Al igual que la comunidad de Las Guacamayas, existe otro caserío similar apartado del resto de la población: El Cuatantal.

Para poder llegar a este lugar es necesario recorrer aproximadamente 10 kilómetros cuesta abajo de dificultosa terracería partiendo desde La Petaca, la localidad más cercana, acompañado por peligrosos acantilados que se encuentran a los costados.

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El camino se torna bastante inaccesible durante temporada de lluvias, debido a los deslaves vinculados al corrimiento de tierra, rocas y árboles, por lo que resulta extremadamente complicado el arribo a este pueblo retirado.

Antes de que los medios de transporte actuales fueran acogidos por la mayor parte del municipio de Concordia, el traslado hacia este poblado se realizaba mediante fuertes bestias, que además, cumplían con la función de acarreo, tanto de leña como de comestibles, para abastecer el consumo alimentario de los habitantes.

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Aún en la época moderna, este medio de transporte antiguo sigue vigente a pesar de la tecnología disponible, pero que todavía no es muy frecuente en estas alejadas localidades donde los primeros rayos del sol se asoman a través de las imponentes montañas y entran por las ventanas de las rústicas viviendas que siguen conservando ese estilo característico de la región y épocas rudimentarias.

Localizado en la sierra madre occidental a una altura de 1,182 metros sobre el nivel del mar, dentro del territorio Concordense; El Cuatantal está rodeado de un asombroso paisaje virgen poco explotado que ofrece un ambiente envidiable lleno de tranquilidad que perdura durante la mayor parte del día dando la sensación de que el tiempo permanece intacto.

Como todo asentamiento distante, aquí también las leyendas no son la excepción, ya que forman parte del índole representativo propio de cada sitio, leyendas que van desde avistamientos de fauna extraña hasta insólitos sucesos que involucran chamanes y agoreros.

Con todo esto, El Cuatantal, podría considerarse como un paraje lejano sacado de la imaginación de algún anciano centenario, pero que en realidad está ahí, en un punto remoto separado del mundo exterior, en el que parece transcurrir a paso lento el tiempo.

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