Dylan Olvera anduvo en camino de muerte por estar en la fiesta de las drogas
“Me empecé a imaginar qué pasaría si mi mamá ve ese video de mi; qué pasaría si mis hermanos y mi familia completa ven cómo me hacen pedazos”, expresó Dylan.
Estar en primera fila mientras observas cómo tú amigo pierde la vida en manos de “otro amigo”, ¿te serviría para comprender el valor que tiene la vida humana? Este es el trago amargo que vivió Dylan Olvera que ahora le sirve para reflexionar cada día y entender que el mañana es una bendición que puede desvanecerse en un chasquido de dedos; más aún, si viajas en la vía rápida de las drogas. Este es su testimonio.
Con tan sólo 23 años, Dylan ya lleva un largo kilometraje recorrido; y ha vivido experiencias que, para muchos, sólo las perciben en películas de ciencia ficción. Pero cuando la realidad sobrepasa a la imaginación, es un panorama difícil de cambiar.
¡Recibe las últimas noticias!
Todo comenzó cuando Dylan apenas daba sus primeros pasos. En su seno familiar, él ya sabía distinguir el sabor del agua natural y el de una cerveza. Su padre, como muchos otros, acostumbraba a darle ‘probaditas’ de este amargo licor para bromear y pasar un buen rato en compañía con los demás.
Si de faltas hablamos, quizá sea esta la que más personas adultas realicen por diversión, sin analizar las posibles consecuencias que pueden venir a futuro por probar el alcohol desde pequeños.
Así fue viviendo su niñez, para su suerte a Dylan no le gustaba la amargura de la cerveza y estaba consciente del daño que producía. A su vez, vivió en carne propia lo que era tener un padre con problemas de alcoholismo.
En entrevista para Malala Academia, no comentó cuántos años tenía cuando consumió por vez primera la marihuana. Su madre Erika, compartió que Dylan le había confesado que andaba con una persona mayor a él y que, en su compañía, había probado esta droga.
La sensación de relajación le gustó y le bastó para continuar como un “consumidor recreativo”. Dylan confesó que sabía en lo que se estaba metiendo y que su voluntad podía equilibrarse en el hilo de las drogas; pero, inocentemente, creyó que lo podría controlar y que sólo consumiría en actividades sociales para “pasarla mejor”.
En su deseo por despejar su mente de sus propios pensamientos y de escapar unos segundos de su realidad, perdió la noción de sí mismo y le dio rienda suelta al consumo.
La fiesta se convirtió en su motivación. La escuela y la familia ya no tenían lugar en su vida. Con ansias esperaba el fin de semana para consumir y alcoholizarse. Y el día en que probó cocaína y se dejó embrujar por sus efectos, llegó.
Es de saberse que las obras buenas y malas, tarde o temprano salen a la luz. Para Erika, enterarse que su hijo consumía cocaína era algo imposible de creer, hasta que ella misma lo comprobó. Sus propios hermanos le aconsejaron que permitiera que Dylan tocara fondo, pero en su afán de madre les respondió “pues como no es tu hijo, verdad”.
Con 21 años, Dylan ya era adicto a la marihuana, al cristal y a la cocaína. Quería vivir la vida a toda velocidad, pero un suceso insólito le sirvió para retomar el camino.
En un viaje con amigos en Tlaxcala, ‘loquearse’ fue la rutina. Pero uno de la bolita, ingirió una sustancia que no debía y el efecto lo impulsó a robar pertenencias de los demás acompañantes. Al ser amigos, pensar que le darían la oportunidad de resarcir el daño y regresar las cosas robadas, es quizá el primer pensamiento que cruza por tu mente, pero la realidad fue otra.
Al día siguiente, Dylan recibió vídeos en los que se grabó la muerte del ladrón. Con tristeza compartió que vio cómo su amigo perdía la vida en manos de “otro amigo”; al ver el desenlace de su compañero, le sirvió para cuestionar si algo similar le podría pasar a él.
“Me empecé a imaginar qué pasaría si mi mamá ve ese video de mi; qué pasaría si mis hermanos y mi familia completa ven cómo me hacen pedazos”, expresó Dylan.
En este momento, decidió que lo mejor era pedir ayuda. Su madre Erika ya estaba consciente de su problema y no dudó en ayudarlo. Hoy, Dylan lamenta el haber priorizado a las drogas sobre su familia.
“La droga no es cualquier cosa, no es un juego; y aunque tu te creas que si la puedes manejar, no vas a poder. No existe un ser humano que la controle (droga). Yo sé que puedo recaer, yo sé que puedo volver a consumir algún día, pero también sé que si yo vuelvo a consumir es la muerte.
En su camino rumbo a la recuperación, Dylan entiende el dicho “no le andes buscando tres pies al gato, porque le vas a encontrar cuatro” e invita a los jóvenes a no ser curiosos en el tema de las drogas. Existen muchos caminos para disfrutar de la vida plenamente, y el saber que las drogas no son un juego te ayudará a evitarlas. Con 23 años, Dylan recorre sus días más lento y en compañía de su familia, tiene una nueva oportunidad para vivir. Ver la cruel muerte de su amigo le abrió los ojos para empezar a vivir. Las drogas matan.
Lee también: Daniel descubrió una vida sin sentido caminando con con las drogas
Lee también: ¿Cómo vive la mamá de un drogadicto?
Lee también: El daño colateral de las drogas lo sufrió la familia de Carlos González