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El faro de Altata, un recuerdo que sigue vivo

El faro de Altata es un recuerdo que sigue siendo una guía para los hombres de antaño.

14 marzo, 2022
El faro de Altata, un recuerdo que sigue vivo
El faro de Altata, un recuerdo que sigue vivo

El faro de Altata es un recuerdo que sigue siendo una guía para los hombres de antaño.

Un faro es una obra de construcción antiquísima. Su función es la localización de la tierra y permite a los navegantes saber en qué lugar se encuentran, pues cada faro emite una señal lumínica única.

En el puerto de Altata no podía faltar un faro que guiara la llegada de las embarcaciones que atracaban en el que en su momento llegó a ser considerado un importante puerto de Altura.

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En sus tiempos de gloria, Altata tuvo por servicio el comercio, la minería y ya casi para desaparecer, también fue la ruta para las cosechas.

A sus 83 años, Don Rogelio Rojo, uno de los habitantes de mayor edad de Altata recuerda que el faro que actualmente se encuentra en el cerro, fue colocado para ayudar a los marineros para que llegaran a buen puerto.

“El faro lo pusieron porque en aquel entonces, había entrada de barcos grandes aquí. Eran barcos de la marina, mercantes y más”, recuerda.

Así también señala que con este faro los marineros podían ubicarse y llegar de manera segura.

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“Con ese faro, los navegantes se ubicaban y podían ver en donde estaba el puerto, de manera que no se perdieran. Venían aquí igual barcos pesqueros que traían camarón, entraban acá y muchos más”, dice Don Rogelio.

Sin embargo, la naturaleza se encargó de eliminar aquel puerto que en sus tiempos fue de gran beneficio para los habitantes de la región.

Los huracanes y las torrenciales lluvias, aunados a las cientos de hectáreas de cultivo que forman el valle de Navolato hicieron que el río y los drenes fueran llenos de tierra que lograron que Altata quedara cerrado a la navegación.

“La bahía se cerró porque se empezaron a venir las arenas de la Isla. Los lugares por donde entraban los barcos quedó tapado y está muy seco. Las pangas siguen yendo y viniendo, pero los barcos ya no logran entrar”, recalca con una mirada de desconsuelo.

Don Rogelio también recuerda que desde su nacimiento ha vivido en Altata y que con esos ojos que ahora se han desgastado logró ver durante muchos años esos grandes barcos que daban vida a aquel puerto.

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“Desde los 14 años yo empecé a pescar, estaba chamaco cuando me hacía a la mar y junto con mi padre y un tío. Andaba ahí y me tocaba ver esos grandes barcos entrar a Altata y ahí ya estaba el faro que era la señal de que llegábamos a casa”, dice con el consuelo que le brinda haber regresado guiado por aquella brillante luz.

Y es que ese faro que en su momento fue la guía de los navegantes ha quedado como un recuerdo de los de antaño, de que Altata, su casa, fue uno de los más importantes puertos de sus días.


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