La maestra Lupita de Barrancos, un símbolo de respeto y amor para los niños
Sus pequeños alumnos, han sido la motivación para dar lo mejor de sí cada día en su profesión.
Desde que era una niña, Guadalupe Gastélum Urtado tenía el deseo de ser maestra. Así, como todos los niños sueñan en convertirse en profesionistas, Lupita, como la llaman cariñosamente, se ilusionaba pensando que sería maestra.
Todavía recuerda cuando su abuelita Justina, le auguraba una vida de docente debido a su carácter autoritario.
“Mi abuelita me decía que iba a ser maestra porque yo era muy mandona. Yo jugaba con mis amiguitos y siempre era la que daba las órdenes”, recuerda entre risas y con una voz especialmente cariñosa al hablar de su abuelita.
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La maestra recuerda que ese deseo de enseñar lo que sabía, le viene desde que tiene memoria. Por eso, cuando llegó el tiempo de elegir una profesión, no dudó y buscó un espacio en una escuela en donde aprender a enseñar.
Sin dudar, encontró un espacio en el Centro Regional de Educación Normal (CREN) en Navojoa, Sonora. Ahí, se preparó y deseo adquirir todo el conocimiento para ser una buena maestra.
Al llegar de regreso a Culiacán, recibió su plaza. Para su sorpresa, fue en una ranchería de Badiraguato a donde la enviaron a trabajar.
A los 19 años de edad, Lupita, ya era la maestra de la escuela. Ahí, trabajó con mucho ánimo y se ganó el cariño de los habitantes del lugar, sobre todo de los niños a quienes quería como propios.
No solo eso. En Badiraguato, encontró el agrado ante los ojos de un apuesto joven de nombre Jorge Villa Carrillo, que con el tiempo llegaría a convertirse en su esposo.
Al formar una familia, y con sus dos hijos de la mano, dejaron Badiraguato. Así la maestra, junto con su familia regresó a vivir a Culiacán. Ella y su esposo deseaban que sus hijos recibieran una mejor educación, por lo que tuvieron que dejar su hogar y continuar con una vida citadina.
Al recibir su cambio para trabajar en Navolato, todo fue más sencillo para Lupita y su familia.
Las experiencias de vida la han fortalecido y motivado para continuar. Lupita asegura que su experiencia de docente ha sido muy bonita. Pero no solo eso, también le ha tocado enfrentarse a algunas situaciones difíciles que ha sabido enfrentar con valentía y paciencia.
Para ella, compaginar su vida de madre de familia y maestra ha sido sencillo. Asegura que ama ser mamá de tres hijos, pero también ama ser maestra porque sus alumnos han llegado a convertirse en sus hijos intelectuales.
Sin embargo, cuidar de su familia, ha sido una tarea compartida. Lupita siempre ha recibido el apoyo de su esposo para poder ejercer su función más plenamente como maestra.
Ese esfuerzo, se ve reflejado al tener en su hogar a tres hijos profesionistas que se han convertido en personas de bien. Tal y como lo ha visto con sus estudiantes.
La maestra Lupita, asegura que el mismo gozo de ver a sus hijos realizados profesionalmente es el que siente al ver a sus exalumnos que han logrado obtener una profesión y un trabajo que los dignifica.
Después de casi 40 años de servicio, para la actual directora de la primaria Natalio Landeros Ramos, en Barrancos, la mejor enseñanza que ha podido dar a sus alumnos además de lo académico son los valores y principios que en algunas ocasiones no se viven en sus hogares.
“La mejor experiencia que tengo es ver crecer a mis niños en conocimiento y también en sabiduría. Los adora uno. Son el motivo de todos los maestros. Lo más importante es que nos toca fortalecerlos, nos permite soñar y pensar en esos niños que vienen a la escuela a diario, un día los vamos a ver convertidos en profesionistas y personas de bien”, asegura con satisfacción.
Y es que, a sus 59 años, Lupita ha sido maestra de muchas generaciones. Hoy, casi a punto de jubilarse, trabaja como directora, pero asegura que aún en ese puesto, se impregna cada día del cariño de los niños que con gozo corren y la abrazan con cariño.
Ahora que piensa que su tiempo en las aulas está a punto de concluir, recuerda con cariño a cada uno de los niños a quienes ha enseñado y se queda con la satisfacción de continuar trabajando.
Aunque ahora tiene cinco nietos, que son la alegría de su hogar, dice que la vida no será la misma cuando tenga que despedirse sus pequeños alumnos.
Pero se queda tranquila, sabiendo que todos estos años, ha dado lo mejor de sí para la educación de cientos de niños que han llegado a lograr sus metas. Diciéndose a sí misma que ser maestra, es una de las mejores decisiones de su vida. A Lupita Gastélum ofrecer conocimiento le retribuye un placer que se extiende por generaciones.
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