Isidro Osuna, un albañil que dejó su corazón en cada construcción
El paso de los años, hacen mella en la vida de un buen hombre.
Isidro Osuna Aispuro es un hombre septuagenario que a pesar de su avanzada edad cada día sale de su hogar en la CNOP para buscar el sustento.
Aunque el deterioro de su salud se agravó desde que apareció en su vida el famoso mal de Parkinson Isidro es un hombre ejemplar.
Ataviado con una camisa blanca y un pantalón café, emprende camino con rumbo fijo en busca del trabajo del día.
¡Recibe las últimas noticias!
“Todos los días salgo de mi casa desde temprano, vengo a buscar algún trabajito, alguien a quién ayudarle para que me de unos pesos para la comida del día”, dice con entusiasmo.
Desde que era un joven de 17 años, Isidro tomó la pala y empezó a pegar ladrillo. Durante al menos 35 años, dedicó su vida a la construcción de casas.
Pero los años fueron cobrando factura y ahora con el movimiento involuntario de sus manos le es imposible trabajar en lo que es experto.
“No, desde que tenía 17 años aprendí a hacer la mezcla. Vivía en Durango y allá aprendí a trabajar con los albañiles. Poco a poco me hice experto y hacía la obra con mucho empeño. A cada construcción le ponía el corazón para que quedar rechula la obra”, dice con orgullo.
Allá en Los Brasiles, Durango, Isidro era de los buenos albañiles, asegura que empezaba a trabajar desde muy temprano y salía tarde para terminar lo más pronto posible el trabajo.
“Si me acuerdo que nos íbamos en cuanto quería clarear para que nos rindiera el día, trabajábamos mucho y no parábamos hasta que veíamos que estaba terminado el trabajo del día. Yo era detallista y todos alababan mi trabajo”, recuerda el anciano.
Ahora, Isidro ya no anda en los andamios haciendo edificios, ni tampoco en los techos puliendo los trabajos. Lleva una vida tranquila al lado de su sobrino y su familia, quienes generosamente le brindan un techo en donde pasar los días.
Pero Isidro, es agradecido. Aunque la esposa de su sobrino siempre le sirve un plato de comida caliente, él prefiere ponerse en pie y salir a ganarse el bocado.
“Es que yo les agradezco a mi sobrino y su esposa que me tiendan la mano, pero también me gusta salir de la casa y arrimar algo para que no sea yo una carga para ellos”, reconoce.
Así es como entre otros trabajitos se dedica a limpiar un vivero, barrer o recoger algunas basuras para recibir unas cuantas monedas.
Como dice, todo lo que hace, lo hace de corazón.
“Alguna gente me pregunta cómo es que cambié de oficio, si antes hacía casas y edificios, los más bonitos y bien hechos, ahora barro y recojo basuras. Sigue siendo para mí un trabajo importante, pero lo más importante es que todo lo que hago le pongo corazón”, dice mientras se apresura a llegar a un vivero, en donde lo esperan las plantas para que les de vida y les ponga el corazón.