Ángel Manuel, el niño “venadito” que honra sus raíces Mayo-Yoreme
A sus 7 años, se ha convertido en un conmovedor exponente de la cultura prehispánica practicando la danza del venado como sus antepasados.
La Danza del Venado es una representación de origen prehispánico. Se ejecuta en el remanente de las comunicades Cahítas: Yoreme-Yaqui o Yoreme-Mayo que habitan entre Sonora y Sinaloa.
Esta danza, es muy significativa, representa la cosmovisión de los primitivos de la naturaleza y la relación con los humanos. Describe la vida y muerte de un animal considerado sagrado por los yaquis y mayos. El venado.
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Ángel Manuel Beltrán Guerrero, a sus 7 años, con su pequeña estatura es admiración por encarar al venado en la danza autóctona. Al ritmo de la música de la flauta de carrizo y un tambor, no solo danza como la etnia sinaloense, sino que despierta un sentimiento afectivo por la cultura nativa.
Al iniciar su espectáculo, sus pasos tienen de ritmo incierto y vacilante como el venado pastando, pero con el cambio de las notas van convirtiéndose en firmes y con regularidad.
Ángel Manuel no danza a la ligera, encara el personaje y ritual con todo el atuendo completo. En sus pies se enrolla los tenábaris, una tira sonante armada de pequeños capullos secos de mariposa. Los coloca alrededor de sus tobillos. Cuando empieza la danza van marcando la cadencia que se convierte en un ritual.
La escenificación de la danza refiere a la caza del venado. Para ello Ángel Manuel, porta un tocado de cabeza de venado disecada y adornada con flores o cintas de color. Con sus ropas de manta, como lo hacen los nativos encara su personaje. Con sus ágiles movimientos, “el venado”, representa parte de la vida del animal sagrado.
Sus movimientos son imitativos a los de un venado que ha sido herido; Ahí, inicia la lucha contra la muerte. Aunque le falta la fuerza y se desvanece, se levanta con dificultad. Tembloroso se niega a morir hasta que sus intentos por levantarse son fallidos y queda inerte.
“Para mí, me trae mucha satisfacción poder representar esta danza que es de origen antiguo. De nuestros antepasados y no quiero que se pierda”, dice con un sutil timbre de voz.
Es que, según explica, él proviene de una familia que creció en la comunidad de Bacobampo, en el estado de Sonora. Sus bisabuelos paternos, aún viven en esa comunidad donde predomina la cultura Mayo-Yoreme.
Ángel recuerda que la primera vez que sus papás lo llevaron a presenciar los rituales de Semana Santa era aún más pequeño. Tenía los cuatro años de edad cuando tuvo su primer acercamiento a este maravilloso mundo cultural.
“Todo inició por que un día fuimos por Semana Santa a Bacobambo y me llevaron donde bailan la danza, a Etchojoa. Y ahí, en la iglesia de los “Fariseos” fue donde vi las danzas”.
Con unos ojos de asombro, el pequeño Ángel Manuel contempló el ritual, y un sentimiento de gozo que embargó su pequeño cuerpo lo hizo reconocer ese amor por sus raíces que hoy representa de una forma majestuosa.
“Cuando escuché la música y vi los atuendos, la forma en la que bailaban yo sentí mucha emoción. Fue como si fuera algo que yo ya supiera hacer desde siempre”, dice con una voz de serenidad.
Esa emoción que embargó a Ángel Manuel, fue la misma que sintieron sus abuelos al enterarse que su pequeño nieto quería aprender más sobre sus raíces.
Era tanta su emoción que, para celebrar su cumpleaños, pidió de regalo a su madrina Xilonen un traje original para danzar el venado.
Sus papás Guillermo y Cristina organizaron una fiesta temática de la tribu Yoreme-Mayo en donde su pequeño danzante ejemplificó por primera vez su danza.
Ahora, a su corta edad, Ángel Manuel tiene muy claro su deseo de continuar danzando para preservar su cultura.
Con mucha honra, realiza presentaciones culturales en cada oportunidad que se le presenta.
Su maestra Karime Martínez, con paciencia y el mismo amor por el arte y las danzas culturales, ha guiado sus pasos con gran interés y lo ha visto crecer en talento.
“Ponerse el traje de danzante es un ritual. Primero, mi traje de manta, los huaraches “masiaqueños”, los paliacates en la cabeza y la boca, mis tenábaris, el fajillo que es de cuero y pezuñas de venado, el Rosario y finalmente la cabeza del venado”, dice con una voz cargada de respeto y disciplina.
Para Ángel Manuel, es un orgullo portar el traje elaborado por manos de personas de la tribu Mayo y mostrar al mundo lo que representa.
“Lo que más me gusta es que me vea la gente, que la danza continúa. Antes de que yo lo hiciera, ya casi nadie lo hacía. Ni siquiera hay niños que dancen y no quiero que se pierda la tradición. Estas son nuestras raíces”, dice con firmeza.
Para su abuelita, la señora Leticia Ozuna, ver a su niño danzante, es motivo de satisfacción.
“Me emociona mucho verlo. Me siento feliz de que mi nieto tenga este deseo de preservar la cultura de nuestros antepasados”, dice con emoción.
Como todo niño, Ángel Manuel tiene metas y deseos por realizar. Uno de esos sueños es continuar danzando, paso a pasito.
Sabe que su preparación será esencial para que nuestra cultura se pueda preservar.
En Barrancos, Ángel Manuel se ha convertido en un ejemplo de amor por la cultura y las artes.
De cierta manera, está en sus manos que los pasos de la danza del venado no terminen inertes, como la representación que realiza con tanta veneración. Con el asombro y admiración de sus espectadores es el venadito del sector Barrancos, en la ciudad de Culiacán.
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