Con las frutas Don Manuel creó una historia de amor y superación en el mercado Garmendia
Durante más de 60 años llena de alegría su vida atendiendo clientes que buscan frutas y verduras en el Mercado Garmendia.
Manuel García Lizárraga era a penas un jovencito de 13 años cuando llegó a Culiacán. Vino con timidez procedente de El Verde, en el municipio de Concordia, para él la capital de Sinaloa era la esperanza de vida para conseguir recuperar la salud de su madre, que yacía en la cama de un gran hospital.
Sin tener más opción, su padre trasladó a la familia a esta ciudad, que con el paso de los días se convertiría en un refugio para los momentos difíciles y una alegría que perduraría a través de los años.
Manuel, siendo un jovencito activo, y con el deseo de superación, llegó al Mercado Garmendia para vender bolsitas con limones.
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La venta era buena. Tan buena, que con los pesos que ganaba, podía aportar para el sustento familiar, los medicamentos de su madre y todavía le quedaba un poco para sí. Al descubrir que la venta de productos era redituable, comenzó a extender su mercado.
Ya no solo vendía limones, sino que con un poco del dinero que iba ahorrando, logró surtirse de otros productos como tomates, cebollas y un poco de fruta.
Posteriormente, logró establecerse en un pequeño puesto y ya no tenía que recorrer el mercado para encontrar a sus clientes. La gente lo buscaba porque tenía productos de calidad y a buen precio.
Desde hace más de 60 años don Manuel vio en el Mercado Garmendia la oportunidad de progreso que el comercio ofrece.
Su tenacidad no tenía límite, y así un día juntó las formas para llegar a ser dueño de un establecimiento bien surtido. La clientela no faltaba y mejor aún, las ganancias lo hacían prosperar.
Ahí, en el mercado, la vida le ha ido pasando rodeado de clientes que terminan siendo su cartera de amistades. Los tiempos traen nuevas dinámicas de consumo, la apertura de grandes centros comerciales le han restado clientela, dejando gratos recuerdos de la pujante economía del Culiacán del ayer.
Recuerda que a su puesto llegaban los personajes adinerados para surtir la despensa. Mujeres elegantes y arregladas pasaban por esos corredores haciendo gala de su elegancia y poderío.
Esos tiempos ya pasaron. Para don Manuel, lo que no cambia es su sencillez que le caracteriza como un distintivo pegado al cuerpo.
A él le tocó ver las distintas transformaciones que se han vivido en el lugar. Desde remodelaciones, un incendio que devoró las entrañas del emblemático mercado, el cierre de sus puertas por un trágico derrumbe que, gracias a su tenacidad, esfuerzo y dedicación, ha sabido sobrellevar.
También ha vivido el cambio en el sistema de venta, el manejo de la balanza de Roberval, hasta el uso de las básculas digitales. Manuel ha tenido que sortear las buenas y malas economías de la ciudad. Y siempre valiente y en pie ante sus clientes.
Ahí, en esa, “su casa” don Manuel ha recibido más alegrías que llenan su corazón de dicha. Todavía tiene el vívido recuerdo de cuando conoció a una hermosa jovencita que trabajaba en una farmacia contigua al Mercado.
“Yo venía llegando con la camioneta llena de mercancía cuando volteo a la farmacia y veo a una hermosa mujer. Al momento me enamoré de ella y dije que sería mi esposa”, señala con una voz de ilusión.
Esa hermosa mujer de la que don Manuel habla y quien lo enamoró con su belleza es precisamente Leticia, quién se convertiría en madre de sus cuatro hijos y el amor de su vida.
Hoy, tras 55 años de matrimonio, la pareja ha sabido sortear las dificultades de la vida. Siempre juntos y luchando para sacar adelante el negocio con el que han logrado llevar el sustento a su familia.
A sus 78 años de edad, don Manuel sigue llegando a primera hora a su negocio. “Ir a trabajar es mi motivación para seguir aquí”, reconoce.
Así, es como trabajando en el mercado y con mucho esfuerzo y dedicación don Manuel y su esposa Leticia, lograron dar estudios profesionales a sus hijos Norma, Manuel, Óscar y Leticia.
Con honra, don Manuel reconoce que, gracias al trabajo y la educación de su esposa, sus hijos son hombres y mujeres de bien.
De sus cuatro hijos, es su hijo Manuel, quien continúa con su legado comercial y quien lo acompaña diariamente a la faena en el mercado.
Con dedicación, han hecho de su frutería un ícono en el Mercado Garmendia. Su legado es de trabajo, de recuerdos, pero también de un buen sabor de boca, ese que queda cuando se hace el trabajo con pasión y dedicación.
Don Manuel, es reconocido en el lugar como uno de los hombres con mayor antigüedad en el lugar, pero también con el mayor cariño de todos los locatarios del lugar.
Ahí, les deja su tiempo, sus recuerdos, sus sonrisas y, sobre todo, su ejemplo de tenacidad y de arduo trabajo. Llegó al mercado Garmendia con tristezas y preocupaciones y terminó creando una historia de amor y superación.