El profesor Héctor Melchor Román Campos, es el inolvidable maestro de Navolato
Orgullo de la sierra de Mocorito llegó a ser en Navolato “padre de muchas generaciones de primaria y cofundador de la Escuela Secundaria de La Palma.
Hablar del profesor Héctor Melchor Román Campos, es recordar que la docencia es una vocación que viene del corazón. Desde niño en la primaria allá en la sierra de Mocorito, soñó con ser maestro y llegó a ser “padre” de muchas generaciones en primarias de Navolato y cofundador de la secundaria de La Palma.
A sus 84 años, el Profe Héctor continúa con ese amor de padre por los que fueron sus pupilos. Sus reencuentros se vuelven un nudo de sentimientos.
Era tan solo un niño cuando decidió ser maestro. Mientras vivía en El Tule, Mocorito tuvo la oportunidad de estudiar hasta cuarto año de primaria. Y los otros dos años de primaria los terminó en el Internado Infantil del Estado, en Culiacán. Fue muy doloroso a esa edad dejar su hogar paterno para continuar con un sueño que anidaba.
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Llegó a Guamúchil y estudió la secundaria. Luego, empezó a trabajar. A sus 18 años cubrió su primer interinato como maestro de primaria en el pueblo Mirasoles, en la sindicatura de Jesús María, municipio de Culiacán.
Ahí, reconoció ese amor por la enseñanza. Formar niños y jóvenes lo mantuvo con el deseo de continuar en esa profesión que había elegido.
Ya como un maestro en activo, continuó sus estudios en el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio. Terminada su preparación profesional, ahora sí, ya era oficialmente un maestro.
El Profe Héctor, como todos lo conocen, tuvo algunos años de servicio en la comunidad de Las Bebelamas de Sataya. Allá, también es recordado con cariño.
Pero en 1965, su vida dio un giro. Llegó a La Palma acompañado por Gloria Valenzuela, su esposa, y desde entonces, no ha hecho otra cosa más que dedicar su vida a la enseñanza y procurar el bienestar de los niños y jóvenes de este lugar.
Al llegar a La Palma, el Profe Héctor tomó nuevos bríos. Empezó con mucha actividad, energía y el ánimo de sacar adelante a los niños del lugar.
Se incorporó a la primaria Ruperto Verdugo Palazuelos, y al ver que esos niños ya no tenían más oportunidades por delante, promovió iniciativas para que los niños continuaran con su educación básica. Así, en compañía de los maestros Manuel Antonio Méndez Aranda y Felipe Cortés Corona, impulsaron la creación de una Escuela Secundaria.
Los maestros, junto con sus ocho primeros alumnos, recorrían distintos lugares con la intención de encontrar un lugar propicio para impartir las clases. “Andábamos a salto de mata porque no teníamos un lugar en donde darles las clases. Nos reuníamos en casas particulares, e incluso en un templo apostólico en desuso, hasta que trabajamos para construir las aulas de la secundaria en 1974”, recuerda el maestro Héctor Melchor, como si fuera ayer.
Al día de hoy, la secundaria lleva el nombre de Salvador Alvarado. Lo que inició con ocho alumnos y tres maestros, hoy cuenta con 693 jóvenes que estudian con fervor para lograr culminar sus estudios de educación básica.
Este logro, para el maestro Román Campos es una gran satisfacción. Sabe que no es solo colgarse una presea imaginaria, pues la enseñanza que entregó a sus alumnos lo hace ser reconocido como un docente dedicado y se ha ganado el cariño de todos los habitantes de La Palma.
En tono de broma, dicen que "no hay una casa en La Palma donde no haya una foto mía entregando un certificado. Me llena de orgullo saber que esos niños y jóvenes a quienes me tocó instruir hoy son personas preparadas, con oficios y profesiones que los motivan para sacar adelante a sus familias. Eso es tener éxito para mí como maestro”, reconoce con humildad.
Según sus propios estudiantes, aquella, ha sido la mejor época que ha tenido la educación secundaria en La Palma.
Sus dedicados maestros los motivaron para desarrollarse profesionalmente. El maestro Héctor era su profesor de Biología. De esos alumnos egresados de las aulas muchos desarrollaron el amor por la docencia.
“Tengo la oportunidad de encontrarme con algunos muchachos que estuvieron en mis clases. En algunos surgió el amor por la docencia. También son maestros y ahora a ellos les toca compartir ese amor y el conocimiento que tienen para dar”, reconoce con una voz de satisfacción.
De sus cuatro hijos, dos de ellas siguieron sus pasos, y algunos de sus nietos dan ejemplo de lo que es la vocación de maestro. Ese amor, no les llegó por casualidad, es simplemente el ejemplo que obtuvieron de su padre.
Porque también es el padre de muchas generaciones de estudiantes que llegaban ávidos de conocimiento y se iban con más grandes enseñanzas que la de los libros. Obtenían el consejo de un amigo, un protector… su maestro Héctor Melchor.
“Esta es la secundaria de mis amores. No me dejó dinero. Me dejó satisfacción, el cariño de mis exalumnos y eso no lo compro con nada”, dice con jubilosa razón.
Ahora, cuando el profesor encuentra a esos hombres adultos que fueron sus alumnos siente emoción y ganas de llorar.
“Cuando los vuelvo a ver se sienten muchas ganas de llorar de emoción. Verlos así grandes y me dan su cariño, me mandan mensajes. Ellos se convirtieron en mis hijos. Ellos siguen siendo mis niños, aunque muchos de ellos ya tengan 60 años”, dice entre risas.
El Profe Héctor ya no va a la secundaria a impartir sus clases, pero sigue presente. Su esencia vive. Su recuerdo está en las aulas y por siempre vivirá en el corazón y la mente de sus muchachos. El niño de la sierra de Mocorito cumplió sus metas… cientos de profesionistas y hombres de bien le recuerdan en su paso por los pueblos de Navolato. En La Palma las letras tienen su raíz.