Logo

La villa de Don Miguel Tamayo, cosas para no olvidar

La Villa de la Navidad que montaba cada año Don Miguel era un símbolo de amor y fe que distinguía a Culiacán.

4 enero, 2021
La villa de Don Miguel Tamayo, cosas para no olvidar
La villa de Don Miguel Tamayo, cosas para no olvidar

La Villa de la Navidad que montaba cada año Don Miguel era un símbolo de amor y fe que distinguía a Culiacán.

La villa de Don Miguel Tamayo fue por décadas una representación de la noche de navidad, era un montaje privado que se volvía público, por el decoro y sentimiento que imprimía. Compartimos aquí íntegras las letras que escribió Julio Bernal honrando al promotor de la cultura de Culiacán, en su columna Expresiones de la Ciudad, publicada en el periódico Noroeste:

Hoy deseo recordar aquel remanso de luz, belleza y generosidad, que era la Villa Navideña en la residencia del añorado MIGUEL TAMAYO, en cuyo frente se apareció cierta vez un camión proveniente de Navolato, repleto de niños y adultos. Y Miguel sólo les dijo: Pásenle, están en su casa.

¡Recibe las últimas noticias!

Un poco parafraseando al gran Amado Nervo, podría escribir las líneas más tristes este último día de 2020, que razones no faltan, porque se volvió enorme la lista con los nombres de quienes se nos adelantaron en el camino, personajes de la cultura cuyas ausencias aún duelen, como la actriz y directora Inga Pauwells, el promotor Arturo Castañeda, el saxofonista Rafael Morales, la actriz y titiritera Mayra Amezcua, el llorado trovador Juan Jiménez y la poeta Irene Montijo.

https://tusbuenasnoticias.com/educacion/la-familia-como-base-de-la-sociedad/

Sirva la mención para honrarlos de pie y con la cabeza descubierta, porque todos los que aquí nombro -y aun lo que no- a través de sus virtudes amueblaron los sueños de muchos de nosotros.

Deseo en cambio, y con la luz de sus recuerdos, iluminar un hecho que se sucedía cada año en la capital sinaloense, que en sí mismo era una alegoría de la fraternidad, del calor humano y del desprendimiento absoluto, porque así era la casa de don Miguel Tamayo Espinosa de los Monteros por alrededor de 30 años, en cada época decembrina; y sin distingos de ningún tipo en cuanto a convidados, porque los habíamos de todos los estratos y de repente podías saludar al más sencillo de los compañeros universitarios, pero también a una dama de la más alta alcurnia culiacanense.

La casa ubicada por el malecón Niños Héroes, en Culiacán, al caer la noche revivía con un espíritu navideño espectacular, que desde el porche ya te acariciaba con detalles que engrandecían el alma.

No cabías de admiración ya que estabas dentro, porque si el conjunto era una fiesta, te deslumbrabas con el comedor rebosante de dulces y chocolates, quedabas embelesado con aquella villa de fantasía donde había ríos y fuentes con aguas cantarinas, kioscos en movimiento, niños columpiándose, ruedas de la fortuna, trenecitos con fumarolas, iglesias con campanas repicando, casitas con sus ventanales iluminados, niños felices; y humanos viendo todo con increíble asombro.

Pero igual te le quedabas viendo fijo al Nacimiento con porcelanas de Lladró, o a juguetes mágicos que eran la delicia de chicos y grandes, como un perrito que tocaba las maracas, un alce que te hablaba al pasar, un Santa que subía las escaleras, otro que tocaba la batería y uno más dándose una ducha en la tina. Y en lo extremo de lo fantástico: un teatrito vivo con el ballet El Cascanueces.

https://tusbuenasnoticias.com/educacion/el-cuidado-de-la-madre-naturaleza/

Claro que nadie ocupaba nada para entrar, ni siquiera conocer a don Miguel Tamayo: él mismo me contó que un día se apareció un camión repleto de adultos y niños, que venía de Navolato. Y por supuesto que les dijo: pásenle, allá están los dulces, aquí los quesos y el pan, acullá la villa mágica.

Todos conocemos personas generosas que por estas fechas adornan sus casas para alegrarnos la vida, y eso se agradece mucho; pero hasta hoy no sé si exista alguien como don Miguel, con ese sol por corazón que solía latir en su pecho: enorme, magnánimo y absolutamente democrático, porque no andaba con tientos para entregarse a quien ocupara su mano, su palabra, su ayuda o su afecto. Sobre su Open House, Alicia Montaño, su amiga por más de 60 años, llegó a decir que todo aquel que allí se apareciera, era tocado por la gracia de su creador, traducida en amor y belleza.

El buen amigo Rosendo Flores hizo llegar a mi domicilio un video testimonial de la última vez que se montó la villa en la residencia de Miguel Tamayo, en diciembre de 2010, en donde estuve y lo colmé de abrazos. Gracias por todo lo que nos diste. Y punto.

https://www.noroeste.com.mx/publicaciones/view/expresiones-de-la-ciudad-la-villa-de-don-miguel-1218908


Enlaces patrocinados