En el alma de Puebla, la canción "¡Qué chula es Puebla!" resuena como una eco atemporal que encapsula el amor profundo por la ciudad de los ángeles. Su autor, Rafael Hernández Marín, un destacado compositor de Puerto Rico, llegó a México en 1932 y se enamoró tanto del país que su contribución musical se convirtió en una expresión vibrante de afecto por diversas ciudades mexicanas, siendo Puebla la musa que inspiró una de sus creaciones más icónicas.

Esta pieza musical, más que una simple melodía, se erige como una declaración de amor a Puebla, tejiendo versos que destacan la riqueza arquitectónica, los aromas y sabores de la gastronomía, las tradiciones arraigadas, las leyendas que dan vida a sus calles, la religiosidad que se respira y la belleza singular de las mujeres poblanas, según Telediario.

La leyenda cuenta que la inspiración para esta canción surgió del propio enamoramiento de Rafael Hernández por una poblana. Aunque esta historia permanece como un encanto romántico, lo cierto es que el amor del compositor por México, manifestado en composiciones como "Perfume de Gardenias" y "Capullito de Alelí", trascendió fronteras y generaciones.

Rafael Hernández, conocido como 'Jibarito', no solo fue un músico prolífico sino también un enamorado de la cultura y la esencia mexicana. Su legado se entrelaza con el Cine de Oro mexicano, contribuyendo con bandas sonoras que quedaron impresas en la memoria colectiva.

Aunque el maestro Hernández partió de este mundo en 1965, su conexión con Puebla se inmortalizó. El Gobierno de Puebla, como un gesto de agradecimiento, erigió un busto en su honor en la avenida 43 Oriente - Poniente, ubicado en la colonia Huexotitla. Así, "¡Qué chula es Puebla!" sigue siendo más que una canción; es un testimonio sonoro de la eterna historia de amor entre un compositor, una ciudad y su gente.

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