para sepultar a sus difuntos se volvió inminente. Por lo tanto, dicho panteón se llevó a cabo en lo alto de un cerro llamado "El Alacrán".

Muchas leyendas surgieron alrededor de este panteón, debido a la creencia de que algunas personas fueron sepultadas con sus pertenencias de oro y otros objetos valiosos.

Una de estas leyendas es la de "Mamá Peregrina", su tumba fue profanada debido al rumor que se corrió entre los habitantes, el cual decía que fue sepultada con un cinturón en forma de víbora completamente de oro, y que, además, portaba en los costados monedas del mismo mineral. Sin duda, un tesoro que incitaba el imaginario de los amantes de lo ajeno.

El panteón se esconde entre la vegetación que en temporada de lluvias crece desmedidamente ocultando por completo las pocas cruces de hierro que aún existen, el camino se torna inaccesible y prácticamente desaparece del mapa este pequeño camposanto que se vuelve invisible ante la vista.

Al lugar solo es posible llegar con la ayuda de un guía experimentado que conozca la zona como su palma de su mano, es un punto perdido en el radar, difícilmente se puede explorar en temporada de secas lo que imposibilita en estaciones lluviosas el hallazgo de este lugar remoto en el que resulta inimaginable la existencia de un panteón en medio de la nada.

Hoy en día solo quedan ruinas y vestigios de este pueblo minero; muros llenos de historias que han resistido al paso de los años, caminos antiguos invadidos por la maleza y una tranquilidad de siglos atrás que aún se respira en el arroyo.

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Se cree que los habitantes abandonaron este poblado debido al declive del preciado mineral, lo que provocó la culminación de las actividades en las minas.

Hoy en el Arco de Oro de Concordia, donde la riqueza atrajo a mineros y cientos de gambusinos hay un panteón en abandono.

Después de explotar el mineral, unos se fueron ricos, otros se fueron más pobres, y otros simplemente no se fueron, los recibió la tierra.

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