Historias inauditas de La Guásima y "El Chinito"
Don Jorge Pazos Villagrana anduvo en la revuelta ocasionada por la revolución en 1910 cuando Porfirio Díaz dejó el poder después de percatarse que el pueblo en armas le pedía cuentas.
Don Jorge Pazos Villagrana anduvo en la revuelta ocasionada por la revolución en 1910 cuando Porfirio Díaz dejó el poder después de percatarse que el pueblo en armas le pedía cuentas.
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Con 92 años encima, decía que la revolución se generó porque la gente ganaba 50 centavos y quería ganar más, pues la minería en La Guásima hace tiempo había dejado de generar empleos y la agricultura era mal pagada en aquel entonces.
Hijo de Policarpio Pazos y Francisca Villagrana, guardaba sigilosamente sus pasajes revolucionarios y los sacaba al exterior sólo cuando alguien se acercaba y removía los escombros de su mente.
Se admiraba de Rodolfo Valdéz "El Gitano" de Aguacaliente de Gárate, bandolero temido en el sur de Sinaloa, "él era muy valiente, unos decían que era asesino pero conmigo siempre se portó bien, si ahora viviera la revolución no existiera", insistía este señor que radicaba desde hace más de 72 años en la Guásima, Concordia.
Antes de llegar a La Guásima, existe un pequeño poblado de 5 a 6 casas donde desde los 8 años radica Doña Martha y su familia, quien dice que su padrastro le contaba la historia de un chino que anduvo involucrado en la revolución mexicana.
A quien durante el conflicto lo capturaron en ese lugar, lo torturaron, le arrancaron las plantas de los pies y lo hicieron caminar unos 200 metros hasta caer muerto, en un punto donde hasta el día de hoy, aún prevalece su tumba, sin embargo, no es la original pues las lluvias formaron una quebrada que se fue llevando poco a poco la bóveda de piedras, pero comenta que su padrastro la restauró y cada día de muertos le sigue llevando flores y veladoras, en honor a este Chino, el poblado adoptó el nombre de "El Chinito".
Pobladores de antaño en La Guásima cuentan que originalmente estaba situada cerca de la carretera libre Mazatlán-Durango, y por el camino viejo de la misma transitaban monjes y carretas que bajaban de Pánuco transportando oro hacia El Rosario, durante el trayecto sufrían asaltos, siendo víctimas los monjes y otros pasajeros en el forcejeo, de los cuales han visto sus almas deambulando entre el monte y el camino, y que además algunas personas han encontrado monedas de oro enterradas en el camino, mismas que caían de las carretas o las enterraban para evitar los asaltos.
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Debido al desabasto del vital líquido, los pobladores optaron por cambiarse a la zona donde se encontraba el Panteón Antiguo. Hoy en día este lugar tiene aulas de un jardín de niños. En su interior aún existe una tumba antigua, que por respeto sólo ésta se conservó, ya que pertenece a la familia Galván, una de las más importantes del pueblo.
Doña Pachita Pasos contaba que un día en la madrugada estaba sentada afuera de su casa escuchando la radio, cuando pasó un vecino buscando una vaca perdida, mientras que las otras estaban debajo de un tamarindo. En ese momento observó a una mujer vestida de blanco que caminó desde el tamarindo hacia la mencionada tumba, desvaneciéndose en un destello de la aurora sobre dicha sepultura.
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