“Yo quería ver cómo la gente vive aquí… y ahora no quiero irme”: Muhamaad, el joven turco que eligió a Culiacán para hacer su primer voluntariado
Voluntariado, cultura y vida en Culiacán

Con 28 años, siete idiomas en la lengua y un corazón curioso, Muhamaad Jamal Nasir dejó Turquía para vivir una experiencia que, según él mismo cuenta, le cambió la manera de ver a México:
"Yo quería experimentar. He escuchado muchas cosas sobre México, los cárteles, drogas, violencia y todo eso… pero quería saber cómo es que la gente vive y sobrevive en esa situación. Servir como voluntario también era una de mis objetivos de venir a esta ciudad", dice para Tus Buenas Noticias.
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Una oportunidad única de servir

Llegó a Culiacán como parte de un programa de voluntariado apoyado por AIESEC y se integró a la asociación "Acción Solo por Amor", donde ha colaborado en áreas administrativas, videos y organización de inventarios. Para ser su primer voluntariado, eligió el lugar menos esperado por muchos: el corazón de Sinaloa.
"Estoy teniendo una buena experiencia, es todo lo contrario a lo que me imaginé. La gente me cae muy bien. Para mí, aunque veo soldados en la calle, la gente lo ve normal, entonces puedo pensar que todo está bien, porque la gente lo ve bien. La experiencia me ha gustado mucho", dice con una sonrisa tranquila.
Muhamaad es originario de Pakistán pero vive en Turquía, donde tiene un negocio de comercio virtual que le ha permitido emprender y vender productos turcos a varios países de Europa.
Estudió una maestría en Negocios y domina los idiomas Urdu, Turco, Punjabi, Inglés, Kurdo, Persa, Árabe e Hindi. Ahora también ha aprendido algunas palabras en español y dice que la cultura mexicana le ha parecido "muy abierta, muy accesible".
Aprendiendo de la cultura sinaloense

En el tiempo que lleva en Culiacán, no solo ha trabajado: también ha compartido parte de su cultura con las personas que ha conocido.
Al terminar el Ramadán, el mes más sagrado para los musulmanes, preparó dos platillos típicos para celebrar el Eid Mubarak: el Sutluc (un postre con leche y arroz) y el Fruite Trifle, una receta colorida y dulce.
Durante el Ramadán, cuenta que ayunaba desde las 4:00 de la mañana hasta las 6:00 de la tarde, sin comer ni beber nada.
"En Culiacán ha sido difícil porque hay mucho que comer que huele rico y está apetecible. Un día fuimos al Centro de Ciencias y la gente estaba haciendo picnic, olía muy rico, y estábamos esperando con mucha ansiedad que saliera la luna para poder comer un poco de lo que la gente estaba comiendo", dice entre risas.
A pesar de lo difícil, dice que ya está acostumbrado: "Desde los 10 años empecé a ayunar, y ya es fácil".
En México hay una vida social distinta a la de su país

Sobre la vida social en México, le sorprende la naturalidad del contacto físico y la calidez de las personas.
"Cuando llegué a México, las chicas me abrazaron y eso fue extraño para mí. En mi religión, el trato entre hombres y mujeres debe ser respetuoso, pero aquí he notado que sí se tratan como iguales y eso me parece muy bueno", reconoce.
Una cultura musulmana
Comparte también su visión sobre el Hijab, la prenda que utilizan algunas mujeres musulmanas:
"No es algo que se exige como muchos creen. Es una decisión personal y religiosa. La burka es diferente, el hijab es más común en Turquía, pero solo se usa con desconocidos o en la calle. En casa o entre amigos, no es necesario", señala.
Con humor, también habla de su vida personal: "No tengo mejor amiga para casarme aún, pero mi madre está siempre insistiendo que encuentre a una persona y presentándome a las hijas de sus amigas. Quizá no falte mucho", menciona entre risas.
Valores compartidos entre turcos y mexicanos
Durante su estancia ha reflexionado sobre cómo, sin quererlo, compartimos valores universales.
"Caminando por el centro vi a gente alimentando a las aves en Catedral, y eso en mi religión es una buena acción. Me gustó ver que ustedes lo hacen de forma natural, no como algo religioso, simplemente porque es algo bueno", menciona.
Y aunque se ha adaptado bien a la vida en Culiacán, admite que hay cosas que le siguen sorprendiendo:
"El transporte aquí sí es como muy viejo comparado con mi país. Hace mucho ruido. Aquí para bajarse del camión tienes que gritar y hasta aplastar un pollo de plástico para que se detenga. Eso es extraño, pero creo que es parte de la cultura", señala.
Las lecciones que ha aprendido en Culiacán
Muhamaad no vino a Culiacán buscando respuestas, pero se lleva muchas lecciones. "Me gusta mucho lo que hago. He aprendido a ver a las personas con otros ojos. Aquí me siento tranquilo y feliz. Si pudiera quedarme más tiempo, me quedaba".
Y así, este joven turco que llegó con ideas confusas sobre México, se va con el corazón lleno de gratitud y con la certeza de que la hospitalidad sinaloense rompe cualquier estereotipo.
"Uno no conoce un país hasta que camina sus calles y habla con su gente. Yo ya no veo a Culiacán como algo peligroso, lo veo como una ciudad con gente buena que me abrió los brazos", concluye.